Sostener la fe como Sísifo.

Todos conocemos el mito de Sísifo, el astuto y mentiroso Sísifo, “el fértil en recursos” de Homero, que fue condenado por Zeus a subir una enorme piedra hasta la cima de un monte, que, a punto de coronar, volvía a caer por la ladera. Es un mito que bien se podría aplicar a la Iglesia, especialmente a sus grandes doctores  y rectores, obligados a luchar por ella porque los humanos una y otra vez retornan a reprobarla.

El tiempo de los grandes Doctores de la Iglesia ha periclitado. Hoy no hay humus para ello ni parece ser necesaria su contribución. Su verborrea doctrinaria guardada en tomos y tomos de la Ed. B.A.C. ni se leen ni tendría efecto alguno en la sociedad. Ellos no fueron otra cosa que la excelsa manifestación de lo que la sociedad sentía y vivía... las más de las veces obligada.

Podrían hoy dedicarse doctores nuevos a compaginar ciencia y teología, no sabría decir el modo, pero ni eso. Los intentos realizados por otros cristianos "más" convencidos, como los Testigos de Jehová, por adoctrinar a su plebe aunando avances científicos y fe, chirrían por todas partes, son una ofensa a la inteligencia y apenas si convencen a paletos mentales. Eso sí, venden libros como rosquillas. O los regalan. The watchtower.

El esfuerzo que las religiones refinadas hacen por sostener la fe es de un retorcimiento que asustaría a cualquiera que no fuese un crédulo convencido. Cuesta demasiado afirmar o sostener lo que las personas instruidas ven ya como increíble. Tarea ímproba para magros resultados. Frente a doctrinas pretéritas de hondo calado teológico, lo que verdaderamente ha calado es una idea contraria a lo que ellos dicen.

La gente normal lo que en esencia percibe en las religiones, todas, es que Dios es más humano de lo que parece;  que la religión es "el hombre"; que el mundo no ha cambiado nada por su influjo; que han sido un elemento de desunión cuando no de muerte y que nada pasaría si desaparecieran.  

Dice Christopher Hitchens.

Dios no creó al ser humano a su imagen y semejanza. Evidentemente fue al revés, lo cual constituye la sencilla explicación para toda esta profusión de dioses y religiones y para la lucha fratricida, tanto entre cultos distintos como en el seno de cada uno de ellos, que se desarrolla continuamente a nuestro alrededor y que tanto ha retrasado el progreso de la civilización.

Aspectos de la religiosidad, uno, la comunicación con Dios. Impresiona tanta gente dedicada diariamente y cada hora del día a "incomodar" a su dios. ¿Pretenden hacerle cambiar de parecer, a Dios que todo lo tiene predeterminado y decidido? Desde luego, no. Pues he ahí lo humano de la religión: sus rezos no tienen otra finalidad que el auto convencimiento, persuadirse a sí mismos de algo de lo que dudan.

Otro puede ser la afinidad con él, considerándose el hombre religioso como cercano a Dios. ¿Con qué derecho se arrogan, si no es por pura vanidad, el sentirse "objeto de un plan divino"? ¿Ellos sí y el resto de los humanos no? Y por otra parte, sentirse  "objeto de un plan salvífico" ¿sirve de algo distinto a lo que la propia conciencia o el consenso social dictan?

Otra cuestión, cual es la de reconocerse pecadores ante Dios. En todas las misas hay una manifestación pública que comienza "Yo confieso ante Dios todo poderoso y ante vosotros hermanos que he pecado mucho."  Es muy fuerte eso, pero analicemos el asunto. Primero, ni se dan cuenta de lo que dicen. Pero, por otra parte y después de reconocerse violadores de la ley de Dios  ¿se sienten mejores los creyentes?, ¿se sienten liberados?, ¿creen que ha sido efectiva su catarsis?, ¿se han dado cuenta de lo que han dicho? ¿Y de qué se siente pecador el desvergonzado confidente, de ser un crápula, de robar “legalmente” en el ayuntamiento, de patear a su mujer, de no dar palo al agua en su trabajo?

Por supuesto que no, eso sería demasiado, se estremecería de vergüenza. Veámoslo bajo otro punto de vista y en otro espacio no sagrado, la planta baja del Corte Inglés: ¿se libraría uno de la mala conciencia, sería perdonado gritando en público que ha cometido un desfalco, que le domina la gula, que pega a su mujer… o que se zampó una tableta de chocolate sin pagarla?

Continuemos con los sísifos de fe. La ciencia avanza y deja atrás a la credulidad a pasos agigantados. Pero la credulidad oficial, la que pontifica desde el ambón, no quiere sentirse preterida. De ahí sus maniobras en las variadas situaciones en que se encuentra cuando colisionan fe y ciencia, creencia y sentido común:

--cuando no es capaz de conjugar ciencia y religión, lo que hace es presuponer sin entrar en detalles, obviar lo evidente, callar lo que no conviene, trocar el vocabulario... Algunos ejemplos: los circunloquios verbales que hace el celebrante, si entra al trapo del asunto, cuando trata de explicar la Anunciación y más tarde la Encarnación. Hablan de María que acepta el plan de Dios, pero, ah, el “cómo” es algo en lo que no se puede entrar.

Dígase lo mismo del papelote de José en la llamada “sagrada familia”. Lo dejan así, en “sagrada”, sin entrar en detalles. Presuponen virtudes en José hasta desfigurar al personaje. Y ¿qué decir cuando tratan de conjugar creación y evolución? ¿O fecundación in vitro, alma creada y pecado original? 

--cuando no tienen otro remedio que aunar avances científicos y fe, lo que hacen es tergiversar los hechos, retorcerlos, manipularlos de tal modo que o bien lo dicho por las Escrituras "quería decir" esto otro, o bien que no hay contradicción alguna porque "eso que dice la ciencia" está en otra esfera distinta a la fe.

Sísifo de nuevo: el asunto del "esfuerzo" para subir a lo alto del monte la dogmática cristiana. ¿Alguien con un mínimo de juicio crítico concibe tal cantidad de Concilios, Cónclaves, Sínodos, santos predicadores, milagros, Santos Padres... para parir un dogma que luego no sirve para nada ni se celebra? ¿Pero no estaba todo claro en la Sagrada Escritura?

Sucede que muchas definiciones dogmáticas  pierden virtualidad, quedan arrinconadas, obviadas, discutidas, no admitidas... Quizá por eso desde hace muchos siglos ha dejado la Iglesia de proclamar Dogmas, no porque no los haya, sino por el poco caso que les hacen incluso sus mismos dogmatizados.

Cuando Sísifo caiga en la cuenta de lo absurdo de su tarea, cuando se entere de que los dioses que le obligaban a ello fenecieron hace tiempo… el pedrusco va a despachurrar a todos aquellos que están en la nava contemplando esfuerzo tan inútil. ¿Y la Iglesia qué?

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