Tertulias de Navidad (3)

La tertulia sobre este monotema no da tanto de sí como quisiéramos. Continúa y termina, porque, además, hoy es “el día”. Recojo las aportaciones al debate de uno y otro con nuevos puntos de análisis. El cupo está completo. No insistan.

¿Qué se celebra en Navidad? Seguimos enumerando motivos de celebración. Igual hasta tengo razón en tales razones.

5) El retorno a la infancia perdida y añorada. Ahí están los niños como texto y como pretexto, inundados de juguetes y concitados a cánticos pastoriles. Es la vuelta a la infancia de cada uno; es la celebración de la inocencia virgen; es el tiempo de los que todo se lo creen, porque creen en sus padres... Son los días en que no hay pudor ninguno en cantar cursiladas como "Ay, del chiquirritín metidito entre pajas", "zumba, zúmbale al pandero", "ya viene la vieja", "brincan y bailan los peces en el río" o "un pastor comiendo sopas". Quizá la Navidad se podría salvar como tiempo festero precisamente por el deseo de que perviva la niñez en todos nosotros. Otra vuelta a los mundos perdidos de que podrían hablar Durkheim, Lévi-Strauss o Mircea Eliade.

6) La necesidad de salvaguardar la familia. Impulso asociado a los niños, que prescinden de dimes y diretes y "adoran" al tío cachondo, juegan con el primo gilipollas y todavía adoran a la abuela que ha perdido definitivamente el caletre. El componente familiar que estas fiestas aportan: la familia sigue siendo algo intocable, algo a preservar, un elemento de seguridad y refugio... para la mayor parte de la gente.

Diríase que la misma climatología se brinda a cooperar con el subconsciente: días en que el frío invita a quedarse en casa, días "obligados" para hacer veladas familiares; se aviva el impulso encenizado que lleva a superar suspicacias y malentendidos con opíparas comidas y cenas y que, al menos por unas horas, reúnen en casa de la madre, del hermano mayor o del abuelo chaveta a la reata de allegados más afines.

7) Y, cómo no, el ansia de superar el miedo al vacío, la necesidad de llenar yermos conceptuales o sentimentales. Perdido el objeto, quedan el sujeto y el festejo. O bien, cuando el contenido y la sustancia de algo que se trata de vender o imponer es evanescente, mayor es el perifollo que lo adorna. Cuando la pretendida joya no pasa de quincallería pulida, más envoltorio la disfraza. No sé lo que celebro, pero me lo paso bien.

Y la tertulia de sobremesa continúa y se alarga. Cajitas, bolsas, celofán, lazos, adornos...

 --Pero ¿qué hay dentro?

--Ah, no lo sé, pero es tan bonito el embalaje [Las cajitas que reposan bajo el árbol navideño]

--¿Por qué se engalanan Madrid, Athenai, Düsseldorf, Kövenhaun, New York, Sidney...?

--Si quieres que te diga la verdad, en el fondo, tampoco lo sé. Pero tendrá que ser por algo, digo yo, ¿no? ¿No es porque Cristo va a nacer, nace o ha nacido?

--Pues será por eso.

--¡Pero sea por lo que sea, está tan bonita la ciudad! 

Y tú, ¿qué celebras en Navidad? ¡No me digas que el nacimiento de Cristo porque te suelto la parrafada del Sol invictus-Horus-Mitra-Jesús!

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