El Universo que se come a Dios.

La teoría darwinista de la evolución explica el paso de los organismos unicelulares primigenios hasta las complejidades de los organismos más desarrollados. Resulta difícil entender cómo de las primeras amebas pudo llegarse a la enorme complicación que supone el ala de un pájaro, el ojo de los mamíferos o el cerebro humano. Pero, en realidad, no hay otra teoría más fundamentada que ésta para dar una explicación de la ontogénesis de los seres vivos.

Y si la evolución explica la formación de características físicas, más fácil y por idénticos procesos se pueden explicar los cambios y procesos ocurridos en la formación de ideas religiosas hasta llegar a la aceptación de espíritus y mundos supra naturales. Las ideas religiosas han cambiado mucho desde las primeras concepciones mágicas. La idea espiritualista de un Dios único se ha ido decantando por encima de concepciones fisicistas o animistas.

La aceptación de tal hipótesis no sólo afecta a quienes se consideran creyentes, como si Dios se hubiera ido revelando gradualmente a lo largo de la historia de la humanidad hasta llegar al tiempo adecuado –Imperio Romano-- y oportuno en que los hombres pudieran aceptar su mensaje de salvación realizado en Cristo para comenzar una etapa nueva. Parece que Dios seleccionó esa época porque entre griegos y romanos habían creado el caldo de cultivo ideal para que él fuera comprendido llegando a este mundo.

Decimos que no sólo afecta a ellos. También a aquellos que no participan de tales supuestos. Para otros, esa idea primera y amorfa que las sociedades primitivas tenían de Dios se ha tornado cada vez más antropomorfa, tanto que el hombre ha deducido que Dios, los dioses, son producto de la mente, de la evolución de ideas o imaginaciones mentales.

Que las ideas evolucionen e incluso que se produzcan mutaciones en la cadena de la vida es algo que al hombre le resulta aceptable y asimilable. Lo que ya no resulta tan inteligible, y esto parece escapar de la inteligencia del hombre, es el inicio de esa evolución. Es aquí donde los creyentes colocan a Dios. Es cierto, las posibilidades de que surgiera espontáneamente la vida en un planeta minúsculo del inmenso sistema solar apartado en un lateral del inabarcable Universo es extremadamente improbable. Una posibilidad entre billones.

Pero también escapa a la inteligibilidad del hombre que el espacio se muestre como infinito: sabemos lo que es una galaxia y cómo en ella se cuentan las estrellas por millones, con sus correspondientes pero desconocidos planetas; y sabemos, también, que se calculan por billones las galaxias existentes en el Universo. ¿Cuántos planetas como la Tierra puede haber en el Universo?

Hace relativamente pocos años se descubrió un planeta similar a la Tierra ¡a 20 años luz! Veinte años luz en el Universo es como hablar de una casa al lado de otra en la misma manzana.

Pensando en esto, resulta más probable, y por lo tanto más lógico, pensar que la vida ha surgido por sí misma en la Tierra o en otros planetas similares –tal como la explica la ciencia por combinación de elementos químicos-- que imaginar un dios surgido de la nada creando seres diferenciados, un dios a la vez creador de todo este universo.

Porque, además y dejando aparte argumentos tautológicos, uno se podría preguntar de dónde ha surgido ese dios que no sería otra cosa que un “deus ex machina”.

Sólo el mismo Dios podría confirmar su existencia. Al menos lo podría dejar claro a estos diminutos seres microscópicos que pululan como minúsculos insectos por un apartado lugar del Universo. Dejarlo al arbitrio de apuestas pascalianas o dependiente de deducciones de los hombres no es serio. Más aún, no convence. Porque… ¿depende la existencia de Dios de nuestras reflexiones? Sigue sin convencer tal pensamiento.

Dios, el relojero del Universo, existente desde siempre, origen del Universo… es igual de lógico como no creer en nada. Más todavía, es menos lógico, porque si de lógica se trata, ese dios es un invento del hombre. Evolución de las ideas primeras. No probada su existencia, la prueba de su concepto es clara: Dios existe por el hombre y en el hombre. El dios actual, producto de la evolución de las ideas.
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