El adolescente Juan Carlos Monedero.

Casualidades de la vida, con dieciséis años de diferencia entre ambos. 

Después de leer hace un tiempo una entrevista sobre su singladura personal y sobre sus ideas, Juan Carlos no me cae tan mal como yo podría suponer por haber pertenecido a Podemos, un partido con el cual no puedo ni quiero congeniar, más que nada porque, de izquierdas y de progreso, tal partido sólo tiene alguna que otra idea, no desde luego, un ideal. Ni menos un proyecto de estado factible. Y menos todavía personas preparadas que pudieran llevar a buen término lo que quieren de España. En el caso de Juan Carlos, una cosa es la persona y otra el carro al que personas como él van uncidas.

Digo que después de aquella entrevista leída he sentido cierta empatía hacia su persona y sus ideas. Juan Carlos ya no es un chaval, a pesar del aspecto joven con que aparece. El día 14 del mes pasado cumplió 58 años. A esa edad, casi todos se han vuelto ya conservadores. Quizá él diga que... para qué cambiar a estas alturas de la vida, cuando la solución gastro económica a la misma le ha venido de la mano izquierda.

Pero no es de eso de lo que versa hoy mi escrito, un relato sobre algo que no pasará de ser un hecho meramente anecdótico. El padre de Juan Carlos regentaba un bar en el número 100 de la calle Ferraz. Durante un tiempo el nombre del bar no tuvo un alias excesivamente decoroso, que no quiero hacer constar aquí.  Todos sabemos lo duro que es mantener un bar, al que unió durante un tiempo una tienda de ultramarinos. Para eso sí que hay que tener vocación.

Nos imaginamos la cantidad de horas diarias que el bueno de Salvador, el padre de Juan Carlos, tuvo que pasar en el recinto del negocio, todo para sacar adelante, alimentar y dar educación a sus seis hijos. Los seis pasaron su periodo escolar en el Colegio SS.CC. (Sagrados Corazones) de la C/ Martín de los Heros. Por cierto, alumno también preclaro de tal colegio fue Julio Iglesias, que mantuvo durante años relación estrecha con uno de sus frailes profesores.

De rebote y quizá por el hecho de haber sido yo alumno del Colegio de los Sagrados Corazones en Miranda de Ebro y mi hermana profesora durante muchos años en tal colegio, fui durante un año profesor sustituto del citado Colegio. Toda una manzana ocupa, edificado en terrenos aledaños a la antigua y tristemente famosa Cárcel Modelo: al NO c/ Romero Robledo y al SE c/ Benito Gutiérrez, hoy Ministerio del Aire.

Mis recuerdos de aquel año, curso 1976/77, son muy vagos y han huido por las cloacas del olvido. Lo que digo, me lo contaron; lo olvidé y ahora que Juan Carlos se encuentra agobiado por cuestiones más políticas que otra cosa, tales recuerdos han regresado al lugar de donde salieron. Lo que digo, como digo, hoy no deja de ser una “anécdota”, por llamarlo de alguna manera, protagonizada por Juan Carlos y compañeros de martirio. Ya digo que no recuerdo gran cosa de aquello porque no estuve concernido en el hecho.

Próximos los exámenes de fin de curso, contando Juan Carlos 14 años, se produjo un revuelo mayúsculo en el Colegio. Un grupo de alumnos, entre los que se encontraba el tal revolucionario muchacho, tuvieron la “ocurrencia” de penetrar en las dependencias internas del Colegio, Secretaría o donde fuera, para hacerse con los exámenes pertinentes. Descubierto el atrevido plan, las “autoridades educativas” tuvieron que reelaborar los exámenes y todo quedó en agua de borrajas para los concernidos “delincuentes escolares”.

Esa fue la única consecuencia que yo recuerdo de aquel acto. No sé si fueron expedientados o si sufrieron alguna suerte de castigo. Es de suponer que su padre, Salvador, del que se conocía su rectitud de conciencia, tomaría cartas en el asunto.

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