El alma que nunca existió.

Expresión coloquial que nos sirve únicamente para retrotraernos a lo que la credulidad entiende como "alma", asunto del que ya hemos hecho mención en estas páginas.

 Porque, ¿qué debemos entender por "alma"?

“Alma: En algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.” (R.A.E.)

Remito, también, a este interesante ARTÍCULO (Naturaleza y Racionalismo: El Mito del Alma Humana.) así como al libro "El mito del alma" G.Puente Ojea. Ed. Siglo XXI 21,50 €, para quien quiera profundizar más.

Digamos, y ya es un asunto recurrente, que no es "quaestio de verbis", es decir, una forma de denominar "algo". Estamos hablando, y por lo mismo rechazando, de "entidades" diferentes (cuerpo, alma). Por supuesto, si se trata de denominar funciones diferentes del ser humano, nada que objetar.

La conciencia de uno mismo, la memoria del pasado, la pervivencia de la verdad adquirida es lo que nos hace sentirnos "yo" desde el inicio de nuestra existencia: nada tiene que ver el cuerpo de aquel bebé jugando en la cuna con ese otro que arrastra su sopor vital tumbado en el sofá, aunque percibamos y seamos sujetos de un "continuum" no quebrado entre ambos.

Dicen los biólogos que cada 7 años se renuevan totalmente las células... excepto las del cerebro, claro.Precisamente la creencia en el alma ha sido la causa de falsos conceptos de la vida, de la sociedad, de la ciencia y de su evolución.

Llamar "alma" a eso que da continuidad al ser es una creencia filosófica, por más que la hayan defendido y mantenido algunos grandes sistemas, significativamente los sustentadores de la creencia religiosa y a su vez sustentados por ella.

Como vocablo, como forma de "llamar las cosas" --sede del pensamiento, origen de los actos volitivos, refugio de la reflexión, plantel de principios morales, etc-- se podría entender; pero como "ente espiritual" que informa al cuerpo, que lo vitaliza, que puede tener existencia posterior aparte, que es sujeto de la gracia divina, que es creación de Dios en el momento de la concepción... nada de nada.Nadie percibe que las facultades "espirituales" –memoria, entendimiento y voluntad, las que dicen son las tres facultades del alma-- sean las mismas de niño que de adulto. ¿Tendríamos que admitir que también ese alma ha sufrido cambios sustanciales a lo largo de su existencia?

Mi experiencia: fue la idea de la unicidad del ser humano --falsedad del dualismo cuerpo y alma separados-- un destello fugaz que me asaltó en aquellos tiempos de Universidad... Pero entonces todavía los lazos de la filosofía y la religión me ataban fuertemente a tal "creencia". Y lógicamente pocos autores se podían consultar para confirmar tal "rayo de luz". Y la idea se impuso.

No hay tal alma, sino un yo vital que se curva sobre sí mismo --conciencia crítica-- que, dentro de su propio crecimiento, de su evolución y disolución, se piensa a sí mismo. No se es "hombre" por tener alma racional inmortal ni por estar hechos, según designio amoroso de Dios, a su imagen y semejanza.

"Imago Dei"... ¿Sí? Por eso los dioses de los negros tienen la tez oscura y los dioses eslavos tienen ese aspecto rojizo con que todos conocemos a sus íncolas. Y si de semejanza se trata, más lógico y cierto es hablar a la inversa: los dioses son imagen del hombre porque "así los pensamos" y sobre todo porque son criaturas del hombre.

El hombre "se hace a sí mismo" sin el aporte benefactor de los dioses. Sólo se elevan al cielo los que se fabrican sus propias alas, los que ascienden con la verdad, los que buscan el bien, los que esparcen bondad en la sociedad: eso ha hecho el hombre. Otros pretenden convencernos de que esas alas las han proporcionado los dioses; se ofrecen, incluso, como "taller de reparación de alas", al que en algunas religiones prescriben acudir semanalmente.

El hombre es un producto más del universo tan evolucionado que ha sabido poner la naturaleza a su servicio, con sus derivados malignos de añadido; que la ha domesticado; que ha sabido crear un sistema complejo y efectivo para comunicarse; que sabe defenderse de forma previsora contra los peligros de esa naturaleza: catástrofes, alteraciones, enfermedades...

O sea, algo exclusivamente humano, producto de la evolución, que ha logrado reflexionar sobre su yo y sobre la naturaleza, admirándose y gozando de ella (término final de una evolución, la curvatura cerebral que ha logrado pensar sobre sí mismo y tener conciencia del yo, con lo que de angustia vital lleva consigo).

Falta que sepa mantenerse dentro de ella y no erigirse en dios de la naturaleza, ni siquiera por delegación de dioses. Dioses, no lo olvidemos, creados "ex machina", como en las obras de teatro griego o romano. 

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