Ya cansa la dichos encíclica.

Sí, y por eso la vamos a dejar por imposible. Parece que Francisco ha querido dejar su testamento político en un envoltorio de ideas semi religiosas, que son más bien subterfugios. Pero es triste comprobar que tiene oreja y que ésta asoma. Quedaría comentar eso del perdón y el olvido, que parece olvidar la justicia, entre otras cosas por la "afección" personal que siento.

Ya dijimos que nadie con un mínimo de buena voluntad puede poner peros a la mayor parte de lo que dice, porque es casi de sentido común... o sentido social, como se quiera. Sin embargo, como siempre, todo lo que ahí se dice puede tener más de una interpretación y, sobre todo, son los hechos los que dan el marchamo de autenticidad a las palabras.

Tanto en referencias de prensa o internet como en conversaciones entre fieles “de base”, aparecen ideas que chirrían y no parece que debiera haber sido un papa católico, guardián de la fe, el que se metiera en tales berenjenales.

Una de esas ideas es la referida a los consumidores. No podemos estar de acuerdo con lo que dice:

Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, etc (Nº 12)  

Luego refuerza estas ideas en un sentido excesivamente negativo. No, el consumidor no es un pelele al arbitrio de los que le intoxican. Ni es un vulgar espectador ante la infección publicitaria. A veces es al revés, que son los propios consumidores los que echan por tierra productos y empresas que no satisfacen sus expectativas.

Y por su parte las empresas, a la vez que satisfacen necesidades responden a los gustos y deseos del público ¡al que sirven! Por supuesto que si un producto tiene éxito, genera ganancias al empresario. Pero de ahí a decir lo que dice Francisco va un abismo.

Pero hay otra idea que chirría más todavía: el asunto de la “función social” de la propiedad. Su teoría parece fundarse, porque lo cita, en aquel texto del Génesis que habla del “creced y multiplicaos y dominad la tierra”, afirmando que toda la Tierra es de todos. Y remacha la idea con una cita de JP2:

"Dios ha dado la Tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno".

Por supuesto que “todos” se aprovechan y viven de los recursos que ofrece la Tierra. No puede ser de otro modo. Y aquí entra la doble o triple interpretación, teniendo que acudir a los hechos, al sentido común, a la organización por medio de leyes de la sociedad para enjuiciar no sé si exabruptos o quijotadas. Tanto la oreja del idealismo como del socialismo, por no decir marxismo, asoman por las grietas de su discurso.  

Sucede lo mismo con Declaraciones de Derechos Humanos o las Constituciones de todos los estados: no por explicitar deseos éstos llegan a término. Casi siempre quedan en nada, porque una cosa es predicar y otra dar trigo. Siempre.

Y no hace falta retrotraerse y citar a San Juan Crisóstomo para remachar sus ideas. Ese pensamiento de "si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando" (119) puede ser burda mentira o peligroso engaño.

Entre otras cosas, esa “función social” de la propiedad puede significar ponerla al servicio y, sobre todo, al arbitrio del poder de turno, que bien sabe lo que hacer con los bienes de los particulares. Ahí están los hechos: el comunismo.

Y respecto a que unos tienen más y otros menos, se olvida el buen papa de cosas como la preparación personal, los méritos, el saber hacer, la meritocracia, las cualidades personales, el estímulo de poseer algo porque “se lo ha trabajado” o lo quiere para sus hijos... 

¡Hala, como en el socialismo, todos iguales, pero por abajo! Pues bien, no todos somos iguales.

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