En el cielo no se consume carne de cerdo.


El otro día trajimos aquí a colación un chascarrillo histórico, a saber, el origen de esa "afición" de los españoles por el jamón curado, el mejor del mundo, por cierto. Ni más ni menos que del afán por descubrir judaizantes entre los neobautizados tras la expulsión de los judíos en 1492: en festividades importantes u otros acontecimientos sociales se ofrecía en bandejas productos de charcutería; si a un ex judío le ofrecían jamón o chorizo y mostraba repulsión o asco o se abstenía o daba muestras de desagrado, era indicio de vuelta al judaísmo y de que su fe no era sincera. ¡Qué confusión entre hábitos heredados de la niñez y fe! Pero, en fin, son tiempos pasados, dirán los excusantes de turno.

Añádase el hecho siniestro de que hasta el apetecible jamón ibérico, en manos de un fanático cristiano, se convertía en un elemento de tortura.

No caían en la cuenta las autoridades inquisitoriales del asco que podían sentir los judíos obligados a comer carne humana y beber sangre, dado que "ahí" estaba realmente el cuerpo y la sangre de Cristo. ¿O en el fondo ni los mismos cristianos viejos se lo creían?

Todas las religiones tiene sus necedades sobrevenidas o derivadas de la primera. Una de ellas es la manía de prescribir dietas a sus fieles. A unas les da por imponer el consumo de pescado los viernes de cuaresma, con lo caro que se ha puesto hoy día el pescado; a otras por adorar a las vacas, con lo mal que huelen; a otros por prohibir el marisco; a otras por reglamentar mataderos y matanzas para sean "kosher"; y a otras por prohibir la carne de cerdo... --y perdónenme estas religiones por citar siquiera el nombre nefando--, que también es gorrino, puerco, marrano, verraco, gocho,lechón, cochino... (¿Por qué tal prodigalidad onomástica? ¡Curioso! ¿Es que el gallo o el cabrito no tienen igual dignidad?)

¡Qué empeño! Los musulmanes salafistas condenan a los judíos porque se han convertido en "monos" y "cerdos"; el Corán tacha la carne de cerdo de impura y "abominable". Pero, curiosamente, la prohibición de comer cerdo ¡proviene de los judíos!

"Rebelión en la granja", de G.Orwell, es un libro maravilloso que hoy leen hasta los escolares anglosajones. Aparte de su crítica despiadada al régimen dictatorial ruso, el hecho que importa para que sea porhibido entre los musulmanes es que quienes se rebelan ¡son los cerdos! Que luego lleguen a formar un régimen despiado, cruel, etc. les importaría poco. (Frase de ese libro que ha pasado al tópico común: "Los animales son todos iguales, pero unos son más iguales que otros") Lógicamente cuentos como "Los tres cerditos"... no son conocidos por los niños islamizados. Curiosidades de las religiones.

Pero ¿por qué el cerdo? ¿Habría alguna razón objetiva para ello?

Dicen que en los países cálidos su carne es difícil de conservar --mentira-- y es portadora de la temida triquinosis. Bueno, también lo sería en España, digo yo. Quizá sea porque su pezuña geminada recuerda un tanto al diablo, aunque lo más probable es que fuera antes el cerdo que el diablo. Podría ser. Atavismos incomprensibles que crean un REAL problema en los comedores escolares de toda España. Absurdo.

No es cierto que los cerdos sean "guarros": criados en piaras no son tan "cochinos" como los estabulados ni huelen tan mal.

Pero ¡vamos a ver! ¿No concibe esta gente de menta estrecha que fue Dios el que "diseñó" también al cerdo? ¿Por qué entonces le prescribió al mamífero mayor, al hombre, que evitara el contacto gastroduodenal con él? Mamíferos que se creen superiores para freirnos con los petrodólares son inferiores incluso a sus detestados enemigos.

Y si nos movemos en campos también sanguinolentos, como es el de los trasplantes, ¿no es el cerdo uno de los más cercanos al hombre? Piel, válvulas cardíacas, riñones... pueden ser tolerados por el hombre. Agradecidos deberíamos estar a un animal del que todo se aprovecha. Todo.

¿Qué explicación puede haber a tal rechazo? Aventúrela quien lo sepa. Frazer dijo algo, pero tampoco convence mucho.

Quede tal prescripción y proscripción como una muestra más de irracionalidad religiosa que en Occidente es motivo de sarcasmo pero que puede ser mortal para quien ose hacer el oso en Oriente jugando con morcillas, jamones, chorizos, lomos, chuletones, rabos o caretas, incluso pelos, de este chillón compañero.

Lo cierto es que a aquellos niños sarracenos del colegio les convencimos de que la carne que comían era cordero, tal como en el menú aparecía, mientras los demás comían cerdo. Tan sabroso que les sabía. En la tierra es un placer, en el cielo un tabú. Otro motivo más para desconfiar de tal caverna celestial.

Donde prohiben el jamón ibérico no aparece el comensal hispano.
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