Cuando yo conocí a Pablo Casado.

Al rebufo de lo acontecido ayer en Cataluña y con el optimismo de que hay futuro. Que éste no sea muy lejano. 

Escribo estas líneas con la esperanza fundada de que le lleguen al interesado, el jovenzuelo Pablo Casado, que parece no haber madurado todavía en las lides en que en otros tiempos se vieron Espartero, Narváez o Bravo Murillo, por citar tres que bregaron contra “los duendes de la camarilla” sabiendo lo que tenían que hacer y poniéndose en el sitio donde debían estar.

Los años, que dan cierto sosiego al entendimiento, y la lejanía respecto al fuego en que Pablo “Cansado” y sus camareros se queman, me conceden el privilegio de poder otear desde mayor altura y desde distancia prudencial la lid que en el estrecho valle de Cataluña se ha producido, finalizada con el sonoro revolcón recibido. Una batalla no es la guerra, pero se tarda mucho en reconstituir las fuerzas vapuleadas.

El domingo pasado se celebraron las elecciones catalanas con el resultado de todos conocido. Para algunos significaba llanto, para otros crujir de dientes y para mí, con muchas matizaciones, un horizonte optimista. Sí, optimismo, a pesar de la sangre vertida.

Dos son los signos que me inducen a ser optimista: la fuerte abstención y la irrupción en el campo de batalla de Vox. A poco que se enteren los grandes derrotados y a poco que los desanimados abstencionistas reciban una transfusión de sangre democrática, toda esta patulea de in-gobernantes taifeños se irán a ramonear o mendigar árnica a sus cuarteles de invierno, situados en el pozo de la historia.

Pero vengo a lo que quería, el día en que conocí, saludé y charlé con Pablo Casado. No es por echarme flores ni preciarme de ser discípulo de Nostradamus ni venir ahora con zarandajas, pero yo se lo advertí.

Le sitúo a Pablo en el lugar, el día y la ocasión. Estábamos en la Iglesia Castrense que, como todos saben, se halla en la C/ Sacramento de Madrid, al lado del monumento a quienes perdieron la vida por la bomba de un ácrata, Mateo Morral. Sí, un anarquista, de la casta irredenta de la izquierda, que lanzó su mortífera bomba desde la casa de huéspedes de la calle Mayor, nº 84 donde hoy sirve comidas la Casa Ciriaco, un 31 de mayo de 1906, cuando Alfonso XIII regresaba a Palacio desde la iglesia de los Jerónimos donde se había casado.

No era boda lo que celebrábamos allí sino algo bien distinto, un funeral. Día 5 de noviembre de 2015. A.E. que había sido profesor suyo en el Icade de la C/ Alberto Aguilera, había perdido a su mujer, Ángela. Como amigo que soy de tal profesor, me fue encargada la labor de solemnizar la ceremonia y a tal efecto preparé el Coro y los solistas, del CNE, y un programa que a todos sorprendió.

Alguien poco comulgante con funerales lacrimógenos, a la salida, alabó el magnífico “concierto” al que habían asistido. Puede quien quiera tomar modelo. A la entrada, Gott ist mein Lied, de Beethoven; Kyrie de la misa de la Coronación de Mozart; tras la lectura, Lascia ch’io pianga, de Rinaldo (Händel); en el ofertorio, “Sancta Mater istud hagas”, del Stabat Mater de Pergolesi; Sanctus, del Requien de G. Faurè; Dona nobis pacem, de la Misa de Coronación; en la Comunión, Jesus bleibet meine Freude, de Bach y Litanei-Ruhn in Frieden, de Schubert, versión mía para coro. Para la salida, “La Vergine degli Angeli”, de La forza del destino, de Verdi.

Mi amigo A.E. quiso presentarme a Pablo Casado, cuando ya pocas personas quedaban en el recinto. En el pasillo central tuvimos una breve conversación de la que entresaco algo que yo le dije, haciendo alusión a la coincidencia de nominarnos ambos “Pablo”:

--¿Y no sabes lo que quiere decir nuestro nombre, la etimología del mismo?

-- ¿?

–Pues viene del latín “paulum” o paulus o paulo... con significado de pequeño, débil, poco, insignificante.

–Ah, vaya, lo tendré en cuenta, fue su contestación.

Le deseé suerte en su trayectoria vital y ahí quedó la cosa.  Yo no le conocía de nada, pero, de hecho, por aquellas fechas, 2015, ya comenzaba a ser “alguien”, como luego comprobé al leer su currículum. Aquello de “lo tendré en cuenta” ¿en qué sentido lo dijo, me digo ahora? ¿En hacer honor a la etimología o en sobreponerse a ella? ¿En querer ser “hombre de estado”, un estadista, o seguir siendo un innominado diputado que vota en las Cortes como indique el rabadán? ¿En marcar él la política o en seguir los dictados del comité acomodaticio?

Sinceramente creo que Pablo Casado vale. Tiene cualidades. Ostenta además la jefatura de un partido que puede tomar las riendas de España. Tiene posibilidad de conseguir lo que Arrimadas consiguió en Cataluña. Pero... todavía es “paulum”, no es él. Ésta es mi decepción. Cada uno ha de hacer con su nombre lo que le pide el puesto en el que la historia le ha situado, pequeña como la mía o grande como la suya. ¿Cómo?

Traigo ahora a colación lo que arriba he dicho: la edad y la distancia me sirven de consejeros. A lo que añado las infinitas lecturas sobre la historia reciente tanto de España como de Europa, sobre todo del siglo XIX y comienzos del XX, época en que se guisó el cocido de que ahora se nutre nuestra historia actual. Y a lo que sumo el lamento de la familia que tengo en Cataluña.

Terrorismo y nacionalismo, cáncer y gangrena de la democracia, origen de las dos guerras más salvajes de la historia. El nacionalismo serbio, chispa de la I Gran Guerra que dio lugar a la II GM. Ambos, opresión y subversión, fascismo y propaganda, de palabra y de obra. No se puede convivir con esta hidra. No se le puede conceder nada. No se la puede dejar crecer. Hay que asfixiarla. Ni conceder nada y ni siquiera permitir lo que dicen que hay que permitir, la expresión de las ideas. De las ideas nacen los actos; el que no piensa, se guía por lo que otros le dicen y utiliza su cabeza para embestir. Y embiste. Y tira piedras. Y usa pistolas. Y ciega iniciativas. Y expulsa negocios. No, no todas las ideas son admisibles.

Cataluña ayer y mi cauteloso optimismo si hay “alguien” que se atreva. Recordemos: abstención histórica de quienes ven que nadie hace nada por ellos; salida al escenario de quienes, de alguna manera, pretenden enfrentarse a la hidra.

Entonces, Pablo Casado: ¿qué? Mis palabras aquel 5 de noviembre de 2015. Supera de una vez el ser “paulum”. Fuera las medias tintas; defensa a ultranza de la Constitución hasta en sus mínimos detalles; no pasar ni una; denunciar en los juzgados; fortaleza frente a las embestidas; desenmascarar a los provocadores; cortar el grifo a los que justifican o alientan; reafirmar a los que sufren; apoyar a los que te apoyan... De momento sigues siendo “paulum”...  Creo que tienes a Sor Patrocinio y al padre Fulgencio mezclados entre tus consejeros. Que no sea tu paso por la historia de España como el Gabinete Relámpago del Conde de Clonard.

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