Los crédulos están en posesión de la verdad

Religión Digital es, unas veces, espacio multifacético de información y, las más, de opinión, como es nuestro caso. La opinión, cuando no deriva en tira-trastos, suscita la polémica, algo que puede enriquecer a quienes debaten. Ahora bien, aquélla se torna imposible cuando para lidiar con la credulidad le mandan a uno a la escuela, por supuesto su escuela, tachándole al contrario de inculto, ignorante y superficial.

Eso sí, por ser la religión una escuela de amor, primero apodan al contertulio “amigo” aunque, por aquello de “amice, ad quid venisti?”, lo hacen Judas nada más empezar. Lo de “amigo” ya mosquea. Luego, y sin previamente haber argüido nada, le llaman a uno ignorante, con lo cual el escribano se mosquea más todavía. En tercer lugar le pretenden confundir con argumentos previamente confusos, que nada tienen que ver con el asunto, por lo general “ad hominem” del estilo “más lo eres tú” o “ya lo decía la Biblia” o “qué me dices de tantos hombres creyentes ilustres”...

Hubiese querido contender con alguien que me persigue en el blog, pero no puedo; y no puedo por no situarme en los niveles de reduccionismo y mezcolanza en que, como buen creyente, se coloca. Para contender hay que situarse al menos en los mismos planos intelectuales: si a uno previamente le perdonan la vida, poco se puede discutir; si el que piensa por su cuenta, dejando de lado credulidades, es tachado de “pervertido”, ¿a qué puede apelar? ¿Quizá a su caridad cristiana?

Es un continuado decir algo así como que suelto despropósitos; mi descalificador personal duda de que haya  terminado los estudios elementales; más o menos me sugiere que me pase  por la escuela de vez en cuando; y, continuamente, que soy un ignorante.

Ante afirmaciones no diré tanto como insultantes pero sí descalificadoras, ¿qué se puede decir? Me produce sonrojo desvelar que, si después de haber hecho tres carreras, dominar cuatro idiomas, haber sido profesor durante 25 años, haber escrito cinco libros de muy distinto carácter, amén de otras “habilidades profesionales” que no hacen al caso, todavía hay que pasar por la escuela para escribir cualquier nadería en RD, apaga y vámonos.

Los “crédulos” tienen otra ventaja sobre los “razonadores”, cual es la carga semántica de las palabras que como dardos utilizan: tildar a uno de “ateo”, “laico”, “anticlerical” como hace el supradicho, es disponer a su favor de toda una historia denotativa de opresión sobre el que piensa que juega a su favor.

Los “razonantes” todavía no disponemos siquiera de vocabulario ni pretendemos un territorio que decir propio ni guardias suizos parafernales: nos basta un suelo patrio al fin democrático regido por gobernantes que ya no lo son “por la gracia de Dios”.

Respecto a la búsqueda de la verdad, un creyente piadoso, un sacerdote, un teólogo... pasa cuarenta años de su vida leyendo libros piadosos: con ello será más piadoso o crédulo todavía, pero jamás razonante. Para serlo y poder juzgar, debería situarse en una postura “acrítica”, “aséptica” y “receptiva” y pasar otros cuarenta años leyendo en paralelo libros contrarios: eso sería lo racional.

Pero no, las otras lecturas, proscritas por satánicas, las arroja de sus manos: ¡se confiesan incluso de leer libros malos! Tremendo. Cuando se piensa, se estudia y compara, como ha sido el caso de muchos que creyeron y pensaron, las hostias se convierten en ruedas de molino y, leyendo a Dumezil, Frazer, Paul Kurtz o Mircea Eliade, hallamos, entre otras cosas, más “pre-vírgenes María” de lo que fuera de desear.

Pero a éstos, cuando exponen lo que creen, pronto los encasillan en cualquier secta anti creyente, incluso les llegan a tildar de comunistas. Por ponerme la venda antes de que me hieran, afirmo que todos los fundamentalismos son nocivos y algunos hasta criminales. De ahí que me considere furibundo anti comunista, sabedor de la aberración y el drama humano e histórico inherentes a tal ideología; e iracundo anti fascista; y rabioso anti nacionalista; y furibundo “anti todo aquel” que ponga la “idea”, el “credo” y el “sistema” por encima del hombre.

No se puede admitir que las muertes maoístas, stalinistas o polpotianas se esgriman para hacer buenas las de la “guerras de religión” o las matanzas de Bosnia o Argelia. Todas las muertes son ignominiosas y casi todas propiciadas por un credo, el que sea.

Jamás entrará en mi espíritu escupir a nadie que piense: sólo se debe sentir escupido el que no tiene argumentos con que rebatir al rival. Pero algunos lo siguen haciendo por hacerse dignos de quien creen que los salva. ¿Escupir “gracias” a que hubo un Jesús de Nazaret? Tamaña afirmación descalifica a quien la dice.

¿Alguien percibe las premisas de tal silogismo? Más cierto es que si hoy se puede enfrentar uno –no escupir-- a la credulidad, es precisamente porque la cabeza, asiento de la razón, ya no teme ser desgajada de un tajo por cualquier fanático espantajo: en tiempo de Calvino yo hubiese sido el más fervoroso y piadoso reformista.

Por todo ello ¡cuán difícil es contender con un crédulo! ¡Es imposible! ¡Están en la verdad! Razones como las del “comentador” al que no cito harán que Religión Digital quede en patio de Monipodio donde se tiren cantos unos a otros por un quítame allá esas pajas que impiden al uno subir de canónigo a archimandrita; o en una sección de “Ecos de sociedad crédula”.

Los demás, por pensar o simplemente por ver, estaremos dando de lado tanta credulidad infantil, tanto rito vacío, tanta psicología barata, tanto “llenar el tiempo con”, tanto sanatorio del espíritu, tanto arrobado con “Señor yo creo, pero aumenta mi fe”.

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