Un dios constreñido.

Yahvé, Dios, por medio de Moisés entregó al pueblo hebreo en el Sinaí el Decálogo que debía regir el pacto de Dios con su pueblo, elegido por él.

Se da por hecho que el pueblo de Israel es el pueblo elegido por Dios, pero no se va más atrás, a tiempos previos a tal elección. Es de suponer que Dios no obraría al azar al elegirlo.

Es decir, algún mérito habría hecho el pueblo hebreo para ello. Y si de méritos hablamos, ¿no podría haber habido en Micronesia, en Japón o en la selva del Amazonas algún otro grupo humano con iguales méritos? ¿Y por qué un solo grupo de hombres y no toda la humanidad? Quizá sean preguntas ociosas, pero tenemos derecho a hacerlas.

Por más que el Antiguo Testamento se desviva en eso de ser el elegido, con méritos más que demostrados y suficientes para ser luego rechazado, el porqué Dios eligió a éste y no a otro pueblo sigue siendo un misterio para cualquier profano o para quien, ajeno a las explicaciones bíblicas, se acerque al conocimiento del mundo de los dioses.

La explicación de los distintos preceptos del Decálogo y sobre todo la justificación del "no matarás" es clara, pero tal explicación conduce a conclusiones sobre tal dios que realmente no querrían admitir quienes la formulan.

Decimos que las justificaciones al uso son bien conocidas. El Decálogo es un conjunto de normas “de obligado cumplimiento” para quienes forman la comunidad hebrea. “Tú, judío, cumplirás estos preceptos pero sólo por ser y para ser judío”. No rigen con relación a los no judíos. No podrás matar a un “hermano”, pero sí a quien no pertenece a tu comunidad y venere a otro u otros dioses.

Entendido así el asunto, no hay contradicción alguna en las normas. La orden taxativa de “no matarás” se torna compatible con la legitimación de poder exterminar a todo un pueblo o expulsarle de su territorio.

En este sentido tales preceptos son la base para la configuración de un pueblo, para la estructuración de una comunidad de creyentes en un dios único. Esta interpretación coincide con la tesis esgrimida por Trotsky en su libro “Su moral y la nuestra”. Basta cambiar los sujetos:

“...en todas las cuestiones decisivas, los hombres sienten su pertenencia a una clase, mucho más profunda e inmediata que su pertenencia a una ‘sociedad'. (...) La solidaridad obrera, sobre todo durante las huelgas o tras las barricadas, es infinitamente más ‘categórica' que la solidaridad humana en general".


La pertenencia a un pueblo escogido por el mismísimo Dios es de tal modo vinculante que el elegido por Dios defenderá al grupo al que pertenece hasta poner en peligro su vida o perderla. Llamar a esto fanatismo no explica de modo suficiente tal vínculo.

Podría parecer que la declaración “no matarás” es una declaración universal, es de derecho natural, está implícita en el concepto de "hombre". No es así. Urge su interpretación, ésa a la que procedieron los mismos judíos (por boca de Dios) y luego los cristianos, que según su propósito se consideraban "católicos", es decir, universales (kazolikós = universal, general).

A continuación de la formulación del Decálogo, el resto de los libros del Antiguo Testamento es un continuo “mata, que yo te lo ordeno”. Un fin partidista que justifica cualquier medio. Todo es aniquilar personas, quemar cosechas, arrebatar bienes, desposeer de propiedades. Hombres, bestias, mujeres, niños, ancianos, asnos, toros y ovejas –dice Josué 6, 21—han de ser pasados bajo el filo de la espada. Curiosamente sólo se salva la prostituta Rahab y su familia.

Decíamos arriba que las conclusiones que se derivan de un pacto tan parcial no las podría admitir el fiel hebreo: un Dios que tales pactos realiza es un dios falso.

¿Cómo es posible que todo un Dios pueda emitir y prescribir tales normas? Pues sí, es posible si hablamos de un dios local y tribal, no un dios universal. Necesariamente debemos deducir eso del modo como guía a su pueblo.

Parecería, además, que Dios necesitara un grupo humano específico, elegido por él, para poder disponer de un conjunto de fieles que lo adoren y veneren. Absurdo pero lógico.

¿Puede cualquier persona que piense un poco que un dios pueda ser admisible? No contesten con otras citas bíblicas donde tal dios aparece como padre amoroso: quedémonos con algo que también es "palabra de Dios".
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