Con el evangelio a cuestas.

Resulta revelador cómo en el NT se insiste una y otra vez en “y esto sucedió para que se cumpliera la escritura que dice...”.

 ¿Por qué esa insistencia si luego se han desdicho de todo lo que el AT prescribe? Las referencias suelen estar tan traídas por los pelos que nadie nos impide pensar que tales cosas “dijeron que sucedieron” porque estaban anunciadas, aunque no sucedieran.

Copio una afirmación que no deja de ser eso, afirmación, para unos gratuita para otros digna de tener en cuenta:

...el “Nuevo”es también una obra de carpintería tosca, ensamblada de manera forzada mucho después de acaecidos los pretendidos acontecimientos y llena de vacilaciones e improvisaciones para presentar los hechos de forma adecuada (predeterminada).

La cruda realidad es que el NT... es una caótica acumulación de documentos más o menos discordantes, algunos de ellos probablemente de origen respetable, pero otros palpablemente apócrifos y que la mayoría de ellos, los buenos junto a los malos, muestran signos inconfundibles de haber sido manipulados (H.L. Mencken. Treatise on the Gods)

Es curioso que a esta conclusión los que primero llegaron fueron los estudiosos bíblicos que querían confirmar la veracidad histórica de las Escrituras. Y se encontraron con lo contrario, con que no podían confirmar nada.

Algo que, por desgracia para la verdad y la praxis, no ha trascendido al vulgo que sigue pensando en la veracidad y autenticidad del Libro. ¿Por qué? Por muchas razones: por el machaconeo continuo del clero interesado... o ignorante; por el interés en que todo siga igual; por el problema de entender el fondo de la cuestión; incluso porque los lugares bíblicos donde dicen que sucedió todo eso merecen ser visitados... (Lugares, por cierto, destruidos por el santuario tal o la iglesia cual).

En el texto de H.L. Mencken se habla de “manipulación” en el NT. Precisamente una de las manipulaciones más flagrantes e interesadas es escribir un evangelio para culpar de la muerte de Jesús a los judíos y exculpar en cierto modo a los romanos... ¡que, pobrecitos, no podían hacer otra cosa que condenar a Jesús!

Origen del antisemitismo secular. Sin caer en la cuenta o, peor aún, siendo conscientes de la inmensa injusticia que ha sido culpar a los hijos de los hijos de los hijos por una supuesta acción criminal de sus ancestros.

¿Otros tiempos? ¡Quiá! Por lo menos hasta 1965 se mantuvo la acusación de deicidio sobre todo un pueblo. Hasta entonces se decía piadosamente: “Oremus et pro pérfidis judaeis...”. Y, lo quieran o no, no se cura una tradición secular de persecución y muerte con un cambio en las palabras. Reos son.

¿Por qué será que ninguno de los cuatro evangelistas pueden ponerse de acuerdo en detalles sobre aspectos relevantes de su credo o de hechos relevantes de la “historia”, más bien novela, de Jesús? Por ejemplo, la maternidad de la virgen; la genealogía de Jesús; detalles de la muerte y resurrección... Son los detalles los que traicionan, como en una investigación criminal son las cosas más nimias las que delatan al asesino.

 Incluso cuando aportan datos históricos, todo lo confunden: Lucas, que se esmera en triangular otro hecho histórico, el nacimiento de todo un dios, habla de César Augusto, Herodes, Quirino... Pero hoy sabemos que Herodes murió 4 o 5 años antes de nacer Cristo; hoy sabemos que durante su mandato, Quirino no fue gobernador de Siria; hoy sabemos que no hay mención alguna en textos romanos de ningún censo; Josefo sí habla de un censo, pero sin la obligación de acudir al lugar de procedencia (¡vaya tontería más absurda!); hoy, en fin, sabemos que tal pretendido censo se realizó seis años después de nacido Cristo.

 ¿Inspiración divina, revelación? ¡Gaitas! Todas esas contradicciones la echan por tierra. Pero, además, está el dato cierto de que todos los evangelios parecen ser inspirados o copia reelaborada de algún texto o textos previos ¡desaparecidos! Bueno, sí, la y los sabemos: recopilación de dichos de Jesús, un códice común (Quelle /kvel.l/ = códice Q) del que toman datos los sinópticos...

¡Vaya cuidado tuvo Dios y tuvieron sus fieles en conservar su palabra, de la que no quedan originales y todo es copia de copia de copia! Mejor para la fabulación, claro.

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