¿Qué es fe?

Pensamientos al regreso del paseo mañanero. 

Así era la pregunta del Catecismo que los de más de X años estudiábamos y aprendíamos de memoria: “qué es fe”, no “qué es la fe”. La respuesta a la segunda pregunta, hoy, es prolija por boca del que sepa un poco; para los del Catecismo era simplemente “fe es creer lo que no vimos”. Creo que es mejor respuesta la de san Pablo: “la fe es seguridad de las cosas que se esperan, demostración de las que no se ven” (Hebreos 11,1). Alguien añadió que tener fe es tener esperanza en aquello que no se ve, pero que es verdadero.

¿Y tenemos que admitir tales afirmaciones? No porque lo diga un pensador del pasado tan egregio o engrandecido por la propia sociedad creada por él, como Pablo de Tarso, se deben admitir barbaridades. Lo anterior son verdaderas aberraciones para quien es o pretende ser persona humana, a la que guía el sentido común.

O sea, yo espero algo, lo que sea, por ejemplo, que voy a rejuvenecer treinta años tomando infusiones de cilantro todas las mañanas; como lo espero, estoy seguro de ello. Pues eso es tener fe. ¿Pero es cierto eso? ¡Y yo qué sé! Pero esperarlo me da seguridad.

Pero la fe es también demostración de algo que no se ve. Más o menos, que es lo mismo, la fe crea lo que cree. Lo que sea, desde que en el mundo, de la noche a la mañana terminarán las guerras y esto será una balsa de paz y amor, hasta que existen brujas, gnomos, reyes magos papás noeles. ¡Viva la fe que me asegura cualquier cosa!

Pues lo dice el máximo teólogo de la más importante sociedad de rezadores. Me argumentan que la fe no tiene relación alguna con hechos, cosas, esperanzas humanas; que la fe impera en el reino de la religión; que la religión es fe.

Digan lo que quieran, el hecho de tener fe ha de llevar consigo un cierto grado de seguridad en lo que se cree, si no, es pura “credulidad” infantil. Fe, en el fondo, es dar asentimiento a lo que personas pretendidamente sesudas, a veces hasta bien intencionadas, afirman. Casi siempre se confunde el “creed esto” con el “creed en mí, que ni engaño ni puedo engañar”. Al decir esto, ya está engañando.

Una persona “normal” no puede asentir ante ninguna de las dos afirmaciones, ni al “creed cualquier cosa que os diga” ni al “creed en mí, que soy lo que soy, que estoy por encima de vosotros, que he estudiado Teología, que tengo visiones, que obro milagros, que entrego parte de mis bienes a los pobres, que doy de comer al hambriento”.

La persona “normal” tiene que tener una cierta “seguridad propia” respecto a lo que cree, por aceptación racional directa. Y tiene que tener seguridad de lo que cree, no al revés, creer para tener seguridad de ello. Y lo de demostración de las cosas que no se ven... pues, oiga, por respeto presupongo a la gente del primer aserto más sensata de lo que parece.

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