La historia se puede contar de muchas maneras… sobre todo la de la Iglesia (1).
San Dámaso (304-384) ha pasado a la historia, la historia de la Iglesia, como uno de los mejores papas, tanto por la santidad de su vida como por el gobierno que ejerció sobre la Iglesia. Fue elegido papa a sus 62 años. Eso dicen, repetimos, las “historias eclesiásticas”
De los acontecimientos de esa época escribe un historiador contemporáneo de Dámaso I, Amiano Marcelino. Copiamos dos citas, la primera de nuestra “historia” de cabecera, escrita por los jesuitas Llorca, García-Villoslada y otros. T.I pág.470.
Dámaso I forma uno de los pontificados más brillantes de la antigüedad cristiana. De origen probablemente español, o tal vez del actual territorio portugués, tuvo que luchar en un principio con el antipapa Ursino o Ursicino; mas, dominada esta dificultad, trabajó incansablemente durante su gobierno relativamente largo para levantar el nivel cultural de la Iglesia de su tiempo.
Y de su acceso al poder, no dicen más.
Amiano Marcelino (circa 330 – c.400) es el historiador de referencia de los hechos acaecidos en su siglo, el IV. No era cristiano y no tenía ninguna simpatía por el cristianismo al que veladamente acusa de la decadencia del Imperio Romano.
Cuando se ve el fasto mundano que rodea esta dignidad, no sorprenden las pugnas que hay para conseguirla. Los que aspiran a ella saben muy bien que una vez obtenida, sus deseos en lo que se refiere a los favores de las damas, serán cumplidos; que su cuerpo será llevado siempre por carrozas; que vestirán con incomparable magnificencia, y que su mesa aventajará a la de los emperadores. Sabido esto ¿extrañará cuanto se haga, por atroz, falso o bajo que sea, con tal de alcanzar tal prebenda? No obstante, tal vez serian más felices si en vez de buscar en la grandeza de la ciudad un pretexto para sus excesos, tomasen como modelo a ciertos obispos de las provincias, que siguen un régimen severo, que llevan hábitos toscos y pobres, que van con los ojos bajos hacia la tierra. Estos, a causa de la pureza de sus costumbres y de la sencillez de su vida resultan agradables al Dios eterno y respetables a todos sus verdaderos servidores.
Amiano está hablando de los papas del s. IV, conocidos por él y, casi con toda seguridad, del modo como Dámaso accedió al poder. Para precisar esos sucitos datos que nuestros historiadores jesuitas ofrecen más de mil quinientos años después, volveremos mañana sobre el mismo asunto. Quizá por aquello de confirmar el dicho de "cómo se escribe la historia"