Ser humanos para estar más cerca - 2

No debemos ser tan categóricos y excluyentes al juzgar a los demás; con los mismos argumentos nos pueden juzgar, y condenar, a nosotros. 

El ideal es una abstracción que genera ideas. Pero es sabido que frente a un “ideal”  improductivo sólo “las ideas” procuran progreso efectivo. Veamos el caso del cristianismo. El “ideal” de perfección, de salvación, de amor… está cumpliendo los  2.000 años de "vigencia": nada por lo que murió su fundador ha tenido pleno cumplimiento;  el hombre sigue igual (de malo) que antes. ¿No fue salvado?

 Más o menos 200 años, cuando el hombre renacentista al fin pudo asentarse en un racionalismo independiente , lleva la humanidad “pariendo” ideas de democracia, respeto a la persona, sujeto de derechos y deberes, igual ante la ley… y con el aliento y el afán de procurar un mundo mejor para los hijos en ámbitos donde ello es posible. Cierto, falta mucho por conseguir pero, al menos, tenemos sociedades más “humanas”, democráticas, civilizadas, sujetas a leyes y penas, y respetuosas con el pensamiento ajeno (a pesar de todos los pesares).

Los párrafos anteriores son “puntos de reflexión”, discutibles, en modo alguno axiomáticos… ¿se puede debatir sobre ellos? Es seguro que, al calor de la discusión o haciéndose confidentes unos de otros terminada ésta, la opinión sobre el contrincante no varíe de los siguientes adjetivos: 

Ciegos ante la verdad; desafortunados en el debate; penosos en los argumentos; de vida triste por vacía; irónicos con lo que desconocen; irrespetuosos con el pensar y sentir de los demás; en el fondo, cobardes ante la verdad. Por supuesto, increyentes por no decir ateos, que es el súmmum de la perversión,

Lo primero que se nos ocurre es una pregunta: ¿hay algún argumento en estos epítetos? Pues respecto a la ceguera por prescindir de la fe, es una cuestión de enfoque (valga la ironía), porque si yo creo que la única luz que tiene el hombre para andar por la vida es su RAZÓN, o sea, el "sensus communis", ¿qué es la credulidad sino bruma del pensamiento?

En la vida normal y corriente, todos se guían por su razón, por su sentido común, por el pensamiento dominante, por el qué dirán incluso... ¿Es que recurren a las bienaventuranzas para discutir los problemas de su comunidad de vecinos? ¿Recurren al sermón de la montaña para charlar en la tasca con los amigos? ¿Echan mano del evangelio del domingo para sentar una hipoteca bancaria? ¿Solucionan el problema del hijo drogodependiente con la lectura del Apocalipsis?

La instrucción que nutre la cultura es, por otra parte, fuente de pensamiento. La instrucción sesgada produce pensamiento sesgado. Cuando uno ha visto las distintas opciones sobre un asunto y se ha informado con imparcialidad –y aquí lo procuramos-- es cuando puede optar por lo que más le convence, sin intromisiones del psiquismo menesteroso.

Ejemplo: si yo digo que vírgenes María había a cientos y con escarbar sólo un poco en la mitología se ve; si digo que Cristo –dejemos lo de Jesús— es un refrito centón de mitos, sin consistencia real... al punto soy tachado de "necio", “incrédulo” y “pervertido”. Jamás pensarán que quizá sea verdad.

Y respecto a “meterse con la religión”, ¿no encuentra el crédulo lógico que ella reciba el mismo trato que en otros tiempos dispensó a aquéllos que querían pensar por su cuenta? Con la diferencia de que, hoy, la persona queda a salvo. Antes dominaba la credulidad y eso parecía estar bien, más que nada por temor a la pérdida del garguero; ahora domina la racionalidad y ya no está bien. Por eso, cuando se esgrimen argumentos --oh, son ataques--, chillan como conejos heridos tachando de “invidente” al contrario.

¡Razonemos, criaturas, y no descalifiquemos! Es necesario y conveniente discutir, no es inútil ni capcioso discutir, pero a los crédulos les suelen faltar razones y por eso se llenan de convicciones que transforman en grita. Las razones sólo las tienen los que piensan y deducen.

Un ejemplo: recuerdo, a mis 19 años, trabajando en una empresa constructora que un listero me dijo, a mi, el piadoso, el convencido, el cumplidor: ¿Pero tú te crees eso de que María y José no…? [aquí un gesto con los dedos que tiene que ver con verbos copulativos]. Yo me quedé escandalizado, estupefacto, sumido en profundo dolor interior, pedí perdón a la Virgen mi madre por esa boca sacrílega...

¡Pues en nuestros días leemos, escrito por algún teólogo, que “eso” no tiene relevancia, que eso no es lo importante, que claro que tendrían relaciones sexuales…! Lo cual lleva a otra conclusión, la relatividad de las creencias, que pueden verse afectadas de temporalidad

Bueno, pues eso: si yo entonces hubiese pensado seriamente en lo que me dijo alguien que pensaba y deducía, habría llegado a lo que ahora han llegado los teólogos. Pero, sobre todo, es que ¡no pasa nada! No se hunde la creencia, no saltan los plomos de la herejía... Pero el pensamiento queda en su sitio.

Dígase lo mismo de Cristo-mito, dogmas-trágala, bautismo-lavador, Cristo-presencia real, perdón de los pecados...: todo “porque sí”. El aplicar la razón a todo eso no es para que se escandalice nadie ni le tachen de “invidente” al otro.

A los crédulos les ciegan sus actitudes previas: no piensan en el contenido, sino que prejuzgan todo según el continente. O lo que es lo mismo, la manía por querer saber todo lo que se pueda sobre el mensajero, el opinante.

Esgrimen con frecuencia que denigramos “la divina figura de Jesús”. Así, a bote pronto, lo primero que me viene a la mente es ponerles ante sus propias incongruencias doctrinales: ¿Jesús también era hombre? Pues hablar del "corazón de Jesús" --ya, ya sé que es un símbolo-- me da derecho a pensar en el "santísimo estómago de Jesús" --símbolo de la comida que hermana, festeja y celebra--; hablar de los "santos riñones" de Jesús --símbolo de cómo el cuerpo místico expele las impurezas--; de los "sacratísimos juanetes" de Jesús --símbolo del dolor sosegado para algunos--... Todos estos órganos, tan divinos como el corazón debieran ser objeto de culto. Y no seguimos con aquellos que simbolizarían la fuerza, el vigor, la valentía.

Insisto. ¿Se escandalizaría alguien si se hablase de los escozores anales de Mitra? Admítase pues, que, siendo Jesús epónimo de Mitra, se pueda pensar lo que a uno le venga en gana, decirlo y esperar comprensión de quien opina de otro modo. Nadie debería sentirse ofendido: son ideas, son creencias, no son personas las que están en juego.

 Dicho todo esto, ante cualquier verdad opinable y presuponiendo que las creencias lo son más que ninguna otra, lo correcto es seguir la secuencia siguiente:

  • que dude,
  • que piense que puede ser verdad (por ejemplo que Cristo es igual de divino que Varuna);
  • que luego lo repiense;
  • que deduzca;
  • que caiga en la cuenta de que hay mucho de cierto lo que le dicen

Quizá al llegar aquí, el crédulo fanático y vitalmente desprotegido  ya ha dicho: "Uf, demasiado trabajo, prefiero confiar en “mi Jesús”.

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