La lupa del sentido común.
| Pablo Heras Alonso.
Cada vez encuentro más superficialidad y desconocimiento cuando discutimos sobre religión. La falta de instrucción sobre religión es patente. Y cada vez encuentro “razonamientos” más glandulares que racionales. Para sortear los problemas y avatares de la vida, también para leer a los demás, los parámetros del sentido común y del respeto a la persona son buenos principios. Pero también información.
Se suele hablar de SENTIDO COMÚN como patrimonio de cualquier persona, por aquello de que el hombre es un ser racional. Sin embargo el sentido común es más “sentido” si se nutre con estudios, carreras universitarias, lecturas continuadas, reflexiones, discusiones, foros, contraste de pareceres...
Con esto el “sensus conmunis” será todavía más sentido común, que no es otra cosa sino LA RAZÓN APLICADA A LA VIDA. Es lo que nos diferencia de los animales y aquello por lo que el hombre es “homo sapiens”. En cuanto “seres sentimentales” no somos diferentes a la loba que cuida de sus cachorrillos.
RESPETO A LA PERSONA, su vida, los medios de subsistencia, el trabajo, el pensamiento… pero, cuidado, pensamiento no es lo mismo que expresión de cualquier opinión o credo. No se olvide que las opiniones generan criterios y éstos derivan en acción: hay opiniones que llevan al tiro en la nuca, otras al adoctrinamiento y otras a la pervivencia de gabelas seculares. No; no todas las opiniones son respetables ni tolerables.
Apliquemos lo dicho a la RELIGIÓN. La quintaesencia de una religión no es otra que CREO EN DIOS, es decir, por parte del hombre la fe. El resto es perifollo, ornato, añadidos, recubrimientos, papeles de celofán, envoltorios, embalajes... Todas las religiones son un enorme amontonamiento de súper añadidos que, a la postre, obnubilan lo esencial. El núcleo de la fe es “creo en Dios” (Padre si es cristiano).
Este “creo en Dios” es una idea generadora que luego se pierde en capas las más de las veces estancas: creencia que luego se torna sentimentalismo lacrimógeno, como el multiforme “Jesusito de mi vida” o el luterano pietista “liebster Jesulein”; pertenencia gozosa a una comunidad creyente; curia, que organiza y controla el acceso a Dios; edificios destinados al culto y sobre todo al inculto como lugares para la piedad; Vaticano viajero; camino de Santiago; Rota; Cáritas; centros educativos religiosos; culto externo; año litúrgico, novenas, triduos, trisagios y demás encadenamientos temporales; literatura mística; carteles y propaganda; editoriales con toneladas de papel sobre sempiternas consideraciones piadosas; grandes catedrales; procesiones impactantes; trípticos pro canonización; cofradías caritativas; trajes talares y mitras; música; negocio de los muertos...
Capas y capas y capas sobre lo esencial, “creo en Dios Padre todopoderoso”. Algunas de esas capas pueden “estar bien”, pero el truco se halla en que utilizan todo eso para justificar la quintaesencia citada, el meollo enmascarado como pre-supuesto injustificado por injustificable.
La inmensa mayoría de los que escriben o hablan y comentan sobre religión, se mueven de manera impermeable por alguna de estas capas, pero, faltos de información, suelen navegar en vulgaridades. Argumentan: ¿cómo va a ser falso el cristianismo si ha creado tanta maravilla, si ha producido literatura de tan alto nivel? Otros apelan a su propia compleción personal o que sienten un inefable alegría interior o reciben una fuerza especial para vivir.
El argumento es de “capa”. Y es imposible desmontar tanto “caperío”, porque uno se pierde. ¿Para qué contender con superficialidades si lo que no se ve y se presupone, el meollo y esencia, contraría de forma flagrante al SENTIDO COMÚN?
Contradicciones puntuales a centenares: si un papa estampa el sello de autenticidad sobre Lourdes, ¡lógicamente sus secuaces más conspicuos deben acudir a Lourdes a curarse! (¿A curarse? Para muchos, Lourdes sólo sirve para emocionarse con las velas). Si el hijo recién bautizado muere, ¿por qué llora el cristiano si ha ido al cielo?
Veamos otra “capa crédula”, la llamada “sagrada familia, familia desquiciada en que el padre no es padre; el esposo “no ejerce”; la relación sexual --una y única-- es con un espíritu; el hijo reniega de sus padres; la madre vive socialmente con el peso de un descomunal secreto... Si aplicamos el sentido común y ¡¡hasta el Derecho Canónico!! tal matrimonio es nulo “per se”. Y empleo sólo el sentido común. Pues así afirmaciones a miles, dogmas o no, que ha generado una religión.
Tampoco se salva una religión por su moralidad (otra capa), porque la moralidad es ínsita al ser racional que somos. El “no matarás” es precepto divino porque ellos lo dicen. Pues no, es algo humano, racional, ético. Para defender “no matarás”, “no robarás”, “no mentirás”... no se necesita ninguna religión.