¿En contra o al margen? ¿descristianización o separación? – 6

La Ilustración que sólo piensa en el hombre.

El enfoque es radicalmente distinto en los unos, librepensadores e ilustrados, y en los otros, creyentes católicos.  El nuevo espíritu de los tiempos se generaliza entre los pensadores, filósofos, científicos, políticos incluso, pero no llega a las masas, a la población dominada por lo que, con eficacia, difunden desde las altas jerarquías hasta los párrocos en los más apartados rincones de la catolicidad.

Hasta los creyentes más sencillos terminarán pensando que los librepensadores son demonios disfrazados de personas bienintencionadas; que los liberales llevarán al desastre a la sociedad; que los ilustrados son mentes pervertidas… Y no digamos cuando llegue la hora de denostar a los masones: éstos son los más perversos y pervertidos. El único alimento, el verdadero sustento de la religiosidad, de las conciencias y de la moral es el que la Iglesia puede ofrecer. La única esperanza está puesta en Jesucristo, que será el camino para llegar al cielo.

Para el pensamiento ilustrado no hay otro sustento espiritual más allá del que la imaginación crédula urde; no ofrece por lo tanto cielos futuros, lo que quiere es que ese cielo que se promete como la felicidad del hombre,  baje a la tierra. En otras palabras, quiere que el hombre, en la práctica, en su vida diaria, someta todo al análisis racional de las cosas, de lo que sucede, de las afecciones de la sociedad; que analice y sepa cuál es su origen y la causa de sus problemas; que busque los modos de solucionarlos y poner el remedio adecuado.  Ése será el comienzo de la felicidad. A fin de cuentas, más pensar en el mundo que tenemos y menos en el cielo que depende de los deseos.

Afirman los “ilustrados” que no se puede hablar de cielo en asuntos que atañen a la sociedad, a la política ni a la vida diaria de las personas. No caben criterios teologales que sobrevuelan por encima de los problemas reales.  En consecuencia, que la Iglesia hable de futuros post mortem pero no se inmiscuya en soluciones de presente.

De esta disociación real de perspectivas, surgen doctrinas más radicales que parten o inciden en conceptos filosóficos opuestos frontalmente a la religión: las promesas celestiales no son más que una alienación de la persona; sólo existe el mundo visible;  el pensamiento crédulo no es admisible; sólo se puede llegar a una felicidad verdadera partiendo de la consideración de la vida fundada en lo humano.

La Ilustración, como decimos un movimiento que surgió y prendió en filósofos e intelectuales, próceres de la sociedad y capas altas, tuvo su altavoz difusor en los enciclopedistas franceses. Y acaparó grandes parcelas de poder político con personajes adscritos a la masonería. Sus ideas tuvieron gran difusión entre la burguesía acomodada y prendió con virulencia inusitada, aunque de manera completamente tergiversada, en las clases más bajas. La Revolución Francesa (1789) llevó a sus consecuencias últimas los postulados ilustrados: Iglesia, Monarquía y aristocracia eran lo mismo, por lo tanto había que acabar con ellas del modo más expeditivo.  

Lo que quedó de todo ese maremágnum revolucionario, cristalizó en el siglo XIX en el epítome de la Ilustración, el liberalismo, con su hijo bastardo, el capitalismo. Parece que los principios y las ideas, cuando descienden al valle de la concreción política terminan corrompiéndose y corrompiendo lo que tocan, especialmente la organización del Estado, la política en general.

Sí, las instituciones del Estado son definitivamente seculares, la cultura se independiza de las creencias, el mundo se construye al margen de la hipótesis de Dios, ni la vida privada ni la pública han de quedar sometidas a imperativos sobrenaturales. El precio, sin embargo, resulta excesivamente alto: el liberalismo trae consigo la esclavización de la clase obrera y su maléfica reacción, el comunismo, que todavía sigue encandilando, cegando y masacrando a medio mundo.  

¿Llegará la sociedad alguna vez a ver concretadas en sistemas políticos las avanzadas ideas de la Ilustración y del sano liberalismo? Todavía creen algunos que sin el benéfico influjo de la fe el mundo nunca podrá ser lo que debiera. Eso pensaba el que dicen que fue gran papa, Juan XXIII, cuando promulgó su “Mater et Magistra”, año 1961:

«…la insensatez más caracterizada de nuestra época consiste en el intento de establecer un orden temporal sólido y provechoso sin apoyarlo en su fundamento indispensable o, lo que es lo mismo, prescindiendo de Dios, y querer exaltar la grandeza del hombre, cegando la fuente de la que brota y se nutre, esto es, obstaculizando y, si fuera posible, aniquilando la tendencia innata del alma hacia Dios»

Pues ni madre ni maestra (la Iglesia). Lo debiera ser la Historia, ahora, porque los años transcurridos desde el año citado han venido a confirmar lo contrario, que la sociedad no va por ese camino.

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