¡No tengáis miedo, que yo...!

En última instancia es un miedo, principalmente de los jerarcas intermedios y máximos a perder privilegios.

Ante determinados avances científicos, muchas veces se han alzado voces crédulas en su contra, especialmente en asuntos relacionados con la procreación. También contra ciencias relacionadas con el conocimiento de las pulsiones del hombre. En realidad, contra toda ciencia en general relacionada con el hombre, sus pulsiones, su pensamiento, sus emociones... 

Han terminado por cansarse y dejar que el mundo “vaya por sí mismo”, según la expresión francesa del “laissez faire”. Hoy como ayer todo su empeño se cifra en la no contradicción entre ciencia y fe y en defender la racionalidad del creer. “Es humano creer, es racional, en bueno para la razón”.

Vano intento, porque quien descubre la verdad sobre la causa de sus problemas, prescinde de la fe que lo engañó, porque no trajo solución efectiva a sus problemas.  Y si no da de lado sus credos más "grossos", vuelve los ojos hacia otros aspectos más “espiritualistas” de su creer, y ya no reza para que se cure de ese dolor en la columna que lo tenía postrado.

De hecho ni ha sido así ni sigue siendo así: no pueden prescindir de sus “parcelitas” del saber. Basta con oír las sermonadas dominicales donde mezclan la psicología barata con las enseñanzas evangélicas, desconociendo los más elementales avances en psicología diferencial, evolutiva, clínica, o en biología, neurociencias, etc. Creen tener la solución a “los problemas que aquejan al hombre”, precisamente porque creen aún que “lo humano” lo tienen copado, perdido como tienen el mundo del trabajo, el de las universidades, el del ocio, el de la enseñanza...

Y hablan de la alegría de los que se sienten hijos de Dios, de la plenitud vital que otorga la gracia, de la angustia del pecador, del abatimiento con que vive la persona que ha perdido la fe, la desazón vital del que no tiene esperanza como la tiene el verdadero cristiano... Como sólo ven por un agujero no perciben que a derecha e izquierda hay más horizonte. 

Hoy los crédulos no tienen mirada más que para el yo y el hombre. Y poco. En el resto de las parcelas de la vida y del saber, están siempre a la defensiva:

  • ya no exigen, se quejan;
  • ya no lanzan excomuniones ni dicterios, sólo lamentos;
  • ya no interpelan, piden por favor;
  • ya no aplican criterios, discuten;
  • ya no imponen, proponen.
  • ya no defienden su fe, callan perdonando la vida 

Recordemos cómo animaba el Jerarca Máximo JP2: “No tengáis miedo...” cuando de hecho están que no les llega la camisa al cuello cuando de defender su fe se trata en un ambiente hostil. O tempora, o mores!, vuelven a decir quienes añoran tiempos pasados. Pero ya Catilina nos dejó en paz, señor Marco Tulio. Ya no tendrá que clamar más: “Quamdiu etiam furor iste tuus nos eludet?”  porque es clara la respuesta: Hesterna die, ayer. Ayer sucumbió el furor constrictivo de la credulidad.

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