El mito de los primeros padres.

Antes de seguir, y para que no tomemos a chirigota como yo tomo los relatos bíblicos de los primeros tiempos de la Humanidad, sugiero que accedan a lo que Wikipedia escribe sobre “Mito de la Creación”, desde la cultura Yoruba hasta la Cienciología.

Es decir, cómo todas las culturas han tratado de explicar a los ignorantes el modo como el hombre y resto de seres vivos hemos aparecido en la Tierra. La cultura judía es una más. El sano relativismo es bueno y cura la enfermedad que tienen todos aquellos que responden “Te alabamos Señor” cuando el “orate” lee aquello de “Al principio, Dios creó el cielo y la tierra”.  

Ayer visitamos la Biblia en sus capítulos iniciales, a saber, la dolce vita que Adán y Eva llevaban en el Edén; el árbol o los árboles del Paraíso, porque parece que había dos, el de la vida y el de la ciencia del bien y del mal; la serpiente pululando (parece que la serpiente engañó al Dios creador, primero dejándose crear y luego introduciéndose en sus dominios) …   

Y comenzado un cuento, uno no puede dejar de seguir leyendo para ver cómo termina la “historia” de sus personajes. Así me ocurrió ayer. Leído el comienzo, continué con los hijos de Adán y Eva.  Estos personajes, Adán y Eva, se vieron de pronto con una mano delante y otra detrás, que nunca mejor aplicado el dicho. Expulsados de su feudo, donde vivían sin dar palo al agua, de repente tienen que “buscarse la vida” por su cuenta. Y, por descontado, “se conocen”, o más bien Adán “conoce” a Eva. 

Tras esta quiebra vital, viene a continuación la historieta de Caín y Abel, hijos varones de los primeros padres de la humanidad. Y surge aquí un serio problema de interpretación que los sesudos exégetas de la Biblia o no han sabido cómo resolver o no han querido entrar en ello o han dejado de lado para que cada uno piense lo que quiera: Adán y Eva sólo tuvieron hijos varones, de los cuales solamente uno sobrevivió. Con lo que, según parece, todos descendemos de Caín. 

No olvidemos que durante muchos siglos se dio por cierta y verdadera la paternidad –y maternidad—del género humano. Todos descendemos de Adán y Eva, ellos fueron “nuestros primeros padres”, etc. Ésa era, ha sido, la verdad oficial. Ahora Adán y Eva se citan como alegorías, símbolos, ficciones o encarnaciones del homo erectus, del homo faber o del homo sapiens. Y nada más. 

Pues situándonos en esos siglos pasados, ¿a nadie se le ocurrió pensar en el asunto de las relaciones nefandas, como el incesto? En el v. 17 dice el Libro de los Libros que Caín “conoció” a su mujer... ¿Qué mujer? Si la única hembra que existía, tras la muerte de Abel, era Eva, ¿cuál fue el papel de Caín? Incesto. Y si Caín no cohabitó –“conoció”—a su madre Eva, ¿de dónde surgió la tribu de humanos que luego poblaron la Tierra? 

Para obviar el asunto, y en un nuevo capítulo que no cuadra con todo lo anterior (Génesis, 5) quiere el autor de la leyenda dar verosimilitud a sus relatos y escribe la genealogía de Adán. Dice la Biblia que cuando Adán tenía 130 años, tuvo otro hijo, Set. Vivió después 800 años y en ese tiempo tuvo más hijos y también hijas.

 ¿Solucionado el asunto?  Pues ni mucho menos, porque tanto Caín, con sus sobrinas, como Set, con sus hijas, debieron de tener relaciones íntimas, porque... si no... 

Aquí me planto, porque los desvaríos, incongruencias, absurdos, disparates e incluso barbaridades no son motivo para perder el tiempo. Estos relatos debían ocupar los pocos tiempos de ocio de que estos australopitecos disponían. Estaba bien, pero no estuvo tan bien que aquellos que se dedicaron a poner por escrito tales leyendas, dicen que fue Esdras, no cayeran en la cuenta de las discordancias existentes.

 Si los antiguos y modernos exégetas hubieran interpretado cabalmente estos relatos como lo que son, mitos para explicar de algún modo determinados hechos y fenómenos, nada tendríamos que decir. Lo simbólico siempre se puede admitir. Lo que no es de recibo es que todavía en 1950, “mi primer Papa”, Pío XII, escribiera lo que sigue: 

Los fieles no pueden abrazar esa opinión cuyos defensores enseñan que después de Adán existieron aquí en la tierra verdaderos hombres que no tuvieron origen, por generación natural, del mismo como progenitor de todos los hombres, o bien que Adán representa al conjunto de muchos progenitores” (Humani Géneris). 

Se refiere Pío XII a los gigantes, de que también habla el Génesis. Hoy únicamente la plebe crédula sigue creyendo como si fueran realidades ocurridas en un pasado remoto, y hablando de Adán y Eva, de Caín y Abel, de Noé, del Diluvio...  sin caer en la cuenta ni de su ficción ni, tampoco, conocer afirmaciones fantasiosas que adornan tales relatos, como aquella de los gigantes y héroes y su modo de aparecer en la Tierra, a que alude la Humani Géneris. 

Por favor, no sigan diciendo “Palabra de Dios” a todo ese caos bíblico y trasladen a la población crédula la verdadera interpretación de tales relatos. ¿O ya no se estudia "Biblia" en los seminarios?

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