Los motivos del lobo. 3

No es el momento de rememorar a Rubén Darío y cuáles fueron los motivos por los que el lobo regresó de nuevo a los montes. Hay otro lobo que se traga sentimientos, criterios, planes de vida, etc. y que demandan CONVERSIÓN

Hablaba el otro día de la conversión o reconversión de alguien que había “ejercido” de sacerdote durante más de veinticinco años. Ya llevaba unos cuantos gozando de su propio yo, de la recuperada capacidad de pensar por su cuenta y de poder prescindir de tantos valores inservibles para desarrollar su propia personalidad sin el sentimiento de culpa que genera la “traición” a principios asumidos desde la infancia.

“Echando la vista atrás –me decía – no concibo, ahora, el haber pasado tanto tiempo sin pensar en lo que creía. Más bien sin pensar en los argumentos contrarios a eso que yo creía. 

Sólo después de haberme despegado de tantas creencias vividas con sinceridad me doy cuenta, primero,  de lo increíbles que eran. Y asimismo al pensar en la cantidad de prácticas a las que me había entregado y a las que me había atado, sólo ahora puedo ver lo absurdas que eran”.

 Y tras éste desahogo, ambos nos preguntábamos por la razón de tal atadura, de tal dependencia y, en el fondo, de tal  esclavitud mental. 

Ya en numerosas ocasiones hemos escrito aquí los motivos por los que alguien se siente ligado de tal manera a sus creencias que no sólo las sigue sino que le parecen el modo más maravilloso de vivir la vida “en plenitud”, como gustan en afirmar, y de enfrentarse a los mil problemas que aquélla suscita.

 De un modo gráfico afirma: “Estaba endrogado y tragaba sin masticar”. Ya en este blog hemos hecho referencia a los motivos que generan creencia y a las razones por las cuales éstas se incrustan en el cerebro y son tan difíciles de erradicar. Tendremos que insistir en ellas.

Volver arriba