La necesaria conversión. Consecuencias positivas (6)

Continuando con el supuesto de que Dios nos espera en el más allá...

Él es eterno, que ya es mucho suponer y conceder: la segunda idea que puede generar tranquilidad en el crédulo es el concepto de Dios que los dogmáticos han inculcado: no es concebible un dios “airado”, un dios vengativo, un dios castigador, un dios tan justiciero que condene eternamente a penas inimaginables. ¿En qué mente achacosa germinó tal idea reduccionista de Dios?

Pero, como decimos, eso es consideración de un supuesto que tampoco es admisible por una mente que razone.

Causa hilaridad adentrarse en las 650 páginas de “Teología de la Salvación” de Antonio Royo Marín, BAC, 178. Cualquier apartado es una divagación en supuestos sin fundamento, filosofías periclitadas, conjeturas y teorías.  Como muestra:

Nos parece que los puntos fundamentales que conviene examinar a la luz de la simple razón natural, como “prenotandos filosóficos” a la teología del más allá, son tres: la inmortalidad del alma, su funcionamiento psicológico separada del cuerpo y la naturaleza de la eternidad como distinta del tiempo en que ahora nos movemos y existimos...  …La mera existencia del alma es una verdad inconcusa, de evidencia absoluta para todo el que sepa discurrir un poco. [II Parte. Filosofía del más allá]

Ideas “filosóficas” como éstas –en este caso, el alma-- están incrustadas en la mente del vulgo y son la base de supuestos posteriores, fundamento para afirmar todo lo que se quiera respecto al más allá con derivaciones más que interesadas en el más acá.

Cuando la persona llega a entender que todo eso que dicen del más allá es falso o, en todo caso, atrevido y jamás comprobado está en el camino de la verdadera conversión y de su propia salvación.

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