No pasa nada.
| Pablo Heras Alonso.
Terminábamos el otro día con una afirmación un tanto osada, la de que la figura de Jesús, histórica, interesa ya poco, por no decir nada, a la inmensa mayoría de los fieles, no digamos a aquellos alejados de lo que consideran supercherías crédulas.
Sin embargo, no es del todo exacta esta afirmación de que no interesa. Sucede que la inmensa mayoría de creyentes, primero, saben lo esencial sobre Jesús, los tópicos, y con eso les basta; y, segundo, creen a pie juntillas que Jesús está en el sagrario y en la comunión. La unión con él es lo importante, no tanto el conocimiento. Así, pueden entregarse todo entero a él, bien sea por la oración ante el sagrario, bien por la unión con él en la eucaristía.
Así pues, el hecho de no interesar, no tiene la más mínima consecuencia. No quiebra la personalidad del creyente, no enferma su espíritu cristiano, no cae la escala de valores... ¡No pasa nada! Y si para los creyentes sucede así, no digamos para aquellos que han optado por alejarse del conocimiento, la relación y el supuesto gozo de seguir a Jesús.
Habrá quienes en medio de esta dicotomía, en las medias tintas que es creer o no creer, se encuentran en la “agonía” (en griego, lucha) que supone mantenerse en la fe de toda la vida o seguir los dictados de la razón que despierta. Seguir con los pensamientos y ritos de siempre o darse de baja en toda esa parafernalia de la fe. Dado el paso, sucede lo mismo que lo que decíamos del creyente: el hecho de pasar tal Rubicón que puede parecer transcendental, no tiene la más mínima consecuencia la vida de la persona y en su incardinación social.
Y si acepta la experiencia vital de quienes hace tiempo optaron por esa vereda, esté seguro de que “no pasa nada”. Repetimos lo mismo: no quiebra la personalidad, no enferma el espíritu, no cae la escala de valores... ¡No pasa nada! Repito, no pasa nada por desdeñar todo ese caudal de gracia que dicen emana de Jesús y que más suena a música celestial que a incentivo o aliciente para ser mejores y progresar en la vida.
Más aún, "no pasa nada" por desdeñar algo que pasa por ser un engaño urdido por burócratas de la fe con que encandilan a mentes menesterosas. También esto debe entrar en la consideración de alguien que se debate en las famosas “dudas de fe”. Debe saber cómo los gurús de la fe se entrometen en la vida personal de los feligreses o manipulan a los creyentes.
Debe saber cómo se prevalen de personas menesterosas de lo que sea, de amor, de paz, de justicia, de esperanza. También sugestionan a personas con cierto nivel instructivo de que la fe será motivo de acrecentar su cultura e incluso iniciar vías de investigación. Y, por el contrario, de cómo creer en Jesús suele ser el sumidero para desaguar frustraciones, de confirmación de personalidades frágiles... ¡Son tantos los motivos espurios para dejarse engañar!