Desde el punto de vista de Dios inquietudes vitales-2

Seguimos con nuestras reflexiones poniéndonos en el pensamiento de Dios, imaginando razones por las cuales Dios quiso tener en su cohorte laudatoria un género de animalillos llamados “hombres”.

Nueva pregunta desde el punto de vista de Dios: ¿creó al hombre para mostrar su bondad? Pues... ¿cómo pudo consentir Auschwitz, Armenia, Ruanda, Camboya, Argelia o Siria sólo por hablar de nuestro siglo sin entrar en sus terroríficos precedentes seculares? ¿Y para eso deja morir a tantos niños de hambre? ¿Y para eso los monzones, terremotos, volcanes o tsunamis mortíferos?

Y otra pregunta “desde Dios” relacionada con su esencia: ¿lo hizo, como Padre, para que alguien supiera, y lo contara a los demás, que tenía un Hijo con el cual se comunicaba por medio de un Espíritu? Y vista la deriva de tal Hijo, ¿tenía necesidad de sentir, también él, el sufrimiento de ver cómo lo mataban?

En definitiva, ¿para qué necesitaba Dios crear el mundo? Años llevo planteándome estas preguntas, no filosófica sino vitalmente.

La única respuesta a la que he llegado es ésta: Dios no ha creado nada, porque Dios, ese Dios que es “consenso universal de creencias”, no existe sino como “eso”, como “uniformidad de creencias asentidas” (aquí Jung, ayudado por Filón de Alejandría, viene en mi ayuda hablando de arquetipos).

Llegados hasta aquí, surge otra perspectiva más realista, más lógica, más racional, la del hombre que imagina cosas, la del pensador que deduce a Dios y cree que Dios funciona así, ¡como él! Sí, ya sé que la Summa Theologica respondía a “quaestiones” similares, pero la Iglesia dejó de demostrar racionalmente a Dios y cambió de trayectoria.

Cambió y en nuestros días los magistrados sacros, jerarcas, pensadores y teólogos han trocado a Dios en “amor”, “sentimiento”, “vivencia”, “internalidad”, “intuición”, “aspiración”, un Dios que atrae al hombre hacia sí.

Pero, ay, ya lo dijo el pensador, o sea yo: “La religión es la aspiradora de la vida: mucho viento del Espíritu, pero cuando el crédulo es engullido, se encuentra dentro de un saco de basura”. O, también, esta otra sesuda sentencia: “El sentimiento religioso produce seres de la nada que luego le dictan los sentimientos”.

Crédulo que esto has leído: ante estas cuestiones elementales, la respuesta al “Credo in unum Deum Patrem omnipotentem”, no puede ser otra, también en latín, que mendacium. Puede que algún día tu respuesta a las doce o quince afirmaciones del credo sea como la mía: “no creo nada de eso”.

No creo nada de eso, pero sí en las muchas personas buenas que hay dentro del estamento religioso, que se preocupan por los demás, que trabajan por su bienestar, que se afanan por traer paz y tranquilidad a sus espíritus, que levantan escuelas y hospitales, que dan de comer diariamente a tantas miles de familias...

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