La religión es cosa de hombres, pero muy hombres.

Las religiones mantienen un conglomerado de irracionalidades que uno no puede por menos de denunciar sin saber cómo sociedades pretendidamente honestas pueden mantenerlas y, sobre todo, prescribirlas. 

Cuando tratan de convencernos, más para ellos convencerse,  de revelaciones de Dios a los hombres, de dictados divinos de moral y más decálogos, del influjo de Dios en la vida, del gobierno del mundo por obra de la Providencia, no podemos por menos de esbozar una sonrisa, las más de las veces sardónica (irónica, cáustica, mordaz) al pensar en lo que no piensan porque, si lo admitieran, sus cimientos se desharían.

Y no podemos por menos de pensar en que la religión es un producto antropomorfo, que tiene su origen en el hombre. En el hombre en el más estricto sentido de la palabra, del sexo masculino: la religión es un producto varonil que luego se impone a la mujer para que sean ellas, luego, las que mantengan viva la llama del hogar crédulo.

No, no sólo la católica, regida y gobernada por varoniles y esforzados prohombres. Las otras más.  De la católica sabemos por el Antiguo Testamento que Dios concedió al varón –porque estaba solo— una compañera para su uso y disfrute. Luego vendría el natural ab-uso.  El Nuevo Testamento, como es bien sabido, fue escrito a escala y medida de su máximo mentor, Pablo de Tarso. Estudios hay acerca de la misoginia de tal individuo. Fue él quien  propugnó que es mejor ser célibe, como él lo era, no casarse, aunque si no se puede, como mal menor, se consiente el matrimonio porque “es mejor casarse que abrasarse”.  Ni me tomo la molestia de saber dónde lo dice ni de refutar texto tan inspirado y revelado.

Y no hablemos del fanatismo andrógino de los siglos que siguieron, de la perversión encerrada en cenobios, monasterios y conventos.  Monjes recluidos entre cuatro muros desde niños, a los que se les enseñaba a despreciar a la mujer –¿también a sus madres y hermanas?--, personas que alcanzaban la edad madura,  no hablemos de una relación normal de trato social, pero ni siquiera haber mantenido una conversación con una mujer. Y, por supuesto, absolutamente nada del acto amoroso de la procreación. De ahí ciertas confusiones místicas.

¿Cómo calificar esto? Lisa y llanamente de “enfermedad”. La Iglesia católica ha creado, consentido, mantenido y propiciado una enfermedad en su propio seno que, en ciertos aspecto, hoy se consideraría delito.

El cristianismo ha llevado a alto grado la represión del instinto sexual, pero no ha incurrido en la lunática promesa del Islam: el goce eterno que incluye la satisfacción sexual; lo que sí se sabe es que en el Infierno hay penas de lo más variado para las variadas perversiones relacionadas con la satisfacción erótica. Véanse las arquivoltas de la Colegiata de Toro, que voy a visitar mañana.

Por salir de compras a otra religión, acerquémonos al judaísmo. Cierto que hoy todo ha cambiado; cierto que se ensalza a la mujer: Ester, Bilha, Rut, Débora, Yael, Tamar; cierto que el Cantar de los Cantares...

El Talmud ordena al varón creyente que dé todos los días gracias a Dios por no haber nacido mujer. Al levantarse en la mañana tanto el hombre como la mujer pronuncian las bendiciones del día constituidas por una serie de agradecimientos entre los cuales se incluyen tres, de carácter negativo:

Bendito eres Tú, Dios nuestro, rey del universo que no me hiciste gentil

Bendito eres Tú, Dios nuestro, rey del universo que no me hiciste esclavo

Bendito eres Tú, Dios nuestro, rey del universo que no me hiciste mujer

Hoy en día hay  rabinos que no se atreven siquiera a dar la mano a una mujer. ¡Qué, no sólo rabinos! En la “halajá” se prescribe que no se puede ni rozar siquiera a mujeres que no sean familiares o esposas (Mishné Torá del Rambam, Hiljot Issurei Biá 21; y Shulján Aruj, Even HaEzer 21)

Quizá sea una invención de alguien con ganas de broma, pero ¿qué es eso de las sábanas colgadas en tendederos judíos con un agujero en medio de ellas? Pues ríanse, aunque “ellos” lo nieguen. Lean, en este enlace, la casuística judía relacionada con el sexo, con la mujer específicamente: http://serjudio.com/practicas/sexualidad.htm

Y, por no ser menos, el Islam también se hace eco de la misoginia general de las religiones. En esta religión no sólo es que existan afirmaciones, es que la condición de la mujer es poco menos que delictiva. Curiosamente el Corán reprime severamente determinadas conductas sexuales, prácticas, horas... ¡pero promete que en el cielo habrá huríes para satisfacer el ansia sexual! (de los hombres, claro está).

En honor a la verdad, es cierto que el Corán prescribe respeto, cuidado, amor... del hombre hacia la mujer. ¡Estaría bueno que contradijera al sentido común y a la naturaleza humana! Pero de El Corán han salido las conductas que tienen actualmente sometida, ¡y en qué grado!, a la mujer. Escarbo un poco en la edición que manejo y encuentro:

II, 228. ...Los maridos son primero que sus mujeres. Dios es poderoso y sabio.

IV, 38. Los hombres son superiores a las mujeres a causa de las cualidades por medio de las cuales Dios ha elevado a éstos por encima de aquéllas y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres... Reprenderéis a aquellas cuya desobediencia temáis; las relegaréis en lechos aparte, las azotaréis; pero tan pronto como ellas os obedezcan, lo les busquéis camorra. Dios es elevado y grande.

XXX, 16. Celebrad a Dios mañana y tarde... 20... haberos dado esposas creadas de vosotros mismos para que habitaseis con ellas

XLIII, 17. ¿Atribuirán a Dios como hijo un ser (mujer) que crece en medio de los ornamentos y de los adornos y que está siempre disputando sin razón? NOTA del Editor: A causa de razón defectuosa, la mujer está siempre dispuesta a buscar camorra sin motivo.

Copio como algo maravilloso aun sabiendo que estoy pecando de anacronismo:

IV, 27.-...No os caséis tampoco con las hijas de vuestros hijos a quienes habéis engendrado ni con dos hermanas. Si el hecho está realizado, Dios será indulgente y misericordioso.

Pero, como ya hemos dicho en otros lugares, ¡dado que es una religión la que prescribe tales cosas! Pues eso.

Ese temor ancestral hacia la mujer lleva a la aberración de considerar a la mitad de la humanidad corrompida, contaminada, impura; considera a la mujer tentación permanente para el varón... ¡tentación que, por otra parte, el hombre no puede resistir! 

Como contrapartida –-y la psicología  explica suficientemente las reacciones contrarias a pulsiones reprimidas--, ahí tenemos ese culto histérico a la virginidad de María, “la Virgen”, culto que inunda todos los rincones de templos y prácticas de forma casi herética con denominaciones de los más estrambótico, con cultos casi idolátricos... (En la Salve Rociera se canta: “...Dios te salve María, todo el pueblo te adora...”)

¿Qué quiere decir todo esto? Pues repetimos lo dicho arriba: que la religión no sólo es una creación humana, sino que es una creación específicamente del hombre.

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