Por la risa de san Pedro, tres almas entran al cielo.

Hoy va la cosa de risa o al menos de sonrisa. El caso es que me encontré con este cuento que aquí les cuento: 

Tres almas acceden a las puertas del cielo prácticamente a la vez  y San Pedro, que está en la puerta, les dice:

-Está todo a reventar. Aquí no cabe ni un alma más... Bueno, una sí. Pero sólo una.

Las 3 almas se miran con extrañeza y una le dice:- ¿Y qué hacemos, lo echamos a suertes?

San Pedro les contesta: -No me parecería justo. Son los méritos de cada uno lo que cuenta. Será mejor que cada alma me relate cómo ha muerto y la que haya fenecido del modo más meritorio, ésa entrará. Salgan fuera y les iré llamando.

Entra el alma primera y cuenta:-Yo hacía tiempo barruntaba que mi mujer me ponía los cuernos. Un día decidí cambiar el horario de trabajo para pillarla 'in fraganti'. Incluso subí los 25 pisos andando para que no me oyeran llegar. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme a mi mujer en pelota picada tumbada en la alfombra. La muy guarra me dice que estaba haciendo gimnasia desnuda. Me empiezo a cabrear; me pongo a buscar –con perdón-- al hijo de puta que se la estaba tirando. En esto que oigo cómo alguien está dando golpes en la ventana y me encuentro a un tío colgado de la cornisa. Cogí un bate de béisbol y le empecé a dar hasta que se soltó y cayó al vacío. El hijo de mala madre tuvo tanta suerte que cayó encima de un toldo, rebotó, cayó sobre unos arbustos y se salvó. Fuera de mí por la ira cogí el frigorífico y se lo tiré, con tan mala suerte que se me enredó el cable en el pie y caí arrastrado por el frigorífico. En el breve y acelerado descenso pedí perdón por mis pecados y aquí estoy.

San Pedro  lo mira con ojos como platos y suelta una sonora carcajada. Le hace salir para que pase el alma siguiente y ésta procede a relatar su historia:- Yo era un limpia cristales, eso sí, con futuro,  y estaba limpiando los del piso 26º cuando se rompe una cuerda del andamio y caigo al vacío. Consigo agarrarme a la cornisa del piso 25º y empiezo a dar golpecitos a la ventana para ver si alguien me podía ayudar. Ante mi estupor, veo que me sale un tío con los ojos rojos de ira y me empieza insultar y –con perdón-- a dar de hostias en los dedos con un bate. Menos mal que había un toldo que me hizo rebotar a unos arbustos. Aturdido y sin poder moverme, abro los ojos y veo cómo un frigorífico cae sobre mí con el tío que me golpeaba detrás. Sólo tuve tiempo de pedir perdón por mis pecados y aquí estoy.

San Pedro, ya partido de risa, le dice al alma siguiente que pase. Eso sí, le advierte que ya podía ser su muerte de lo más inaudito que lo tenía difícil para entrar. El alma le dice:-Pues que me estaba tirando a la mujer de un amigo cuando sentí que entraba en casa alguien. Por los gritos, deduje que era el marido. No se me ocurre otro sitio más aparente para esconderme que el frigorífico...Sintiendo que el frigorífico volaba, pedí perdón por mis pecados y aquí estoy.

San Pedro no podía más, lagrimones se le saltaban de la risa. Ni corto ni perezoso, echó al Purgatorio a dos que esperaban, más interesados en el cotilleo que en su situación y metió a los tres juntos en el cielo. Solución acertada, sobre todo porque ese día San Pedro rio como nunca lo había hecho.

 Hay una moraleja necesaria, dado que los tres, pecadores, acceden al cielo. No es otra que la sentencia del Comendador que luego repite Don Juan (En Don Juan Tenorio, que no en El Condenado por Desconfiado):

Un punto de contrición – da al alma la salvación. Pudiera ser.

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