La serpiente no era el diablo.

Citando a próceres traductores bíblicos, terminé el otro día de manera festiva el artículo dedicado a determinados plurales politeístas, indicativos de que el monoteísmo judío no era para tanto. Hay cosas concretas en los libros sagrados que los creyentes o no quieren creer o no quieren darse cuenta de que son cosa bien distinta de lo que explícitamente dicen. 

No quieren creer que el follaje bíblico es un conglomerado de mitos y de creencias de primitivas sociedades nómadas, ágrafas, pastoriles y entregadas a las más diversas prácticas mágicas que, edulcoradas y pulidas, se siguen manteniendo y creyendo todavía hoy. “Palabra de Dios – te alabamos, Señor”. 

Por supuesto que los dos relatos de la Creación, el de fuente elohista y el de fuente yahvista, son narraciones fantásticas que se han de incluir dentro de la mitología propia de una sociedad concreta, por supuesto atrasada en cuanto a verdades posteriormente descubiertas. Dar consistencia real a tales relatos sólo es propio de mentes que no han evolucionado al ritmo de lo que hoy se sabe y se ha publicado.

 A pesar de que ya desde el siglo XVI un médico echó por tierra la creencia de que la mujer tenía una costilla menos que el hombre, yo recuerdo haber oído en mi primera e ignorante juventud esa afirmación. Todo porque en la Biblia se dice que Dios “sacó” a la mujer de una costilla de Adán. El tal médico, Andrea Vesalio, por supuesto, cayó bajo las garras de la Inquisición. Y también bajo las garras envidiosas de colegas médicos. Biografía interesante la de este galeno anatomista que, entre otros destinos, estuvo al servicio de Carlos V y Felipe II.

 Otro de los mitos que las mentes crédulas todavía sostienen es el de la asimilación de la serpiente con el Maligno. Como si el demonio hubiera tomado forma de serpiente para convencer a Eva... También caí yo del guindo cuando nuestro profesor Jesús Luis Cunchillos nos explicó la relación del relato del Génesis con los cultos de la fertilidad, con sus ritos específicos, cultos de pueblos coetáneos de los israelitas y que tanto cautivaron a éstos. 

Sabido eso, el entendimiento de esos relatos primeros y de otros posteriores cobraba sentido pleno. Recordemos el significado que tiene en la Biblia la palabra “conocer”. Y recordemos aquello de “¿cómo puede ser esto si yo no he conocido varón?” en el Evangelio de Lucas, contestación de María al ser "visitada" por Gabriel. 

En el Edén, en el centro del Paraíso, se encontraba el árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol que otorgaba el conocimiento a quien de él probaba. Por supuesto que no se trataba de obediencia o no a Dios que allí les había colocado para que gozaran de los frutos de todos los árboles menos de aquél. Se trataba del mismo conocimiento –unión sexual—de que hablaba el Poema de Gilgamesh, cuando Enkidu se une a la prostituta sagrada. Ritos de la fertilidad, comunes en todas las culturas antiguas y, en formas diversas relacionadas con el surgimiento primaveral de la vida en la naturaleza, también en las nuestras.

 Lógicamente la interpretación de tal relato no podía ser admitido por las mentes pacatas de los próceres católicos de siglos pasados, cuando cualquier alusión a uniones carnales era, cuando menos, “de mal gusto”. Ni siquiera en los clásicos más clásicos –por ejemplo, Cervantes, Rojas, Guzmán de Alfarache, Juan del Encina, Tirso de Molina, etc. etc. – y no digamos en escritores religiosos prolijos como Santa Teresa, en ningún momento aparece el acto sexual como expresión del amor... y del conocimiento.

Doy por supuesto que muchos estudiosos de la Biblia lo sabían, pero pensando que “la verdad” podría causar más mal que bien a la plebe, obviaban la interpretación y dejaban todo en su interpretación literal. Se trataba únicamente de obedecer o no a Dios y, por supuesto, Adán y Eva desobedecieron a Dios.  

 ¿Qué representa, pues, en tal relato la serpiente? Dentro de ese contexto, no hace falta que venga Freud a explicarnos determinados símbolos fálicos. ¿Por qué caen en la cuenta Adán y Eva de que están desnudos? ¿Por qué saca a colación Dios, como castigo a la mujer, los dolores que produce el parto? Y más tarde, en el Éxodo, ¿por qué Moisés tiene una vara en el monte que se convierte en serpiente? La serpiente no es otra cosa que el pene, fláccido unas veces, erguido otras. Copio lo que dice Freud en el libro “Simbolismo del sueño”: 

“A los ´símbolos sexuales masculinos menos comprensibles pertenecen algunos reptiles y peces, sobre todo el famoso símbolo de la serpiente”.

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