Ante el signo de los tiempos, unirse a la corriente.

A mitad del camino de nuestra vida estamos en la muerte, decía el responsorio. Otro encontró el paraíso "nell' mezzo dil camin di nostra vita". Elíjase lo que se quiera, al clérigo Notker o a Dante Alighieri. 

No puede el hombre enfrentarse al enemigo cuando está más armado, porque sería improbable la victoria y casi segura la derrota. Ya lo decía la canción medieval: "L'homme armè doibt on doubter".

Eso le sucedió al tímido humano con la creencia hecha sociedad: ante ella perecieron “herejías”, pereció el pensamiento humanista; sucumbieron, por cansancio y falta de apoyo popular, la Ilustración y el Racionalismo, pereció el Modernismo...

Ahora, en cambio, la Multinacional del Rezo, aunque no débil, está debilitada; le falta convicción y se siente abandonada por tantos que antes poblaban sus mesnadas, bien que muchos de ellos forzados en sus galeras. Llorones y plañideras del pasado, con el miedo al presente inundando sus poros, se quejan de la acerva y cruda hostilidad que respira nuestro mundo.

Y le ponen nombre a lo que es proceso normal de cualquier cultura, lo llaman laicismo, secularización, humanismo ateo, incredulidad... ¡Los calificativos han perdido virulencia, ya no tienen la energía letal de otros tiempos, ya no aturden o provocan pánico! No perciben que no es mera hostilidad sino simple arrumbamiento de lo que no sirve.

Casi es un sueño en la vigilia o el momento oportuno de que hablaba Pablo de Tarso. Los que hasta ahora han explotado el filón de otros sueños, y los más productivos han sido siempre los sueños crédulos, verán que son arrastrados por la torrentera de la repulsa, del aislamiento y del rechazo de creencias prehistóricas. 

Podría parecer una tarea sobrehumana, incluso de los estados más desarrollados: desterrar la incultura, siempre unida al oscurantismo; buscar remedio racional frente al refugio de la magia; instaurar la celebración festiva del rito secular frente al rito sacro; dar preeminencia al conocimiento de lo sacro, frente al creerlo; sentir que hoy es estudio histórico lo que fuera imposición de credos y de ritos... 

Salvemos, eso sí, lo que la magia del arte y la literatura, incluso la ciencia y el pensamiento, amarrados a la enorme potencialidad de la creencia, fueron capaces de alzar como monumento estético bajo la inspiración de realidades evanescentes. 

"Media vita in morte sumus", decía Notquer Bálbulus en los inicios de su Cuaresma. Sí, hemos pasado media vida “creyendo” y la otra media “desmontando las creencias”, cuando no sucumbiendo a ellas. Quizá sea eso la vida, crear fantasmas para luego luchar contra ellos. 

Pero, ¿por qué construirla con esos materiales si ahora, al fin, tenemos otros? Constatamos que su nuevo doctrinario navega sin rumbo fijo, hasta llegar a decir que debemos comer menos carne. Ait Franciscus.

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