Hay vida más allá de la religión (1) La educación crítica.

Los axiomas son indiscutibles; las verdades religiosas son discutibles, pero no dejan. 

Sí. Es posible una vida más "digna", más "plena" y más "satisfactoria" sin tener que recurrir a los subterfugios religiosos. La religión no añade nada a la vida. Solamente sustituye. Secuestra. Es incluso posible la “regeneración vital” de aquellas psiquismos perturbados sin tener que acudir al consultorio profiláctico de los sanadores por la fe. 

Preciso es establecer un presupuesto, que es confianza en uno mismo, y es queel hombre se basta a sí mismo si sabe educarse a sí mismo, potenciando las actitudes constructivas de la mente. Quizá necesite ayuda para ello, pero no la tendrá cuando quieren desviarle por sendas tergiversadas que a ningún sitio “humano” conduce y cuando él mismo consiente en ese latrocinio. 

El principio general del que debe partir la conducta de una persona es su “racionalidad”. Siempre hay que usar la razón, la única que puede generar una percepción correcta de todo, entendiendo el grado primero de racionalidad como "sentido común". 

La actitud racional de pensar las cosas produce ponderación y mesura en los juicios que aportarán actitudes y acciones equilibradas. Si a alguien lo de “racionalidad” le produce escozores mentales, repetimos, aténgase únicamente a lo de “sentido común”.

Esto conlleva, como corolario obligado, el encontrar el necesario control de la inseguridad: a lo largo de la vida nos vamos a ver zarandeados, sacudidos, quebrados incluso... Ofuscada sí, pero nunca la racionalidad se deberá sentir quebrada.

La razón, como el vigor, la fuerza muscular, la capacidad auditiva, es constitucional pero también mejorable; es producto de la herencia y producto de una estimulación continuada. El ejercicio de la razón, sobre todo en edades de formación, condiciona su ser posterior. Cuanto más se analicen las cosas, los hechos, los sucesos, los acontecimientos diarios, lo que nos dicen, las noticias que nos llegan… mayor capacidad tendrá la mente para discernir. Es la educación y el desarrollo del sentido crítico desde la infancia.

La religión tiene un sucedáneo de este “ejercicio de racionalidad” en lo que llaman “meditación” u “oración interior”. No por ser “a-religiosos” vamos a denigrar tal práctica: buena es la interiorización, el penetrar en uno mismo… pero sirve de poco si todo se relaciona con alguien ajeno a nuestro propio yo.

El volver sobre uno mismo, pensamientos y actos, tiene efectos beneficiosos. Consecuencia del ejercicio de la razón es la capacidad de penetración. Es como la adquisición de nuevos niveles cognitivos, o una capacidad intuitiva pronta y certera. Es la percepción rápida de los problemas que sólo tiene aquel que se ha habituado a considerar una y otra vez los distintos aspectos de la realidad. Es la educación para la agudeza, la perspicacia, la sutileza: en definitiva, la clarividencia.

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