La vocación religiosa... ¿sí?

¿Cómo sabe el candidato, el que la sigue, si tiene vocación religiosa o no?

Decía hace días el papa actual:

«Todas empiezan con un encuentro que ilumina en lo profundo, que toca el corazón y envuelve a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo».

¿De qué habla, de vocación religiosa o de un proceso de enamoramiento que es consecuente a una descarga de hormonas a la vista de la persona que le entra por los ojos y remueve las entrañas? Y uno que es hoy religioso dice: «Viví un encuentro personal con Cristo». ¿Y cómo sabía que era Cristo? No, todo esto no aclara nada. 

Comienza, dicen y leo, con un inconformismo... Chorrada mayúscula: todos los adolescentes y jóvenes son personalidades inconformistas, porque no tienen nada y lo quieren todo. Y dicen que ese inconformismo tiene relación, a la contra, con la “rutina de la vida”. Quizá sea el hecho de que esos jóvenes, como hemos dicho, todavía no son nada. Rechazado el motivo.

Tienen en común, dicen y leo, que necesitan compartir sus “sensaciones”, sus “síntomas”, con alguien. Otra perogrullada: todos, ante un nuevo trabajo, ante una nueva vida de relación (por ejemplo, iniciar una convivencia de pareja) comentan y preguntan en familia o con amigos su parecer.  Yo, que sentí ayer una cierta "llamada", hasta ahora no sé si tengo vocación religiosa o no.

Reconocen que la “llamada” o “vocación” surge normalmente de vivencias y ambientes marcados por la práctica religiosa o la vivencia familiar de la religión. Normal. Es muy difícil que surja una vocación para ser fraile o monja católicos entre los vendedores del zoco Jamaa-el-Fna de Marraquech.

Hablan del periodo de discernimiento. Lógico. Se juega uno la vida, porque habrá de convivir con otras personas muy íntimamente, a todas horas. Y están los ritos a que uno se ha de someterse desde el principio, los horarios, las prácticas, los sacramentos, las tareas diarias a realizar... Es el aterrizaje. ¿Pero tiene vocación para todo eso? O, dicho de otro modo, ¿es eso vocación, llevar esa vida apartada y dedicada a lo que la congregación ha prescrito? Pues creo que tampoco, porque tal “retiro de la vida” puede ser sólo una huida o caer de bruces ante la realidad que comporta una “vocación”. Y muchos se dan cuenta, tarde, de que esto no era lo que buscaba, pero como para cavar no tengo fuerzas... Sí, lo del Evangelio.

Hablan como saliéndose por la tangente, de que es Jesucristo el que te llama. ¿Y cómo sabe uno que es Jesucristo y no Tobías Smith? Y ¿cómo dilucidar si ha sido el ambiente ultra religioso familiar el que ha incitado a ello? ¿O, cuidado, la poca afición a formar pareja con alguien del sexo contrario porque la masculinidad o feminidad no están definidas? ¿O, cómo no, la mala perspectiva económica?

Me hablan de siete pasos a seguir: oración, percepción, información, reflexión, decisión y acción. Más tangentes, más inconcreciones. ¡Es todo tan abstracto! Los más afirman que es seguro que, cuando nos hacemos esas preguntas sobre “vocación religiosa”, es Dios quien nos llama, como puede llamar al matrimonio o al celibato. ¡Lo que es ver las cosas con el color de una vida ya definida dentro de esa vida religiosa en que uno se encuentra! Podrían también añadir, dejando a un lado lo relacionado con el voto o no de castidad (matrimonio, celibato), que Dios también nos llamaría a ser rateros, homicidas, ladrones profesionales, estafadores o políticos. ¡Y recurren a Dios! ¿Qué Dios o cómo saber que Dios llama? Hasta ahora no he hallado datos.

Preguntar a un cura, a un fraile, a una monja sobre si yo tengo o no vocación es tarea con resultado inútil por falaz. Posiblemente te digan que sí, por la necesidad que tienen de agregarte a su rebaño y colgarse medallas. Podría sonar la flauta, parecen decir. ¿Son ellos los más adecuados para consultar sobre una decisión tan personal y que tanto afecta a la vida futura de una persona? Creo que no, porque vista su opinión desde fuera, hasta podría suceder que el joven “vocacionado” perdiera el interés conociendo cómo viven.

Creo que sería mejor buscar correlaciones o similitudes entre la vocación religiosa y la de aquellos que han encontrado su “vocación” en el trabajo que les gusta, en la actividad por la que desde pequeños sentían afición: igual de vocación es la del médico, el bombero, el conductor de taxi, el orfebre, el maestro, el albañil, el capitán de yate, el profesor de trompeta o, incluso, el estafador experto en ingeniería financiera. En estos casos, mejor sería consultar con un psicólogo especializado. Él puede dilucidar respecto a cualidades físicas, aptitudes e incluso actitudes.

Contrariar los gustos sentidos desde la infancia, no conseguir lo que se buscaba, no hallar un puesto en la vida en aquella actividad soñada... pueden producir mucha frustración, pero en la actividad humana siempre se hallan sustituciones o complementos. Pero en el caso de una vocación religiosa no demasiado bien aclarada, que luego va a chocar con el ambiente en que se incardina, producirá daños psicológicos graves y posiblemente también físicos. ¡Hemos visto tantos!

En otros tiempos, los hijos de papas, obispos o cardenales, solían seguir la carrera eclesiástica. Cierto que tenían el puesto asegurado. Por similitud, los sobrinos que han sido educados por un cura, también lo suelen tener claro. ¿O los sobrinos también son hijos?

Resulta curiosa la situación de conventos y curias: aparte de vocación, también es profesión. Y es una profesión que siempre tiene puesto de trabajo seguro y asegurado. ¿Por qué tanta falta de candidatos? Yo tengo una respuesta: porque es laborar con humo. O mañana es el día de los Inocentes: por serlo, pagaron la broma con su vida. Igual la vocación religiosa es un “estado inocente”.

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