"Hoy se muere de manera más radical y con menos preparación que años atrás" Ante la muerte

Cementerio
Cementerio

"Los creyentes debemos ser más conscientes de la realidad de la muerte que, al fin y al cabo, será el acto más importante de nuestra vida. Preparémonos para la muerte y ayudemos a los demás, especialmente a nuestros familiares y amigos, a prepararse también"

".Es responsabilidad de quienes rodean al enfermo prepararlo para dar el gran paso. ¿No fue consciente al elegir un oficio? ¿No se preparó para casarse? Conviene que la comunidad cristiana tome conciencia de esta realidad y busque maneras de acompañar a los moribundos con afecto, con fe y con oración"

Estimadas y estimados, hoy se muere de manera más radical y con menos preparación que años atrás. La crisis de fe, o de su práctica, afecta profundamente al momento de la muerte. Familiares y amigos se sienten incómodos a la hora de decirle al enfermo que no hay nada que hacer, que debe prepararse para morir. No se sabe hablar de la muerte, y menos aún de lo que hay más allá. Si no se piensa en ello, ¿cómo se puede comprender?

Incluso prescindiendo de la fe en la vida eterna, en otros tiempos, el padre que veía acercarse su muerte esperaba al menos sobrevivir en su hijo mayor. El heredero continuaría la casa, el negocio, el oficio… De alguna forma, el padre perduraba en el hijo. Hoy en día, en las generaciones actuales, esto resulta muy difícil, por no decir imposible. Incluso esta supervivencia moral desaparece poco después de la muerte. Ni siquiera queda señal de duelo. Ya no se viste de luto. Como mucho, queda alguna foto que pronto se guarda cuando se reorganiza el piso.

Creemos. Crecemos. Contigo

En los pueblos pequeños, con cementerios cerca o junto a la iglesia, es más fácil recordar a los difuntos. Incluso he visto vecinos que, al salir de misa, pasan a rezar por ellos y tienen la ocasión de reflexionar sobre su propia muerte. En cambio, en las grandes poblaciones o ciudades, los cementerios están lejos y muchas personas pasan años sin visitarlos. Sea como sea, la visita a los cementerios debería invitar a pensar en la realidad de la muerte. Allí descansan en paz quienes nos han precedido, y no es casualidad que el término alemán para designar el cementerio sea Friedhof, que significa «morada de la paz».

Los cementerios, definidos como lugar de los muertos, son, paradójicamente, un lugar lleno de vida. Allí reposa en paz la vida de quienes hemos amado y de quienes nos han precedido. Las tumbas, nichos o lápidas nos recuerdan que quienes allí descansan fueron alguien y no simplemente un cuerpo en descomposición. Por eso, cada ser humano debería tener un lugar propio donde ser enterrado que recuerde que fue alguien. Los humanos somos espíritu hecho carne, seres espirituales encarnados que no quedan absorbidos por la materia indiferenciada. Y aunque en los cementerios los muertos no hablen, podemos oír su voz porque en la muerte está presente toda la vida.

Cementerio
Cementerio

Los creyentes debemos ser más conscientes de la realidad de la muerte que, al fin y al cabo, será el acto más importante de nuestra vida. Preparémonos para la muerte y ayudemos a los demás, especialmente a nuestros familiares y amigos, a prepararse también. No tiene sentido avisar al sacerdote a través de la funeraria cuando el familiar ya ha muerto o, en el mejor de los casos, cuando ya se encuentra inconsciente. En ese punto, poco se puede hacer. Es responsabilidad de quienes rodean al enfermo prepararlo para dar el gran paso. ¿No fue consciente al elegir un oficio? ¿No se preparó para casarse? Conviene que la comunidad cristiana tome conciencia de esta realidad y busque maneras de acompañar a los moribundos con afecto, con fe y con oración.

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