Cada vocación es como un pequeño milagro Tres nuevos presbíteros, un "sí" del siglo XXI

Ordenaciones
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"Estos días, la Iglesia diocesana está de fiesta. El próximo domingo, día 12 de febrero, si Dios quiere, Albert, Andreu y Damià recibirán la ordenación presbiteral en nuestra catedral"

"Cada vocación en el ministerio sacerdotal es como un pequeño milagro. Se trata de un largo proceso de formación del discípulo de Jesús que, en un momento de su vida, siente la llamada a ser pastor de la comunidad"

"Días atrás un joven seminarista me decía: 'Estoy cansado de tanto oír hablar de crisis de vocaciones. ¿Cuándo acabará esta canción?'. La canción terminará. La palabra y la respuesta la tienen los propios jóvenes"

"Jóvenes cristianos: os invito a decir un 'sí' como el de Damià, Andreu y Albert. Un «sí» del siglo XXI, generoso al Señor del tiempo y de la vida. Y si el Maestro os invita a seguirle de cerca, ¡estáis de suerte!"

Estimadas y estimados. Estos días, la Iglesia diocesana está de fiesta. El próximo domingo, día 12 de febrero, si Dios quiere, Albert, Andreu y Damià recibirán la ordenación presbiteral, en el marco de una celebración de la Eucaristía que tendrá lugar en nuestra Catedral. Es motivo de gozo para toda la comunidad diocesana y debemos dar gracias a Dios. Por este motivo, os invito especialmente a participar.

Cada vocación en el ministerio sacerdotal es como un pequeño milagro. Se trata de un largo proceso de formación del discípulo de Jesús que, en un momento de su vida, siente la llamada a ser pastor de la comunidad. Días atrás, en una visita que hice al Seminario Mayor Interdiocesano, un joven seminarista me decía: «Estoy cansado de tanto oír hablar de crisis de vocaciones. ¿Cuándo acabará esta canción?». La canción terminará. No hay mal que cien años dure. Y los jóvenes de hoy podrán cantar otra canción. Pero, ¿con qué tono? La palabra y la respuesta la tienen los propios jóvenes.

Los hombres y mujeres de hoy pueden, sin darse cuenta, convertirse en robots, máquinas que no entienden de sentimientos, con entrañas llenas de información y software pero carentes de sensibilidad. ¿Sólo cuenta esto hoy? ¿Los hombres y mujeres de hoy podemos despertarnos un día y descubrirnos manipulados como robots? ¡Nosotros respondemos que no! Porque conocemos a Jesús y su Evangelio.

Sí, el Evangelio de Jesús es el antídoto a esta situación porque humaniza. Lo que las manipulaciones sociales externas quieren aniquilar del ser humano, el Evangelio lo preserva en la Verdad. Mejor aún, lo preserva del falseamiento, porque Jesús cuida de cada persona, sabe sus verdaderas necesidades del corazón y del espíritu y conoce toda su vida y sus verdaderas necesidades desde el primer momento hasta las últimas horas y el último instante.

¿Qué darían los hombres y mujeres alienados así por un momento de verdadera alegría, por una mirada de fidelidad? Es lo que afirma el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo: «Cualquiera que sigue a Cristo, el hombre perfecto, se convierte también él en más hombre» (GS 41). La fe, vivida auténticamente, no es una enajenación, sino que contribuye a humanizar el mundo. Y es que el Evangelio tiene futuro, tanto futuro como el de la persona humana.

Jóvenes cristianos: os invito a decir un «sí» como el de Damià, Andreu y Albert. Un «sí» del siglo XXI, generoso al Señor del tiempo y de la vida. ¡El Evangelio de Jesús, lo vuelvo a decir, es humanizador! ¡Cristo es la afirmación del hombre y de la familia humana! Reseguid el Evangelio con la mirada del corazón, entrad en todas sus palabras y tonalidades lejos de toda alienación y manipulación. Y decid: «sí», hay otro «Hombre». Entonces, os vendrán ganas de contar su descubrimiento al compañero y gritar: «He encontrado a aquel que necesitaba», «he encontrado a aquel que da sentido a la vida». ¡Volved a leer el Evangelio! Y si el Maestro os invita a seguirle de cerca, ¡estáis de suerte! A pesar de que suponga renuncias y un esfuerzo suplementario en la búsqueda de la felicidad. No os engañéis, la auténtica felicidad no se encuentra al doblar la esquina.

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