"Sor Lucía nos muestra con sus obras, su fe" Padre Bausset: "La vida de sor Lucía Caram no es vedetismo, sino testimonio que nace del Evangelio"

Sor Lucía
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"Algunos, desde los sectores eclesiales más conservadores (maliciosamente o por ignorancia), han calificado, despectivamente, a sor Lucía Caram de vedette, cosa bastante equivocada"

"La vida de sor Lucía Caram no es, de ninguna de las maneras, vedetismo. Es testimonio. Un testimonio que nace de la fe y de su compromiso con el Evangelio y con los más pobres. Como hizo Jesús"

"Estos que, farisaicamente, acusan a sor Lucía Caram de vedette, se asemejan a los escribas y a los fariseos que,  maliciosamente, atacaban a Jesús"

"Los que se rasgan las vestiduras y acusan a sor Lucía de vedette y de querer llamar la atención o de querer ser el centro del mundo, no han entendido nada de nada del testimonio evangélico que da esta mujer de fe"

El título de este artículo, a parte de ser, digámoslo así, el “lema” de los boxeadores, también hace referencia a unas palabras que encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles (20:35), cuando San Pablo pone en boca de Jesús esta expresión: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. De una manera parecida, el P. Josep Massot, que nos ha dejado recientemente, también decía: “Pienso que es mucho mas útil trabajar para los demás que trabajar para uno mismo”. 

He recordado estas palabras de San Pablo, porque hay quien confunde el vedetismo con el testimonio. Y es que no es lo mismo ir de vedette por la vida, que ser un testigo. Y digo esto porque algunos, desde los sectores eclesiales más conservadores (maliciosamente o por ignorancia), han calificado, despectivamente, a sor Lucía Caram de vedette, cosa bastante equivocada. Y es  que una vedette se centra en ella misma, buscando sobresalir y anulando o prescindiendo de los demás. Por el contrario, un testigo siempre remite a los demás.

Una vedette se mira el ombligo de una manera egoísta convirtiéndose en el centro del mundo, mientras que un testigo señala a los demás y fija la mirada y el corazón en los hermanos para ayudarlos, sobre todo a los que más sufren. 

La vida de sor Lucía Caram no es, de ninguna de las maneras, vedetismo. Es testimonio. Un testimonio que nace de la fe y de su compromiso con el Evangelio y con los más pobres. Como hizo Jesús. Y tanto si va a Ucrania a por refugiados como si pone en marcha la “Fundació Convent de Santa Clara”, nunca es ella la protagonista, sino los ucranianos que ha rescatado del horror de la guerra o la gente que pasa hambre en Manresa.

La actitud de sor Lucía Caram, una mujer audaz, valiente y plenamente evangélica, no es vedetismo, sino compromiso con los que sufren. Y por eso, ojalá tuviésemos muchas más personas como sor Lucía. Lo que es del todo obsceno e indecente, es que los que de una manera superficial y frívola la critican, ni hacen lo que ella hace, ni tan solo son capaces de ayudarla.

Estos que, farisaicamente, acusan a sor Lucía Caram de vedette, se asemejan a los escribas y a los fariseos que,  maliciosamente, atacaban a Jesús y por eso el Señor decía a sus discípulos, para prevenirlos de estos farsantes: “No hagáis conforme a sus obras, porque dicen y no hacen” (Mt 23:2). Los escribas y los fariseos, los de ayer y los de hoy, “atan cargas pesadas y difíciles de llevar sobre los hombros de los hombres, pero ellos, ni con un dedo quieren moverlas” (Mt 23:4).  

De toda manera, como supongo que a sor Lucía Caram no le afectan las críticas negativas de estos hipócritas, ella continúa haciendo el bien y animando a los demás a hacer también el bien. Los que se rasgan las vestiduras y acusan a sor Lucía de vedette y de querer llamar la atención o de querer ser el centro del mundo, no han entendido nada de nada del testimonio evangélico que da esta mujer de fe.

Porque aquellos que la critican y que por otra parte no mueven un dedo por ayudar a los que ella ayuda, habrían de recordar que la fe sin las obras, está murta (St 2:14-20). Por eso sor Lucía nos muestra con sus obras, su fe. Y con su actitud plenamente evangélica, nos enseña también, que “hay más felicidad en dar que en recibir”. Y eso que sor Lucía no es boxeadora. Aunque da buenos golpes.

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