Pues hablemos del obispo dimisionario, aunque todavía no emérito, de Sigüenza-Guadalajara (III).

Continuamos dando "argumentos". No haberlos pedido

Como Setién continuaba haciendo caso omiso de sus hermanos obispos y seguía contando con el apoyo incondicional de algunos, ABC (6.11.97) nos decía lo siguiente: “En medios eclesiásticos se reconoce que monseñor Setién ha escandalizado a muchos buenos católicos, incluidos no pocos de sus feligreses, con sus declaraciones sobre el diálogo con ETA y que “ante sus palabras, cabía esperar una reacción crítica por parte de otros obispos”. Lo que ha ocurrido, según estos medios, sin embargo, ha sido justamente lo contrario. El presidente y el secretario del Episcopado se han apresurado a defenderle, dando la impresión de que todos los obispos están con él. De hecho, el diario Egin titulaba en primera página en su edición de que “la Iglesia respalda al obispo Setién”. “Tanto monseñor Yanes como monseñor Sánchez, presidente y secretario general del Episcopado respectivamente, se han apresurado a mostrar su apoyo al prelado vasco y a responsabilizar a los medios de comunicación de la supuesta tergiversación que ha sufrido sus palabras. A este respecto, en los referidos medios señalan que muchos se preguntarán ¿qué ha funcionado en esta reacción episcopal? ¿Se trata de un claro ejemplo de corporativismo? ¿Son Yanes y Sánchez representativos del común sentir de todos los obispos españoles, los cuales estarían, como ellos, absolutamente de acuerdo con Setién?” “Y la respuesta –agregaron- hay que buscarla en la división que existe en la Conferencia Episcopal”. “La jerarquía española está dividida en, al menos, dos grupos. Uno de ellos se identifica más con la línea de Juan Pablo II mientras que el otro prefiere considerarse a sí mismo como “progresista”. A este último grupo pertenece la mayoría de los obispos españoles, razón por la cual el presidente y el secretario de la Conferencia son de esa tendencia. Si el corporativismo es grande entre los obispos, dentro de cada grupo es aún mayor. Por eso será muy difícil que los “colegas” de Setién se manifiesten en contra de éste, para lo cual tendría que decir cosas aún más provocadoras que las pronunciadas hasta ahora”. “En cuanto a los demás, desautorizados de alguna manera por el presidente y el secretario, no se atreven a hablar públicamente contra el prelado de San Sebastián, aunque sí lo hacen entre ellos o en círculos de amigos. Su discrepancia se manifiesta en declaraciones contra el terrorismo, que suelen hacer públicas con rotundidad, especialmente cuando en sus diócesis se produce algún atentado de ETA”.
Y más insistencia ciertamente digna de mejor causa con otras declaraciones que ABC titula del siguiente modo: “Monseñor Sánchez: Al prelado donostiarra se le ha “demonizado” (6.11.1997) y “El portavoz de la Conferencia Episcopal califica de “injustas” las críticas contra Setién” (8.11.1997)
Por si fuera poco el volcarse en defensa de su amigo, Tribuna (17.11.1997)sigue recogiendo los amores de Sánchez bajo un título que, pese a ser una obviedad, decía no poco en aquellos momentos: “Sólo el Papa puede desautorizar a Setién”. O, para buen entendedor, ojito hermanos obispos si os atrevéis a criticarle. Estamos ante una nueva estupidez porque Setién se había desautorizado solo muchísimas veces y además cualquiera, obispo, sacerdote o laico, podía desautorizar sus palabras. Lo único que sólo podía hacer el Papa era deponerle. Cosa que haría, aunque endulzando la palabra, dos años después.

No es de extrañar que, ante tanta insistencia de Sánchez, verdaderamente lamentable y vergonzosa, Alfonso Ussía escribiera (ABC, 9.11.1997): “Hace unos años me hubiera divertido comentar las palabras de monseñor Sánchez, tan contradictorias, tan alejadas del sentido común, tan corporativamente necias. Hoy no me divierte nada y para no caer en la irritación huyo de ellas, y apenas busco la sonrisa que disfraza el desprecio. Monseñor Sánchez, tan vertiginoso y célebre por desahuciar a monjas de clausura de sus conventos con la mayor dureza, nos invita a ser “justos” con su colega Setién. Muchos hemos sido injustos con el pobre Setién. Sólo ellos –los obispos- están capacitados para interpretar las intenciones y los mensajes del crucificado Setién. Me aburre tanto mi injusticia con Setién, mi sensibilidad herida por Setién, mis veinte años de estulticia por no comprender a Setién, que le doy la razón a Sánchez. Lo que su ilustrísima diga, Sánchez”.
Muy pocos días después le encontramos, de nuevo al lado del Setién de sus amores, reclamando el acercamiento de los presos de ETA al País Vasco (ABC, 18.11.1997).

En este permanente empeño de justificar lo que irritaba tan profundamente a tantos católicos españoles hasta el punto que a no pocos les alejó de la Iglesia, ahora defiende la ausencia de los obispos vascos en los funerales por las víctimas del terrorismo (El País, 28.1.1998; 29.1.1998)) porque “puede suponer un elemento más de profundizar en la división, de enconar la herida y romper más todavía la comunidad” (ABC, 29.1.1998). A lo que Ussía, tras alabar al arzobispo de Sevilla, Fray Carlos Amigo, por presidir los funerales por el concejal y su mujer asesinados por ETA en aquella ciudad, añade: “El arzobispo de Sevilla no necesita que el inefable, tortuoso y antipatiquísimo monseñor Sánchez haga pública su comprensión por sus palabras y actitudes”.(ABC, 1.2.1998).

Ussía, que debe sentir por Sánchez la misma simpatía que yo, insistía en la crítica al obispo (ABC, 7.1.2001): “Hace pocos años, cuando la ETA “sólo” había asesinado a 870 inocentes y herido, mutilado, chantajeado y secuestrado a otros tantos, estos 226 sacerdotes permanecieron callados. Y un obispo, José María Setién, decidido defensor de los terroristas desde sus pastorales y sus posturas, recibió todo el apoyo de otros prelados de la Conferencia Episcopal Española, preferentemente de Yanes y Sánchez. El primero criticó a los familiares de las víctimas del terrorismo por “pedir demasiado” –nada habían recibido- y el segundo nos dedicó toda suerte de improperios y descalificaciones a quienes denunciábamos la cobarde complicidad de la Iglesia española con su arzobispo de San Sebastián. ¿Pedirán perdón públicamente monseñor Yanes y monseñor Sánchez?”

Ni siquiera la anticipada renuncia que se le admitió a Setién, evidente desautorización por Roma de su pontificado, detuvo a este lenguaraz compulsivo que salía en elogio del defenestrado pocos días antes: afirmando que “su labor se ha caracterizado por su “entrega generosa” y por “un sentido del derecho, la ley, la moral y la ética mucho más acendrado de lo que muchos creen”” (ABC, 24.1.2000). Supongo que lo de “su entrega generosa” debió indignar a todos aquellos que jamás la conocieron: los familiares de las víctimas del terrorismo.

Y así continúa inasequible al desaliento aunque ya nadie compartiera lo que ha venido repitiendo hasta aburrir a las ovejas (El País, 21.2.2001): Sánchez “dijo no explicarse como nos han maltratado de esta manera, sacando tan injusta y calumniosa conclusión”. “Quienes” han sacado de quicio” este asunto “tendrán que dar razones”, añadió”. Pues la razón es evidente para todo el mundo menos para él. Su defensa reiterada y pesadísima de Setién era infumable.
La defenestración de Setién no hizo caer del guindo a Sánchez que continuaba repitiendo (El País, 12.4.2001): “No hay derecho a que a la Iglesia se le haya puesto como se le ha puesto de una manera injusta y calumniosa por algo que no ha hecho. Cuando se cuentan las cosas como no son es frecuente que al pueblo se le confunda. Esa es la gran responsabilidad que tienen los políticos y los informadores, explicó Sánchez”. A lo que se ve sus explicaciones no convencen a nadie. ¿Será que no son convincentes?

Poco después era Alex del Rosal quien señalaba el final, por fin, de esa repugnante luna de miel de los obispos españoles con el de San Sebastián (La Razón, 29.4.2001): “Cuando Elías Yanes ejercía como moderador de los obispos españoles, y José Sánchez, de obispo-secretario de la Conferencia Episcopal, se dio una curiosa actitud con respecto a ETA y la posición de la Iglesia : quien llevaba la voz cantante en estos asuntos era monseñor Setién. Cualquier declaración suya era inmediatamente avalada y refrendada por la cúpula del episcopado.Así pues, la opinión de Setién era la tesis que prevalecía en la Iglesia. Aunque el obispo Setién dijera barbaridades, el tándem Yanes-Sánchez, -con muy buena fe, eso sí-, acogían benévolamente las salidas de tono del prelado vasco. A eso se le llamó “corporativismo episcopal”. Parecía que la Verdad evangélica estaba por debajo de la defensa del hermano obispo”.

Una pastoral de los obispos vascos contraria a la deslegalización de Batasuna vuelve a colocar a Sánchez bajo los focos al alinearse como es habitual con aquello (La Razón, 5.6.2002; ABC, 7.6.2002; La Razón, 8.6.2002; La Razón, 9.6.2002; ABC, 25.6.2002; La Razón, 26.6.2002; ABC, 26.6.2002; El Mundo, 26.6.2002).

Ya no es secretario de la Conferencia episcopal, ya a su amigo del alma el Vaticano le dio la patada en su episcopal trasero, ya apenas tiene apoyos entre los obispos, pero él sigue insistiendo. Jaime Ignacio del Burgo le dirige una carta abierta (La Razón, 27.6.2002) criticando su apoyo a los obispos vascos y la pastoral de estos.

Antonio Villacorta entra también en la polémica y no precisamente con algodones (La Razón, 27.6.2002): “No es la primera vez que el ilustre obispo de Sigüenza, monseñor Sánchez, saca a la palestra la sutileza analítica, más propia del obispo Setién. No es lo mismo la persona víctima (del terrorismo) que la corporación víctimas, son dos cosas distintas porque esta asociación tiene un ingrediente corporativo, nos dice el ilustre obispo. Esta diferencia conviene que se haga, es bueno hacerla, sigue diciendo. Claro que no nos aclara para que. He ahí lo poco honorable del obispo. ¿Insinúa que es mejor que la víctima individual del terrorismo quede desvalida y que cuando se asocia se hace abominable…?¿Insinúa el obispo que una corporación de víctimas del terrorismo se forma por razones políticas y que por esa razón hay que descalificarla…? La opinión de Arzallus, al que el propio obispo califica de ejemplar, es justamente esa, nos lo ha dicho de muchos modos. Pues que los fieles católicos de la diócesis de Sigüenza analicen con las palabras “ejemplares” de su obispo, nada menos que jefe de Comunicación del Episcopado (español). Y que sus compañeros de episcopado sopesen sus palabras”.

Juan Bravo (La Razón, 27.6.2002): “La mayoría de los obispos vive en un sobresalto permanente en las últimas semanas por los desmanes políticos de algunos de sus compañeros. A los delirios nacionalistas de losw prelados vascos, se han unido, como traca final, las alabanzas al “jesuita” Arzallus y al abertzale Setién del jefe de Comunicación del Episcopado. Monseñor Sánchez. Y eso, mientras la Conferencia prepara un documento de expresa condena al terrorismo y pleno apoyo a las víctimas, reclamado por muchos prelados para despejar cualquier sombra de duda y borrar imágenes de tibieza y ausencia del suficiente compromiso . Que alguno pretenda subirse al monte con sotana es una imprudencia, una torpeza o ambas. En cualquier caso, una zancadilla a la buena voluntad de la mayor parte de los obispos.

Jaime Campmany (ABC, 27.6.2002): Se está dejando de poner la cruz en la declaración de la renta, de ir a misa el domingo y de dar dinero a la Iglesia por el descontento de los fieles “y ahora sale de la Alcarria monseñor Sánchez con los piropos a Arzallus, “jesuita ejemplar• y “político combativo”, y dice que lo de Víctimas del Terrorismo es una asociación ideológica. A veces, como ahora mismo, son los propios curas los que hacen todo lo posible para que algunos dejen el cirio y cojan la tranca”.

“La Fundación Gregorio Ordóñez rectifica a José Sánchez” (La Razón, 28.6.2002): “La Fundación Gregorio Ordóñez expresó ayer su indignación, contrariedad y perplejidad tras manifestar el obispo de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, que nunca se ha negado al PP una misa en recuerdo de Ordóñez”.

Alfonso Ussía (ABC, 28.6.2002): “Del obispo Sánchez de Sigüenza-Guadalajara no pueden sorprender ni actos ni palabras viles. Basta y sobra para ello el buen uso de la memoria. A finales del pasado siglo, que es lo mismo que escribir trasanteayer, fue el portavoz más agrio y distante de la Conferencia Episcopal. Sus posiciones políticas son más conocidas que las religiosas, y deambula por la llamada ala izquierda del episcopado, lo cual nos parece muy bien siempre que no olvide que su principal función es la pastoral. Fue el gran intérprete de Setién, el único que entendía a la perfección sus perversas pastorales, el elegido para saber interpretarlas de manera diferente al resto de los que las leíamos. Sánchez nos demostró a todos que no sabíamos leer, o al menos, que no tan bien como lo hacía él. De sus actos heroicos destaca el desalojo violento de una decena de monjitas de clausura que se negaron a obedecer sus órdenes de abandonar su convento. Con todos los fieles en contra, Sánchez reclamó la presencia de las Fuerzas de Seguridad del Estado –en su derecho estaba- y éstas se vieron en la obligación de expulsar a la fuerza a las religiosas de su casa, de su convento, de sus raíces. Uno de los guardias civiles que intervinieron en el desalojo confesó, pocos días después del desahucio, que jamás había sentido tanta tristeza y rabia como cumpliendo aquella orden , tan inhumana e injusta. Y ahora, cuando la tormenta del miserable escrito de los obispos vascos parecía amainada, y el cardenal Rouco, a título particular, redactaba una pastoral clara y diáfana, libre de exégesis ambiguas o malintencionadas, sale Sánchez del armario donde guardaba sus ropas el Doncel de Sigüenza, y nos anima a distinguir entre las víctimas del terrorismo y la Asociación de Víctimas del terrorismo, por el “componente ideológico” de dicha Asociación. Previamente Sánchez, el que trata a las religiosas de clausura como “okupas” de sus conventos, elogió con devoción y desmesura a Javier Arzallus, de quien dijo que fue un jesuita ejemplar y es hoy un político muy luchador y combativo que defiende con una contundencia sin paliativos sus opiniones. Que a Sánchez le satisface la contundencia es algo que no se puede negar, pero aquí sí existe un posible abanico de interpretaciones de sus palabras cuando se refiere a Arzallus como un político “combativo”.
Pero la vileza viene en la distinción. Mire, Sánchez. Las víctimas del terrorismo anduvieron en el olvido más absoluto durante décadas. La propia Iglesia ha reconocido su culpa, responsabilidad y falta de calor cristiano con quienes sufrieron la peor de las injusticias y la mayor de las atrocidades. Se unieron para defender sus derechos, reclamar la acción de la Justicia y apoyarse los unos a los otros. A dicha asociación no puede ingresar nadie con carga ideológica alguna porque su única ideología ha sido, es y será la del dolor. A ella pertenecen los familiares de los asesinados, los supervivientes de los atentados, los heridos, los mutilados, los torturados en secuestros, los huérfanos hurtados de padres y madres, y sólo ellos. La Asociación y las víctimas son la misma cosa, y sólo una mente turbia y perversa puede dudar de la limpieza y fuerza moral que dicha asociación tiene. Han sufrido y sufren a espaldas del consuelo, de la caridad cristiana y de la comprensión de obispos como usted, de felones como usted, de fariseos como usted.
Se ha convertido, Sánchez, en el guardián de la fosa. No de la común y bendita que guarda la memoria de todos los inocentes asesinados, de los españoles de la muerte adelantada por rl terrorismo. Usted es el guardián de la fosa séptica del episcopado, y hora es de que se amortice su bajísimo puesto de trabajo”.

Luis F. Utrera-Molina en La Razón (30.6.2002): “Sólo unas líneas para hacer pública mi más absoluta repugnancia por las provocadoras e impresentables declaraciones del obispo de Sigüenza, monseñor Sánchez, en relación con el problema vasco. Lo de menos es calificar a Arzallus como “jesuita ejemplar”, aunque no estoy seguro de que la mayor parte de los miembros de la Compañía de Jesús lo hayan tomado como un elogio. Lo más importante es que, si para el obispo Sánchez los que no viven en las tres provincias vascongadas no son capaces de entender bien el problema, no sé que autoridad tiene el Sr. Obispo para aconsejar a un matrimonio, a una pareja de novios o a nadie que no sea un sacerdote sobre nada. No sé cuando se va a enterar la Conferencia Episcopal de que actitudes como las del obispos Sánchez no sólo producen una enorme tristeza y desazón en los fieles al comprobar el nivel de soberbia al que han llegado algunos de sus pastores, sino también una indignación creciente de todos los españoles ante la ambigüedad calculada de la Iglesia a la hora de pronunciarse sobre el fenómeno separatista y excluyente del nacionalismo vasco. Es muy fácil condenar el terrorismo, pero ¿para cuando señores obispos una condena de las ideas que lo amparan? Sepa Sr. Sánchez, que resulta miserable amparar o justificar a los que están haciendo la vida imposible a los que se siguen llamando, con toda legitimidad, y con mayor orgullo, españoles y vascos, a los que se resisten a abandonar la tierra que les vio nacer dejándola en manos de fanáticos racistas y enanos crecidos a la sombra de los miserables, a los que se resistirán cada vez más, con todo el dolor de sus entrañas, a pisar las iglesias de su tierra en las que, gracias a declaraciones como las suyas, Sr. Sánchez, se sentirán extraños, pues sólo ven crecer en ellas la semilla del odio y la disgregación”.

Pero creo que lo más demoledor de este triste episodio, uno más en su ya largo historial, son estos dos titulares: “La AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo), indignada, recuerda a monseñor Sánchez que no les ha llamado “ni una vez”” (La Razón, 27.6.2002). “Monseñor José Sánchez recibe duras críticas de la AVT por no haberse interesado “jamás” por las víctimas” (La Razón, 27.6.2002).

En un próximo artículo concluiremos los argumentos por los que este obispo no me es nada simpático. Quise ser caritativo y limitarme a decir que me parecía un mal obispo y que me alegraba de que hubiera presentado la renuncia. Pero algunos amigos de Sánchez me reprocharon tan moderados sentimientos y me retaron a ver si era capaz de demostrar algo contra este prelado tan ejemplar. Pues ya ve el obispo de Sigüenza-Guadalajara que con amigos así no necesita enemigos. Callados habrían estado mucho más guapos. Y el obispo también.
Volver arriba