Fue el título de un documento muy significativo de la Conferencia Episcopal Española, 23 de enero, 1973. Siguiendo la orientación del Concilio sobre la misión de la Iglesia, los obispos abandonaron el consorcio Iglesia-poder político vigente todavía en el nacionalcatolicismo. Pero no renunciaron a la presencia pública de la Iglesia y por tanto a su incidencia política. La fe cristiana solo existe en los creyentes que viven y actúan dentro de la “polis”, la sociedad. Por eso con dicho documento hay que leer también la Nota de la Comisión Permanente del Episcopado, “Actitudes cristianas ante la actual situación económica de España·”, septiembre 1974.

Siendo presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Tarancón ratificó la orientación de la Conferencia: “mutua independencia entre la Iglesia y el poder político: y sana colaboración en el común servicio a los pobres”. La Iglesia “no se identifica con ningún partido político. Pero no confunde ser independiente, como pudieran creer algunos con una neutralidad, como si ella quisiera y tuviese que permanecer indiferente ante la organización sociopolítica que vaya a darse en este país”. Y el Cardenal añade: “la Iglesia debe ser conciencia crítica de la sociedad comprometiéndose en la causa de la justicia y de los pobres”-

Cuando el papa Francisco en su primera Exhortación calificó al sistema social y económico vigente como “injusto en su raíz. Claro que incidió en política, pero desde el Evangelio que proclama la dignidad inviolable de todas las personas. La crìtica puede ser saludable para todos ciudadanos cualquiera fuera su partido político. Es manifiesta la diabólica ideología o interés prioritario por sacar el mayor beneficio económico con el mínimo gasto y utilizando irreverentemente a las personas. Es la ideología pervirtiendo la economía como ciencia y arte para satisfacer las necesidades de todos; y estamos cayendo en lo que Aristóteles llamaba crematística del dinero: crear riqueza no para repartirla entre todos, sino para enriquecer a un grupo a costa  del bien común. ¿No se habla hoy y estamos viendo lo que se llama plutocracia, el poder del dinero y su dictadura de los grupos acaudalados en la organización mundial de la sociedad?

Concretando a nuestro caso español actual. Da la impresión que el economicismo infecta hoy a todos los partidos políticos. También al neocapitalismo y al socialismo, La corrupción está a la orden del dìa. En el economicismo funciona la ideología que da más valor a la crematística del dinero que a la dignidad de las personas. Esa ideología puede pervertir al mismo funcionamiento del mercado, medio muy válido para la regulación de la economía. En esa ideología el mercado queda en la fría lógica de la comercialización donde no entran ni la preocupación por la justicia ni la gratuidad. En la singular encíclica “Caridad en la verdad”, el papa Benedicto XVI fue al fondo: no hay salida si en el funcionamiento de la economía y en la cohesión social no entra la lógica de la compasión, de la gratuidad y del don.

El tema para la Iglesia hoy en la organización economicista en la que funcionan hoy los partidos políticos, no   unirse a uno u otro partido; los cristianos podemos elegir el partido político que nos parezca. Y sigue siendo válida la propuesta de la Conferencia Episcopal Española en los años 70 del siglo pasado: “la Iglesia debe ser conciencia crítica de la sociedad comprometiéndose en la causa de la justicia y de los pobres”-

Los cristianos frecuentemente caemos en la tentación de mirar a la sociedad desde la acera, como si nosotros fuéramos extraterrestres e impolutos testigos del Evangelio. Hace tiempo se habló de “religión burguesa” que se reduce a ritos y cumplimientos religiosos sin compasión eficaz ante el deterioro humano que significa la escandalosa pobreza y sin compromiso por construir la fraternidad fraterna con nuestro estilo evangélico de vida. Quizás esté ahí la clave para una presencia pública y profética de la Iglesia en la actual situación política de la sociedad española.