León XIV: "El hermano, ayudado por su hermano, es como una ciudad fortificada"
Clamor del Papa "por una paz desarmada y desarmante"
“Lamentablemente, forma cada vez más parte del panorama contemporáneo arrastrar las palabras de la fe al combate político, bendecir el nacionalismo y justificar religiosamente la violencia y la lucha armada” recalca el Papa, quien invita a los creyentes a “desmentir activamente, sobre todo con la vida, esas formas de blasfemia que opacan el Santo Nombre de Dios”
“Una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante”. Este es el primer llamamiento de León XIV en su primer mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero y cuyo contenido ha publicado hoy el Vaticano. La paz, sostiene Prevost, “que no sólo desea, sino que realiza un cambio definitivo en quien la recibe y, de ese modo, en toda la realidad”, convirtiéndose en “una silenciosa revolución” que cambie el mundo.
La paz de “Cristo resucitado” que “venció a la muerte y derribó el muro que separaba a los seres humanos”, en un “parto del que está naciendo un mundo nuevo”. “Ahora bien, ver la luz y creer en ella es necesario para no hundirse en la oscuridad”, explica el Papa.
“La paz existe, quiere habitar en nosotros, tiene el suave poder de iluminar y ensanchar la inteligencia, resiste a la violencia y la vence”, sostiene el pontífice, quien reivindica la labor de los que “trabajan por la paz que, en el drama de lo que el Papa Francisco ha definido como ‘tercera guerra mundial a pedazos’, siguen resistiendo a la contaminación de las tinieblas, como centinelas de la noche”.
Lamentablemente, “olvidar la luz es posible”, advierte Prevost, quien sostiene que, en estos momentos, en este mundo, “se pierde el realismo, cediendo a una representación parcial y distorsionada del mundo, bajo el signo de las tinieblas y del miedo”.
Frente a ello, “ya sea que tengamos el don de la fe, o que nos parezca que no lo tenemos, queridos hermanos y hermanas, ¡abrámonos a la paz!”, reclama León XIV. “Acojámosla y reconozcámosla, en vez de considerarla lejana e imposible”, porque “antes de ser una meta, la paz es una presencia y un camino”.
Una pequeña llama amenazada por la tormenta
“Aunque sea combatida dentro y fuera de nosotros, como una pequeña llama amenazada por la tormenta, cuidémosla sin olvidar los nombres y las historias de quienes nos han dado testimonio de ella”, clama Prevost, “incluso en los lugares donde sólo quedan escombros y donde la desesperación parece inevitable”.
“Hoy encontramos a quienes no han olvidado la paz”, subraya, con esperanza, el pontífice, vinculando la paz con la resurrección de Jesús. “La paz de Cristo resucitado sigue atravesando puertas y barreras con las voces y los rostros de sus testigos. Es el don que permite que no olvidemos el bien, reconocerlo vencedor, elegirlo de nuevo juntos”.
Una paz que Prevost también vinculó con el momento en que Jesús fue apresado. Justo antes, el Maestro dejó un mensaje de paz, “pero no como la del mundo”. De hecho, “los Evangelios no esconden que lo que desconcertó a los discípulos fue su respuesta no violenta”. Y es que, advirtió el Papa, “la paz de Jesús resucitado es desarmada, porque desarmada fue su lucha, dentro de circunstancias históricas, políticas y sociales precisas”. Una novedad de la que “los cristianos, juntos, deben hacerse proféticamente testigos”.
Aunque surja, no pocas veces, la impotencia. “Cuando tratamos la paz como un ideal lejano, terminamos por no considerar escandaloso que se le niegue, e incluso que se haga la guerra para alcanzarla”, lamentó. “Pareciera que faltan las ideas justas, las frases sopesadas, la capacidad de decir que la paz está cerca”.
“Si la paz no es una realidad experimentada, para custodiar y cultivar, la agresividad se difunde en la vida doméstica y en la vida pública”, admitió el pontífice, quien recalca la tentación de pensar “que no se nos prepare lo suficiente para la guerra, para reaccionar a los ataques, para responder a las agresiones”.
Legítima defensa y desestabilización
En virtud del principio de legítima defensa, se provoca “una desestabilización planetaria que va asumiendo cada día mayor dramatismo e imprevisibilidad” en todo el mundo, lo que se traduce en “repetidos llamamientos a incrementar el gasto militar y las decisiones que esto conlleva sean presentados por muchos gobernantes con la justificación del peligro respecto a los otros”. También, en lo tocante al incremento del armamento nuclear, que “encarna la racionalidad de una relación entre pueblos basada no en el derecho, la justicia y la confianza, sino en el miedo y en el dominio de la fuerza”.
El año pasado, los gastos militares aumentaron un 9,4% en todo el mundo, hasta alcanzar 2.718 billones de dólares, es decir, el 2,5% del PIB mundial. Que, además, sirve para reajustar las políticas educativas y para promover “campañas de comunicación y programas educativos, en escuelas y universidades, así como en los medios de comunicación, que difunden la percepción de amenazas y transmiten una noción meramente armada de defensa y de seguridad
Una triste realidad: el año pasado, los gastos militares aumentaron un 9,4% en todo el mundo, hasta alcanzar 2.718 billones de dólares, es decir, el 2,5% del PIB mundial. Que, además, sirve para reajustar las políticas educativas y para promover “campañas de comunicación y programas educativos, en escuelas y universidades, así como en los medios de comunicación, que difunden la percepción de amenazas y transmiten una noción meramente armada de defensa y de seguridad”.
Frente a ello, la indicación de San Agustín para no destruir los puentes y acabar con la cultura del reproche, “prefiriendo el camino de la escucha y, en cuanto sea posible, el encuentro con las razones de los demás”. Y una alerta activa, muy propia de este pontificado: el “delegar a las máquinas decisiones que afectan la vida y la muerte de personas humanas”. “Es una espiral destructiva, sin precedentes, del humanismo jurídico y filosófico sobre el cual se apoya y desde el que se protege cualquier civilización”, advierte el Papa, quien insta a “despertar las conciencias y el pensamiento crítico”. Como hiciera Francisco de Asís, es preciso “que unamos esfuerzos para contribuir recíprocamente a una paz desarmante, una paz que nace de la apertura y de la humildad evangélica”.
Quizás por eso Dios se hizo niño
Finalmente, esa paz desarmante, que derrocha bondad. “Quizás por eso Dios se hizo niño”, reflexionó Prevost, señalando cómo los ángeles, junto al pesebre, cantaban “Paz en la Tierra”, anunciando “la presencia de un Dios sin defensas”.
Así, el Papa evocó a San Juan XXIII y su perspectiva de “un desarme integral, que sólo puede afirmarse mediante la renovación del corazón y de la inteligencia”, para el que las religiones deben “prestar un servicio a la humanidad”.
“Lamentablemente, forma cada vez más parte del panorama contemporáneo arrastrar las palabras de la fe al combate político, bendecir el nacionalismo y justificar religiosamente la violencia y la lucha armada” recalca el Papa, quien invita a los creyentes a “desmentir activamente, sobre todo con la vida, esas formas de blasfemia que opacan el Santo Nombre de Dios”. “Hoy más que nunca, en efecto, es necesario mostrar que la paz no es una utopía, mediante una creatividad pastoral atenta y generativa”, evocó el Papa.
“Es el camino desarmante de la diplomacia, de la mediación, del derecho internacional, tristemente desmentido por las cada vez más frecuentes violaciones de acuerdos alcanzados con gran esfuerzo, en un contexto que requeriría no la deslegitimación, sino más bien el reforzamiento de las instituciones supranacionales”
“Es el camino desarmante de la diplomacia, de la mediación, del derecho internacional, tristemente desmentido por las cada vez más frecuentes violaciones de acuerdos alcanzados con gran esfuerzo, en un contexto que requeriría no la deslegitimación, sino más bien el reforzamiento de las instituciones supranacionales”, concluyó el Papa, llamando a los poderes públicos a luchar contra los “desequilibrios de poder entre los más fuertes”.
“¿Cómo habitar un tiempo de desestabilización y de conflictos liberándose del mal?”, se pregunta el pontífice, quien invitó a “motivar y sostener toda iniciativa espiritual, cultural y política que mantenga viva la esperanza, contrarrestando la difusión de actitudes fatalistas”, abogando por “el desarrollo de sociedades civiles conscientes, de formas de asociacionismo responsable, de experiencias de participación no violenta, de prácticas de justicia reparadora a pequeña y gran escala”. Toda una declaración de intenciones: “El hermano, ayudado por su hermano, es como una ciudad fortificada”.