Botellones

Los jóvenes necesitan divertirse, de acuerdo. ¿No se les podrían ofrecer algunas alternativas, espacios y modalidades de ocio más sanos y más adecuados?

En estas últimas semanas han aparecido noticias de botellones, en los que se han concentrado miles de personas, en los que ha habido heridos, agresiones sexuales, intervenciones de la policía, detenciones, vandalismo. Durante el tiempo de coronavirus también hubo este tipo de encuentros, que se han multiplicado con el relajamiento de las medidas restrictivas que impedían la presencia masiva de personas.

Este fenómeno, que consiste en hacer fiesta en plena calle, en horario nocturno, consumiendo alcohol y probablemente drogas, es bien conocido fuera de España, aunque, si estoy bien informado, recibe otros nombres: “reventón” en Centroamérica, “joda” en Argentina, “carrete” en Chile. Lo de menos es el nombre. Lo importante son las consecuencias para la salud corporal y psíquica de los propios participantes en la fiesta, y también las consecuencias para los vecinos de los lugares de concentración, que se sienten molestos con el ruido y con el espectáculo.

Los jóvenes necesitan divertirse, de acuerdo. ¿No se les podrían ofrecer algunas alternativas, espacios y modalidades de ocio más sanos y más adecuados? ¿No sería bueno que nuestros políticos evitaran discursos que incitan al odio o a la violencia? ¿No sería bueno que los mayores diéramos más ejemplo de solidaridad, buen comportamiento, respeto mutuo?

El botellón es la manifestación más visible de muchos dramas, desorientaciones, miedos y angustias que están viviendo los jóvenes. El botellón no es principalmente un problema de orden público. No se soluciona con leyes prohibitivas, sino acompañando, preguntando, comprendido. Se soluciona si las familias, si los padres, se implican en la buena formación de sus hijos, interesándose por ellos, por sus relaciones, por sus necesidades, incluidas las necesidades de fiesta y diversión. Se soluciona con educación, con buena formación.

Y, si me lo permiten, con buena catequesis, porque también los jóvenes cristianos están tentados por este tipo de fiestas. ¿En las catequesis, en las parroquias, en los colegios se tratan estos temas? ¿Tomamos medidas preventivas? Los mejores catequistas de los jóvenes son los propios jóvenes. ¿En nuestros grupos cristianos se buscan modos de influir, de ayudar a otros jóvenes que por sentirse solos, no encontrar sentido a la vida, no saber encauzar sus justas rebeldías, no conocen otro medio de relacionarse que participando en este tipo de fiestas insanas?

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