Culto alejado de la vida

La fe verdadera, dice Francisco, es aquella que incomoda, que arriesga, que hace salir al encuentro de los pobres y capacita para hablar con la vida el lenguaje de la caridad.

En este tiempo de cuaresma recuerdo una de estas frases acertadas de Francisco, muy en línea con su mensaje de cuaresma de este año. El Papa dice, de forma quizás más provocativa, lo que ya había dicho el Vaticano II, a saber: que “el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época”. Francisco lo dijo de esta manera en un encuentro con pobres y refugiados: la fe no puede ser “prisionera de un culto alejado de la vida, ni convertirse en presa de una especie de egoísmo espiritual, es decir, de una espiritualidad que me construyo a la medida de mi tranquilidad interior y de mi satisfacción. La fe verdadera, en cambio, es aquella que incomoda, que arriesga, que hace salir al encuentro de los pobres y capacita para hablar con la vida el lenguaje de la caridad”.

Para que la fe no sea prisionera de un culto alejado de la vida es necesario que esté imbuida de caridad y nos lleve hacia el hermano. Una fe que nos encierra en nosotros mismos es una falsa fe. La carta de Santiago lo decía con claridad meridiana. Para Santiago, como para san Pablo, lo que salva es la fe, pero una fe que se traduce en obras y gestos de caridad para con los necesitados. El tipo de relación que tenemos con el hermano prueba la calidad y verdad de nuestra fe. El amor a Dios pasa siempre por el amor al hermano.

El Papa, tras recordar que esa es la doctrina de la primera carta de Juan (4,20: quién dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso), lo dijo con otra acertada frase: el Señor “casi nunca llega resolviendo nuestros problemas desde arriba, sino que se hace cercano con el abrazo de su ternura, inspirando la compasión de hermanos que se dan cuenta de ellos y no permanecen indiferentes”. Nosotros encontramos a Dios en el hermano pobre al que socorremos y el hermano pobre encuentra a Dios en la persona que le socorre. Somos el uno para el otro presencia y mediación sacramental de Dios.

Aunque también el Papa ha advertido: “¡no es suficiente dar el pan que alimenta el estómago, es necesario alimentar el corazón de las personas! La caridad no es una simple asistencia material y social, sino que se preocupa de toda la persona y desea volver a ponerla en pie con el amor de Jesús: un amor que ayuda a recuperar belleza y dignidad”.

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