Dios es Padre, pero no como mi padre

Decir que Dios es Padre pudiera resultar chocante para la razón. Puestos a decir algo de Dios, la razón dice que es un poderoso señor que reclama respeto, sumisión y obediencia.

Jesús nos reveló que Dios es Padre. Decir que Dios es Padre no es algo evidente. Incluso pudiera resultar chocante para la razón. Puestos a decir algo de Dios, la razón dice que es un poderoso señor que reclama respeto, sumisión y obediencia. Lo lógico es decir que Dios es Señor, y a los señores, ya se sabe, hay que obedecerlos. Es posible que haya señores buenos y comprensivos, pero siguen siendo señores; incluso con esos buenos señores hay que guardar las distancias oportunas.

Jesús dejó claro que Dios es Padre y que estamos invitados a establecer con él una relación filial, o sea, una relación de cercanía, confianza y familiaridad, hasta el punto de que podemos tutearle, establecer con él relaciones de igual a igual, como hacen los buenos hijos con los buenos padres. Dicho esto, también hay que dejar claro que la paternidad de Dios es “otra cosa” muy distinta de las paternidades humanas. Dios es padre, pero no como ningún padre de la tierra, por muy bueno que sea. Hay una palabra de Jesús que ayuda a aclararlo: “si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan” (Mt 7,11).

Si una idea así se le hubiera ocurrido a un pensador, sacerdote, filósofo, seguramente hubiera comparado a Dios con el mejor padre de la tierra. Pero no es esa la comparación que Jesús hace. Porque comparar a Dios con realidades o personas buenas, apetecibles y admirables, corre el riesgo de que pensemos que Dios es algo parecido, un poco mejor, pero parecido a ellas. Y así nos quedamos no sólo con una pobre idea de Dios, sino con una falsa idea de Dios, pues Dios supera infinitamente todo lo que de él podamos decir.

La comparación que hace Jesús con los padres malos de la tierra evita que identifiquemos o comparemos a Dios con un padre terrestre. La paternidad de Dios está en otro nivel, en un nivel incomparable. Esa referencia al padre malo de la tierra evita identificar a Dios con un padre terrestre, porque comparado con Dios, todo lo terrestre es “malo”, entiéndase: imperfecto. Solo Dios es bueno, sólo él es perfecto. Por eso, Dios siempre es “cuanto más”, un cuánto más que nos remite a las alturas del infinito, pero que, al mismo tiempo, nos indica que estamos bien orientados. Al decir que Dios es Padre vamos bien encaminados, estamos diciendo, en nuestros limitados términos humanos, algo que es verdad. Pero siendo conscientes de que esta verdad supera todo lo que podamos imaginar. Por eso, la realización de esta verdad en Dios requiere dejar claro que, por mucho que digamos o pensemos, Dios es “cuánto más”.

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