Dios, Padre de todas las criaturas

Hay una paternidad universal de Dios. El nombre de hijos de Dios no queda reservado a los bautizados. Toda la creación tiene un carácter profundamente filial.

De vez en cuando se encuentra uno con la pregunta de si todos los seres humanos somos hijos de Dios o sólo lo son los bautizados. Los no bautizados serían más bien “criaturas” de Dios, pero no “hijos”. Para aclarar esta confusión es bueno recordar que cuando llamamos a Dios Padre podemos hacerlo de muchas maneras. La palabra “padre” indica una relación. Ahora bien, son varias las relaciones en virtud de las cuales Dios es llamado Padre: Padre de su Hijo único, padre de todas sus criaturas, padre de los seres humanos, padre de los santos. Hay muchos modos de ser padre. Nosotros hablamos de padres naturales o de padres adoptivos. En la vida religiosa, por ejemplo, solemos llamar “padre” al fundador de una congregación. Los franciscanos y los dominicos hablamos de nuestros padres Francisco y Domingo. Los inventores o los libertadores políticos también son llamados padres: Marconi es el padre de la radio; Juan Manuel de Céspedes, el padre de Cuba.

La paternidad de Dios sólo se aplica plenamente cuando la referimos a su Hijo, “de la misma naturaleza del Padre”, que en Jesús se encarnó. Cuando la paternidad de Dios se aplica a las criaturas, entonces hay que considerar los distintos tipos de relación que mantienen con Dios. Tomás de Aquino (en Suma de Teología,I 33, 3) dice que Dios es Padre de todas las criaturas irracionales, dado que en todas ellas hay una huella o vestigio de su creador. Y añade: con más propiedad puede decirse que Dios es Padre de todos los seres humanos, porque todos son su “imagen”. Finalmente, hay algunos, cuyo Dios es Padre “por la semejanza de la gracia”, y a éstos se les llama “hijos adoptivos”. Esta filiación adoptiva presupone la filiación procurada por la creación, del mismo modo que la gracia presupone la naturaleza. Por eso, la filiación adoptiva puede llamarse “re-generación” o “re-creación”.

Debe quedar claro, pues, que el nombre de hijos de Dios no queda reservado a los bautizados, a los que viven la vida de la gracia. Hay una paternidad universal de Dios. Si Dios es Padre de todas sus creaturas, eso significa que toda la creación tiene un carácter profundamente filial. Ahora bien, entre las criaturas, las creadas a imagen de Dios, como son los seres humanos, son llamadas más propiamente hijos en virtud de su semejanza más estrecha con Dios, al que pueden conocer y amar. Y finalmente, en un nivel superior, la filiación consiste en la participación en la vida divina que confieren la gracia y más tarde la gloria, donde seremos plenamente conformes con el Hijo amado en virtud del don del Espíritu Santo.

Volver arriba