Evangelio y realismo económico

El Evangelio debe vivirse y traducirse en realidades concretas

En economía, como en política, hay que ser realistas. Es necesario confrontarse con la realidad. El evangelio debe vivirse y traducirse en realidades concretas. Y lo concreto de lo político y lo económico es el pluralismo de intereses y de puntos de vista, no siempre fácilmente conciliables. De ahí la necesidad de un permanente diálogo, que implica capacidad de ceder, pero sobre todo de buscar consensos en donde nadie quede perjudicado y se respeten los derechos básicos de las minorías. Este mundo es de todos y todos tenemos derecho a nuestro sitio.

Una cosa son los ideales y otra las realidades concretas y las aplicaciones particulares. El evangelio hay que vivirlo en el realismo político y económico. Esto quiere decir que habrá que buscar soluciones imaginativas teniendo en cuenta todos los datos, las distintas opiniones, la necesidad de defenderse ante el egoísmo ajeno traducido en delito. Pero también significa que hay que recordar siempre el ideal para que las concreciones se acerquen lo más posible al ideal.

Al respecto es bueno recordar el comienzo de las parábolas de Jesús: “el reino de los cielos se parece a”. O sea, el Reino de los cielos es una realidad que nos sobrepasa y nos desborda, pero en este mundo es posible anticipar modos y maneras de ser y de actuar que, de algún modo, “se parezcan”, se aproximen al ideal. Estos modos y maneras serán deficientes, pero hay deficiencias y deficiencias. Está la deficiencia del que se separa del ideal o incluso actúa contrariamente al ideal, y está la deficiencia del que se esfuerza por llegar a él, aunque no llegue, por su propia limitación y por el egoísmo que, aun sin querer, se infiltra en todo lo que hacemos y pensamos.

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