La Inmaculada, una buena patrona

Mirando a María tenemos una buena orientación para vivir evangélicamente. Ella es el modelo y ejemplar más acabado de la fe y el amor cristianos.

La Inmaculada es la patrona de España y de numerosos pueblos y países, sobre todo latinoamericanos; es patrona de algunas instituciones y colectivos, por ejemplo, de los farmacéuticos.

La palabra patrón tiene distintos significados: patrón o patrona es el amo, la dueña, el propietario, el que manda, el que tiene criados o trabajadores. O sea, el que está por encima. Cuando se está por encima se corre el peligro de abusar o maltratar a los inferiores. En este sentido, el patrón tiene poco de evangélico: en el mundo las cosas funcionan así, dice Jesús, pero entre vosotros nada de eso; el que quiera ser el primero entre vosotros, que se haga el último de todos y el servidor de todos.

Patrón tiene otros sentidos más positivos: patrón puede ser el protector, el defensor. Por eso, los pueblos o las congregaciones religiosas suelen buscarse buenos defensores, buenos intercesores. La Virgen María es la mejor intercesora. Ella, por su santidad de vida, está cerca de Dios. Y está muy cerca de nosotros. Por eso, en la Salve, la aclamamos “abogada nuestra”, la mejor abogada, la que intercede ahora en el cielo ante su Hijo, como lo hizo durante su vida mortal: “no tienen vino”. Hoy seguimos necesitando el vino de la alegría, porque la vida no es fácil y en demasiadas ocasiones nos abruma. Los que vivimos en este valle de lágrimas (como decimos en la Salve), aclamamos a María (en las letanías a ella dedicadas) como “causa de nuestra alegría”. Ella nos consuela en nuestras penas, nos sostiene cuando estamos decaídos.

Finalmente, patrón es el modelo del que se sirve un artesano para sacar otra cosa igual. Aplicado a María: ella es el mejor patrón, o la mejor patrona de vida cristiana; mirándola a ella tenemos una buena orientación para vivir evangélicamente. El Vaticano II dice que María es el modelo y el ejemplar más acabado de la fe y del amor cristianos. María es el mejor modelo de fe que encontramos en el Nuevo Testamento. Las primeras palabras que los evangelistas ponen en su boca son la constante de toda su vida: “hágase en mí según tu Palabra”, o sea, que se cumpla en mi vida la voluntad de Dios. Son palabras parecidas a otras que Jesús dice refiriéndose directa o indirectamente a María: mi madre y mis hermanos son los que cumplen la voluntad de Dios. Estas palabras sobre el cumplimiento de la voluntad de Dios se aplican en primer lugar a ella, modelo de creyente, virgen fiel, ideal de santidad.

Y María es modelo de amor: después de haber acogido la Palabra que el ángel en la anunciación le dice de parte de Dios, en vez de complacerse en sí misma, se dirige a un pueblo de Judá, donde estaba su parienta Isabel, y allí canta que Dios hace maravillas con los que se ocupan y preocupan de los pobres y de los humildes. Unas maravillas muy distintas de las que el mundo proclama. El mundo busca poder; María proclama que Dios derriba a los poderosos. El mundo busca grandeza; María proclama que Dios enaltece a los humildes. El mundo busca riqueza. María proclama que hay que llenar de bienes a los hambrientos. El mundo favorece la guerra; María proclama la misericordia y el perdón de Dios.

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