Mandamientos divinos, derechos humanos

La primera expresión de la voluntad de Dios se encuentra en los diez mandamientos. No son disposiciones arbitrarias. Son mandamientos para la vida

Cuando rezamos con las palabras que Jesús nos enseñó pedimos a Dios que se haga su voluntad siempre y en todo lugar. El “hágase tu voluntad” no es una fórmula de servilismo o de resignación, sino la expresión del convencimiento de que en la voluntad de Dios está la felicidad del ser humano. Que se haga la voluntad de Dios es lo mejor que le puede ocurrir a nuestra vida. Por eso, el cristiano cuando dice en el padrenuestro “hágase tu voluntad” lo dice convencido de que de Dios sólo puede salir lo bueno, pues Dios todo lo dirige y ordena al bien de los que le aman.

La primera expresión de la voluntad de Dios se encuentra en los diez mandamientos, en esas diez palabras que, por medio de Moisés, Dios dijo a su pueblo. No son disposiciones arbitrarias. Son mandamientos para la vida. “Conserva como un tesoro mis mandatos. Guarda mis mandamientos y vivirás”, se lee en el libro de los Proverbios (7,1-2). Vivirás quiere decir vivirás bien, serás feliz.

Los diez mandamientos, en lo que se refiere a las relaciones con el prójimo, están expresados de forma negativa, pero hay que entenderlos desde su contrapartida enormemente positiva. En el fondo, los mandamientos divinos son la expresión de los derechos humanos. Mi primer derecho, el más fundamental, es el derecho a la vida. Por eso se prohíbe: “no matarás”. Yo tengo derecho a tener los bienes necesarios para vivir. Por eso se manda: “no robarás”. Yo tengo derecho a la verdad. Por eso se manda: no mentir y no dar falso testimonio contra el prójimo.

En los libros del Éxodo, de Levítico y del Deuteronomio encontramos las primeras formulaciones de los diez mandamientos. Jesús, en su diálogo con el rico que le pregunta qué tiene que hacer para conseguir la vida eterna, comienza por recordarle los diez mandamientos del Antiguo Testamento. Ellos son un camino de vida. Nos enseñan la verdadera humanidad del hombre. Están grabados por Dios en el corazón de todo ser humano. Por eso no son sólo una ley divina, unos preceptos religiosos. Son los derechos que tiene todo ser humano y que todos debemos respetar si queremos ser sencillamente humanos.

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