Política al servicio del bien común

Uno de los ámbitos donde mejor y más se manifiesta la autorreferencialidad es el de la política

La autorreferencialidad, o sea, el pensar y referirse a uno mismo (“primero yo, después yo, y finalmente yo”), es la permanente tentación del ser humano, que tiene repercusiones en todos los ámbitos. Uno de los ámbitos donde mejor y más se manifiesta la autorreferencialidad es el de la política. Algunos políticos parecen más preocupados por ellos mismos, por el poder y la espectacularidad, que por los proyectos o por el bien de los ciudadanos.

En nuestras sociedades hay muchas necesidades que, al menos a nivel global, sólo pueden resolverse con una buena política. Quizás a nivel individual es posible encontrar soluciones cuando uno tiene apoyos familiares. Pero a nivel global necesitamos buena política. La buena política requiere buenos políticos. Eso ha quedado muy claro con la epidemia provocada por el covid-19. Aunque la gestión sea mejorable a nivel nacional, y no digamos a nivel mundial, no cabe duda de que la producción y administración de vacunas sólo es posible desde una adecuada gestión política. Es penoso que en temas tan sensibles, en donde parecería que los acuerdos deben ser fáciles, cada grupo haga propuestas, no complementarias, sino contrarias a las del adversario, no buscando el bien de las personas, sino la descalificación del adversario.

Sin duda la mayoría de las personas que se dedican a la política actúan de buena fe y con buenas intenciones. Desgraciadamente, unos pocos, que hacen mucho ruido, desprestigian tan noble y necesario oficio. Por eso es importante que hagamos oír nuestra voz reclamando una política al servicio del bien común. En los asuntos de este mundo es normal y hasta conveniente que haya distintas posiciones. Y es necesario que estas posiciones puedan contrastarse. Si el contraste de pareceres se hace de forma sosegada entonces se apela a la razón. Si en vez de contraste de pareceres hay descalificación y falta de respeto, llegando a veces al insulto, entonces se apela a la pasión. Y con la pasión no se resuelve nada.

Volver arriba