Tradición

Una buena acogida del pasado exige acomodarlo y actualizarlo a las nuevas necesidades del presente. Añorar el pasado no sirve si uno no es capaz de hacerlo revivir en lo que se crea nuevo.

Otro concepto fundamental en la vida de la Iglesia y de cada cristiano es el de tradición. Sin tradición no existiría la historia, no se podría comprender el momento que vivimos ni el futuro. Desgraciadamente, a veces se confunde tradición con tradicionalismo. El tradicionalismo es el anquilosamiento de la tradición, es convertir la tradición en fórmulas inamovibles o en ritos intocables. Condicionados por esta confusión se cataloga a las personas como conservadoras o progresistas, como si las primeras despreciasen las necesarias actualizaciones que requiere cada presente y las segundas solo valorasen las ocurrencias actuales olvidando el pasado que nos ha conducido al presente. Todos somos herederos de un pasado. ¿Qué seríamos si fuéramos reducidos a contar solo con nosotros mismos? Por otra parte, no conviene olvidar que una buena acogida del pasado exige acomodarlo y actualizarlo a las nuevas necesidades del presente.

La Iglesia es tradicional, porque ha recibido su fe de otros que nos han precedido en el signo de la fe, y todos hemos bebido de la misma fuente que es Cristo, tal como nos lo transmitieron los apóstoles. Pero el Espíritu renueva a la Iglesia y la mueve a vivir su fe en nuevos contextos, de modo que sea verdad eso de que Cristo ha venido para todos, y cada uno, en su propia circunstancia, puede acogerlo. Por eso, el Espíritu hace nuevas todas las cosas, pero teniendo siempre como referencia a Cristo.

El tener las raíces en la tradición ha permitido siempre a la Iglesia expresar un pensamiento original, nuevo y proyectado hacia el futuro. Los apóstoles no se limitaron a repetir las enseñanzas recibidas del Maestro. La obediencia al mandato del Señor se extendía a dar respuesta a las distintas necesidades que iban surgiendo en las iglesias por ellos fundadas. Toda auténtica tradición comporta la presencia de dos aspectos complementarios: uno de conservación y otro de evolución. Añorar el pasado no sirve si uno no es capaz de hacerlo revivir en lo que se crea nuevo.

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