El ángel del Señor anunció a María

El acontecimiento de la Anunciación tiene tal importancia que la Iglesia invita a los creyentes a recordarlo cada día en lo que se conoce como rezo del “ángelus".

Todos los acontecimientos importantes, y no digamos los acontecimientos fundadores, tienen su celebración anual. Por eso, el 25 de marzo se celebra la fiesta a la Anunciación del Señor. Dicho de otra manera: la Iglesia celebra que el Verbo encarnado comenzó su gestación en el seno de María 9 meses antes de su nacimiento en Belén. Si la fiesta litúrgica del nacimiento se celebra el 25 de diciembre, tiene su lógica que el comienzo de la gestación se celebre el 25 de marzo. Todos los hechos tienen su fecha. Cuando se está cierto del hecho, pero no se sabe con exactitud la fecha, tiene sentido que se busque una fecha adaptada para celebrar el acontecimiento.

El acontecimiento de la Anunciación tiene tal importancia que la Iglesia invita a los creyentes a recordarlo cada día en lo que se conoce como rezo del “ángelus” que, como es bien sabido, comienza así: “El ángel del Señor anunció a María”. ¿Qué estamos diciendo con esa afirmación bien fundamentada en el evangelio? Sencillamente que Dios se hizo presente a María, pues el ángel es signo de la presencia de Dios. ¿De qué manera? Eso ya no lo dice el evangelio. Es posible echarle imaginación al asunto, pero en cuestiones de fe lo mejor es no dejar correr la imaginación, para nos desviarnos de lo esencial, y centrarnos en lo verdaderamente importante.

Lo importante, en nuestro tema, es el hecho de la Encarnación. Si el Verbo se hizo verdadero hombre, no tuvo más remedio que aceptar las condiciones que hacen a uno humano. El único modo de ser humano y de entrar en el mundo es a través del vientre de una mujer. La sustancia del cuerpo de Cristo, dice Tomás de Aquino, fue formada por el poder del cielo, pero no bajo del cielo; fue tomada de María. El nacimiento de Cristo “fue natural por parte de madre”, añade el santo. La maternidad “verdadera y natural” de María es el sello que garantiza el realismo de la encarnación. En este sentido la figura de María es clave para afirmar la gran verdad de la perfecta humanidad de Jesús.

Cierto, tal como dice la oración del “ángelus”, el niño concebido en el vientre de María lo es “por obra del Espíritu Santo”. Este segundo aspecto del anuncio completa la verdad de la Encarnación: el niño que nace de María “sólo” tiene a Dios por padre. La consecuencia humana de esta filiación divina es la no paternidad humana (la ausencia de semen viril) y, por tanto, la virginidad de la madre. Esta virginidad, por tanto, no puede entenderse en función de sí misma, sino al servicio de Cristo, en nuestro caso al servicio de la verdadera divinidad.

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