El domingo de la Palabra de Dios

Por una iniciativa del Papa Francisco, el tercer domingo del tiempo ordinario toda la Iglesia está invitada a celebrar el “domingo de la Palabra de Dios”

Por una iniciativa del Papa Francisco, el próximo domingo toda la Iglesia está invitada a celebrar el “domingo de la Palabra de Dios”. En realidad, el contacto con la Escritura es una tarea permanente de todo cristiano. Por eso, el día dedicado a la Biblia, aclara el Papa, no ha de ser “una vez al año”. Todos los días del año deben ser, para el cristiano, días de encuentro con la Palabra. El “domingo de la Palabra” es un recordatorio de esta necesidad.

Cada uno de los contenidos de la carta del Papa merecerían otra carta. La carta apostólica puede ser una ocasión para que en las parroquias se organicen ciclos de formación o de conferencias sobre los distintos aspectos que el Papa toca brevemente: la necesidad de la Escritura para conocer a Cristo; el valor ecuménico de la Sagrada Escritura; la homilía, que tiene como misión acercar la belleza de Palabra de Dios a los fieles: por eso la homilía no se puede improvisar, ni alargar desmedidamente, ni resultar pedante, ni tocar temas extraños.

Toda la Escritura, y no sólo una parte de ella, habla de Cristo. Y toda ha sido escrita para nuestra salvación. Por tanto, una lectura de la Escritura que no tenga en cuenta esa finalidad, y no digamos que la oscurezca, no es “cristiana”. Así se comprende que la Escritura es inseparable de la Eucaristía y de todos los sacramentos (también el de la reconciliación, como me dedico a recordar de vez en cuando, porque muchos lo olvidan). No hay sacramento sin Escritura. Eso aparece claro en la doble mesa inseparable de la Eucaristía, la mesa de la Palabra de Dios y la del Cuerpo de Cristo.

Se comprende así la necesidad de buenos lectores. La lectura de la Escritura es un ministerio que no puede confiarse a cualquiera. Y la base mínima de este ministerio es leer bien, con la debida entonación, de forma que los oyentes entiendan lo que se lee. Para eso, el buen lector debe preparar la lectura, casi saberla de memoria y, por supuesto, entender lo que allí se dice. Porque si no lo entiende, no lo proclamará bien.

El Papa, recordando al Vaticano II, hace una serie de interesantes consideraciones sobre la relación entre Palabra de Dios y lenguaje humano, con sus condicionamientos históricos y culturales. Las lecturas fundamentalistas olvidan esos condicionamientos y confunden fidelidad con literalismo. Pero la Escritura tiene capacidad de adaptación a los distintos momentos y de responder a las distintas necesidades del Pueblo de Dios.

Otra interpelación que procede de la Sagrada Escritura se refiere a la caridad. La Palabra de Dios nos señala el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad. La comprensión de la Escritura se manifiesta en el cambio de vida que provoca su escucha. Y, como suele ser habitual en este tipo de documentos, al final hay una alusión a la Virgen María. Ella fue dichosa no tanto porque en ella la Palabra se hizo carne, sino porque supo escuchar la Palabra de Dios y guardarla.

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