La paz siempre vuelve a su procedencia

Comentario a propósito del Evangelio del próximo domingo: a quién primero beneficia la paz, es al constructor de la paz.

Cuando Jesús envía a sus discípulos de dos en dos, a todos los lugares donde debía ir él (Lc 10,1), les dice: “En la casa en que entréis, decid primero: paz a esta casa. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros” (Lc 10,5-6).

Jesús envía a sus discípulos en son de paz. No podía ser de otra manera, dado el contenido del mensaje que debían anunciar. Sería contradictorio anunciar de forma beligerante un mensaje de amor. Porque van en son de paz no llevan dinero (Lc 10,3), así no pueden chantajear a nadie: el mensaje debe ser acogido libremente. Tampoco aceptan dinero: sólo aceptan la comida que les dan (Lc 10,7); así no se aprovechan de nadie. La misión de paz de los discípulos es de una gratuidad total.

La paz se da incondicionalmente. Una paz condicionada es un negocio: yo te doy, y a cambio tú me das algo. Por eso, donde no hay hijos de paz, también hay que desearles y darles la paz. Naturalmente, como no son hijos de paz, no solo la rechazarán, sino que probablemente nos atacarán. También entonces hay que darles y desearles la paz. Puede parecer una operación inútil (ya que no la aceptan) y hasta peligrosa (ya que posiblemente os agredirán), pero es la operación más útil y más necesaria, ya que esta paz rechazada vuelve a vosotros. O sea, el bien nunca se pierde. Más aún, el primer beneficiario del bien que se hace, es uno mismo. El bien siempre vuelve a su punto de partida. Siempre vuelve como rebote del punto de llegada. Si el punto de llegada es bueno, vuelve en forma de agradecimiento. Si el punto de llegada es malo, el bien vuelve a su procedencia en forma de alegría y satisfacción por el bien otorgado, vuelve como reconocimiento de la bondad del dador.

Construir la paz nunca es una pérdida, siempre es una ganancia. A quién más y primero beneficia la paz es al constructor de la paz. Esta es una de las claves del mensaje de Jesús: el que da, nunca pierde, siempre gana. Ganar dando: no un dinero rápido que siempre se pierde, sino una vida en abundancia, que nunca se pierde.

Volver arriba