"El espíritu siempre es más trascendente a nuestras razones" No todos aceptan la fe

No todos aceptan la fe
No todos aceptan la fe

"Entender que no todos aceptan la fe, nos sitúa en una realidad de relación y encuentro con los demás para comunicarnos al estilo de Jesús"

"Nuestra fe abre el horizonte de tener una esperanza firme, que se alimenta desde la gracia, que se fortalece en la oración, la caridad, el servicio y el ayuno"

"Nuestro caminar en la fe se va encontrando con escenarios adversos que nos cuestionan y ponen a prueba. Por eso al dar razones de nuestra fe, debeamos estar arraigados en una profunda comunión de gracia"

"Jesucristo nos hace permanecer y prevalecer para poder dar el testimonio de una fe que evangeliza por el espíritu que se comunica a nuestras almas, aún a aquellas almas que dicen no creer"

En este domingo 32 del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra nos pone ante una consideración de suma importancia.

Primero al entender que no todos aceptan la fe, nos sitúa en una realidad de relación y encuentro con los demás para comunicarnos al estilo de Jesús, quien dialoga con los Saduceos, los cuales le interrogan sobre una cuestión para ellos de suma importancia, en un procedimiento que se justifica en la ley de Moisés: cuando llegue la resurrección de los muertos ¿De cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?

La claridad con la que Jesús responde a la duda planteada, nos ayuda a entender que quienes sean considerados dignos de la resurrección serán como ángeles en la presencia de Dios donde ya no se casarán ni podrán ya morir.

Es necesario entender que nuestro tránsito a la eternidad nos libera de las ataduras de la temporalidad y de la muerte.

Después de la resurrección, nuestra vida en el espíritu ya no está sujeta a las necesidades de la carne. Con la resurrección se superan las necesidades de lacarne, la cual nos tiene sometidos en su naturaleza en esta vida temporal.

La oración, la caridad, el servicio y el ayuno nos conducen en una experiencia de fe profunda que ilumina nuestra inteligencia, desde la gracia del espíritu, para comprender las cosas de esta vida en sus posibilidades y limitaciones y, abrirnos a las promesas que alimentamos desde una esperanza que se fundamente en Jesucristo, como camino de vida que nos conduce a la eternidad.

Nuestra fe abre el horizonte de tener una esperanza firme, que se alimenta desde la gracia, que se fortalece en la oración, la caridad, el servicio y el ayuno.

Esa fuerza extraordinaria mostrada por los hermanos Macabeos ante el hostigamiento de muerte del Rey Antíoco Epífanes, quien pretende quebrantar sus voluntades arraigadas en una fe que les da vida y esperanza y los mantiene unidos como una familia testimonial de fe.

Nuestra voluntad, donde nos expresamos en lo que queremos y no queremos, es donde necesitamos alimentarla con la gracia del espíritu que nos haga capaces de ser fieles en las luchas y adversidades que continuamente experimentamos en nuestro camino de perseverancia y proceso de madurez de la misma fe.

Es importante, como ya San Pedro, en unas de sus cartas nos recuerda: para dar razones de nuestra esperanza.

Jesús en el evangelio de Lucas da razón de esa esperanza a los Saduceos, como los Macabeos testimonian esa esperanza ante el Rey Antíoco y su corte ; y San Pablo en la Carta a los tesalonicenses nos recuerda: que el mismo Jesucristo y el Padre Dios los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras…oren también para que Dios nos libre de los hombres perversos y malvados que nos acosan, porque no todos aceptan la fe.

Nuestro caminar en la fe se va encontrando con escenarios adversos que nos cuestionan y ponen a prueba. Por eso al dar razones de nuestra fe, debemos estar arraigados en una profunda comunión de gracia, que nos fortalezca para superar cualquier adversidad que nos puede sacudir o tambalear.

A veces estamos en la tranquilidad del mar y otras veces en medio de las tempestades pero en una u otra realidad lo importante es estar unidos a Jesucristo, quien nos hace permanecer y prevalecer para poder dar el testimonio de una fe que evangeliza por el espíritu que se comunica a nuestras almas, aún a aquellas almas que dicen no creer, porque el espíritu siempre es más trascendente a nuestras razones y nos hace sentir la belleza de ese amor y esa gracia que se comunica en vida verdadera para abrirnos al camino de la fe.

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