El espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha" Nuestro espíritu se fortalece en la oración y se ilumina en la Palabra

Rezando
Rezando Ben White

"La belleza del misterio de la Encarnación en Jesús nos ayuda a entender que el espíritu viene a unirse a nuestra humanidad para llevarla gloriosa y resucitada a la eternidad"

"En libertad estamos llamados a vivir y debemos siempre promover vivir en libertad. En esa libertad experimentamos el gozo y el sufrimiento"

"Estamos llamados a ser esa luz como parte del cuerpo de Jesús que resplandece en el monte de la transfiguración"

El espíritu nos hace trascender porque es vida en eternidad a diferencia de lo caduco temporal que envejece y muere, dejando de ser de forma cambiante y continua, hasta que deja de ser cuando se retira el aliento de vida.

El espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha. Abrirnos a la vida del espíritu en la temporalidad de nuestra cotidianidad es entender que nuestra mirada debe estar siempre más allá de todo lo caduco. Por lo tanto, el espíritu alimenta nuestra fe y se fortalece en la oración.

 En toda la comunicación de vida de Jesús, sea por los sacramentos, por la palabra y la caridad, está la comunicación del espíritu. Eso hace una gran diferencia en nuestro sentido de vida; es decir, la experiencia de Jesús le da un pleno sentido a nuestra existencia por el espíritu de Él que se nos comunica como don.

Una Iglesia con Espíritu
Una Iglesia con Espíritu

 La belleza del misterio de la Encarnación en Jesús nos ayuda a entender que el espíritu viene a unirse a nuestra humanidad para llevarla gloriosa y resucitada a la eternidad.

 Podemos preguntarnos: de lo que experimentamos día a día: ¿qué es eterno y qué es temporal?, seguro tendremos una gran respuesta de luz para nuestra fe.

 El misterio de la resurrección nos lleva en ese entendimiento de fe cuando ya Jesús ante la muerte que se presenta en su crucifixión dice: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Y como nos recuerdan las escrituras: el Padre resucitó a Jesús con la fuerza del espíritu.

 De ahí que en este domingo 29 del tiempo ordinario al escuchar los textos considerados de la sagrada escritura, contemplamos a un Moisés que ora con las manos alzadas para que Josué y sus compañeros israelitas puedan vencer a los amalecitas.

Hay que orar sin desfallecer como nos pide Jesús en el evangelio de Lucas. Porque cuando se desfallece podemos ir perdiendo terreno en nuestra perseverancia de fe o perdiendo las batallas propias de la fe.

Moisés

La vida nuestra es un don y lo que nos sostiene en la vida es un don. No pedimos nacer ni firmamos nada pidiendo nacer; no escogemos nacer ni elegimos morir; vivimos constantemente en el don de la vida. Y la vida misma se manifiesta como don en la tierra, el agua, el cielo , el aire que nos alimenta.

 Este don que vivimos de la vida misma y en conexión con la vida misma de las creaturas, que son a la vez, y así vemos nuestra fraternidad, es un don en relación de libertad.

 En libertad estamos llamados a vivir y debemos siempre promover vivir en libertad. En esa libertad experimentamos el gozo y el sufrimiento. Un sufrimiento asumido en camino de madurez y de oblación. De madurez por los procesos de las etapas propias que nos llevan a un crecimiento y desarrollo que nos hacen morir a tantas cosas peros a la vez nacer a cosas siempre nuevas. 

 No quisiéramos el sufrimiento pero estamos también llamados en el don a ser oblación para generar y comunicar vida; nos renovamos, nos transformamos y nos superamos en esta dinámica de ser don en comunicación de vida.

 Las bienaventuranzas relatadas por Mateo y Lucas nos orientan en este camino de fe, en una perseverancia de camino con esperanza de sabernos ya en dicha por el espíritu de Dios que nos consuela y fortalece cuando se acercan en nuestro diario caminar los momentos propios de las batallas de la fe que son las pruebas que manifiestan nuestro llamado a la fidelidad de la voluntad de Dios.

Bienaventuranzas de Cerezo
Bienaventuranzas de Cerezo

 Aunque tenemos que trabajar y ser útiles con el esfuerzo, la fatiga para descubrirnos en todas nuestras posibilidades de comunicación de vida y hacer el bien, estamos llamados a vivir el don de la comunicación de vida desde un servicio significativo para los demás más a lla de la gratitud o ingratitud, a la manera de Jesús, que está dando la vida por nosotros desde la cruz solo por amor.

 La oración nos descubre en todas nuestras posibilidades de dar los pasos en el camino de esta vida, desde una fe que se ve iluminada por la palabra de Dios que se nos manifiesta, como nos recuerda la segunda lectura de la carta a Timoteo.

 Esta palabra nos orienta en sabiduría, en ella aprendemos y comprendemos, nos corrige y nos lleva en la virtud.

Estamos llamados a ser esa luz como parte del cuerpo de Jesús que resplandece en el monte de la transfiguración, porque estar con Jesús en la oración, en sus palabras y en las obras buenas que nos impulsa a realizar, significa resplandecer con él en su espíritu que ya mora en nosotros desde el bautismo y, que se reaviva constantemente como oración que se hace viva en el espíritu, que se comunica y nos comunica en comunión.

 La oración viene siempre a darnos una gran fortaleza para alimentarnos en nuestro caminar de fe, si la dejamos estaremos seguros que desfalleceremos, pero si la mantenemos viva, estamos seguros que ganaremos todas las batallas propias de la fe.

Luz
Luz

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