El teólogo coordina el trabajo en "Debate en torno al aborto" (Desclée) Benjamín Forcano: "El hombre y la mujer tienen derecho a regular su fecundidad"

(Jesús Bastante).- Benjamín Forcano ha venido hoy para hablarnos de un fenómeno de la vida social que genera muchas frustraciones, ansias, y sobre todo trifulcas. Un tema peliagudo, sobre el que el teólogo y pensador ha reflexionado en su libro "Debate en torno al aborto", editado con Desclée.

"El aborto nos afecta a todos y tiene un interés enorme, porque todos hemos tenido vida intra-uterina. Todos hemos sido embrión y feto", opina Forcano, y explica a continuación que la ciencia no considera que exista vida humana hasta las 8 o 10 semanas de embarazo. Partiendo de esas investigaciones, Forcano afirma que "los plazos no son una permisividad desde el punto de vista ético, sino la conclusión lógica y evidente de que la interrupción del embarazo antes de los dos meses no es un atentado contra la vida humana".

El autor se queja de "la retórica y la demagogia de quienes defienden la vida prenacida" pero no así "las otras vidas ya nacidas, constituidas, que no tienen sus derechos básicos asegurados"; y critica la posición de la Iglesia, que desde su punto de vista "ha estado siempre a la defensiva, a la contra de todo lo que ha sido la modernidad: los derechos humanos, el protagonismo de la persona, la creatividad, la libertad...".
"No podemos seguir admitiendo la norma de que la sexualidad humana tiene como finalidad única y exclusiva la procreación", concluye el teólogo.

En el libro participan otros autores además de ti, como Juan Masiá y Federico Mayor Zaragoza. ¿Cree que es necesario debatir a varias voces sobre el aborto?

Sí, la sociedad lo necesita. Y ya me ocupé de este tema en el año 1975 (hace 40 años), cuando el debate estaba absolutamente prohibido bajo toda circunstancia. Entonces el aborto no había trascendido todavía los límites de la intimidad, de la persona, de la pareja, de la familia. Era más bien un hecho oculto. No clandestino, pero casi. Y no había alcanzado la publicidad o el interés social que tiene ahora. Eso, que este problema haya salido a la luz, lo valoro como positivo, porque es un tema que nos afecta a todos y que tiene un interés enorme, porque está relacionado con la vida. Todos hemos tenido vida intra-uterina. Todos hemos sido embrión y feto. Además, está en juego el futuro de la vida humana de cada uno de nosotros, y de la especie. En ese sentido, el hecho de que este tema haya saltado a la luz pública y de que ahora lo podamos tratar serenamente, y no con temor ni con miedo, es muy importante.

¿Pero cree que realmente se está tratando serenamente?

No es fácil. Yo veo que hay dos posturas un tanto extremas que habría que evitar. Primero, la que proviene de la tradición, de lo antiguo. Hay quien no quiere moverse y quiere seguir inalterable en esa postura, diciendo "siempre ha sido así", sin darse cuenta de que alguna vez tiene que dejar de ser así. Afortunadamente, este ámbito de la realidad biológica y embrionaria que antes era desconocido y poco estudiado, y que por ello "no creaba problemas" (lo que quiere decir que los problemas los llevaban adelante la pareja o la mujer por sí solos), ahora ha demostrado ser un tema que atañe a toda la sociedad. Entonces, este hecho convoca el interés y la atención del científico, del médico, del profesor y del educador, del legislador, del político... Todo el mundo tiene que ver con este tema, porque los procesos biológicos, de la persona y de su sexualidad, no son procesos ciegos ni instintivos como pueden ser los de los animales. Entonces, el ser humano ha descubierto que tiene derecho a conocer mejor su cuerpo, que en gran parte era un secreto, un misterio desconocido. Los grandes conocimientos y los grandes avances de todas las ciencias nos han permitido explorar y precisar nuestra capacidad de conocer mejor estos procesos, y eso nos lleva también a regularlos mejor, personal, social y colectivamente. Y esto es un progreso. No es un paso en falso ni un afán de ir contra la tradición. Simplemente es el lógico avance de la sociedad humana, que tiene en cuenta lo que hemos recibido del pasado, pero que no se para en él.

¿Es imposible ser creyente y estar a favor de algún tipo de aborto, o las posturas están herméticamente cerradas?

Lo primero de todo tenemos que ser precisos en las palabras que utilizamos. El aborto nos da a entender que se interrumpe una vida en desarrollo a la cual se le impide nacer. Se interrumpe el embarazo, justificada o injustificadamente. Si el aborto significa aquella acción abortiva que elimina una vida humana, yo soy y seré siempre anti-abortista. Porque yo estoy a favor de la vida. Y creo que la mayoría también. Pero lo que está por determinar es cuándo se puede comenzar a hablar de vida humana.

¿Y dónde está el límite? ¿En las ocho semanas o en otra cifra determinada?

A este respecto, creo que tanto los que mantienen la postura conservadora como los creyentes que defienden algún tipo de aborto, actúan de buena fe defendiendo la vida y el derecho del ser humano a ser dueño de su vida y conocedor de los procesos de su vida. Quizás antes sí, pero ahora el ser humano no es esclavo de sus procesos biológicos. Por tanto, en la defensa del aborto no hay un afán "anti moral" de ir contra la vida. Si educásemos bien en torno a este hecho y lo orientásemos bien, no daría lugar a los problemas que da. Cuando se dan conflictos, problemas y situaciones un poco problemáticas, el hombre tiene derecho a elegir cómo procede.
La posición más tradicional de la que hablábamos antes, y que es mantenida todavía hoy por mucha gente, defiende que la vida humana existe desde el momento de la fecundación. Pero no está claro que sea así, que desde la unión del gameto femenino y del gameto masculino (la constitución del cigoto) se pueda hablar ya de un sujeto humano individual, con todos sus atributos humanos presentes.
Evidentemente, si se mantiene esta postura de que desde el primer instante hay un sujeto humano individual, no hay nada que hacer. Pero esto está en discusión desde los años 70.
Yo mismo mantenía esta postura hace 40 años, en el primer libro que escribí sobre el aborto, y me parecía una postura razonable y congruente. Pero luego he ido viendo los avances en investigación que se han hecho desde la bioética y la biología molecular. Y es que los investigadores, las escuelas y los científicos dicen claramente que en el proceso embrionario, que suele durar dos meses, no todas las fases posteriores están contenidas ya en la primera. No es verdad que todo esté ya en potencia. El cigoto no contiene todo el desarrollo posterior de lo que va a ser el embrión hasta constituirse en feto. Hay unos factores genéticos determinantes y necesarios para que el embrión pueda progresar. Si el embrión no recibiera los llamados factores epigenéticos, no llegaría nunca a ser feto, y por tanto, tampoco ser humano. Esto sucede a las diez semanas más o menos. A los dos meses. Entonces, esta teoría cuenta con que en el desarrollo sucesivo del embrión hay fases muy distintas que no advienen por desarrollo natural de lo que hay en un comienzo. Es decir, que desde el principio no hay una "miniatura de persona". Pero esto es lo que muchos no admiten, aunque los datos de las investigaciones llevan a ello.
Según estos autores, que desarrollan sus conclusiones con fundamento, con serenidad y con mesura,
el sistema neuroendocrino y orgánico del embrión no estaría completo y no sería ni sustantivo ni autónomo hasta que el embrión pasa a ser feto (en torno a las 8 o 10 semanas, como hemos dicho antes).
Esto supone un cambio de enfoque y de visión que no niega la anterior, sino que la completa, la perfecciona. Por eso es tan importante.

Entonces la ley actual, que permite abortar libremente hasta las 14 semanas, ¿estaría respetando el margen que apuntan las teorías científicas?

Hay que ser consecuente: si no hay vida humana (porque el desarrollo embrionario no es un proceso constituido, sino constituyente, que depende de factores extra-genéticos y de factores hormonales de la madre, etc.), no se puede decir que el feto pueda existir y ser por sí mismo independientemente de la madre. Porque si no se dan los factores externos que he mencionado, el feto no existe.
Yo pongo siempre el ejemplo de la oruga que llega a ser mariposa o de la bellota que llega a ser roble. O el agua: el agua está compuesta por oxígeno e hidrógeno. El hidrógeno por sí solo no es agua. Del mismo modo, el embrión por sí mismo no es feto. Que quede claro que no es un ser humano.
Entonces, desde el punto de vista ético, esto no es una permisividad. Es la conclusión lógica y evidente de que la interrupción del embarazo antes de los dos meses no es un atentado contra la vida humana.
Aquí se abre todo un horizonte de salida ante situaciones inesperadas, contradictorias o violentas. Las parejas pueden estar tranquilas porque tienen poder para ordenar la situación sin transgredir la moral, porque no supone ningún atentado contra la vida humana.

Sin embargo, la ley de supuestos (la del 85) no respetaba estos plazos en caso de violación, riesgo para la madre, etc. Cuando ya ha transcurrido ese margen pero se trata de una situación tan difícil ¿qué posturas se pueden adoptar?

Habría que ver cada situación concreta. Hay quien sin razón aparente, simplemente porque llega un embarazo no preparado, no esperado o no programado, aborta; y eso es totalmente diferente de la mujer que ha sido violada y que no siente que puede llevar adelante un embarazo fruto de un hecho antinatural, violento y coactivo. Yo he conocido casos así, y lo primero que pienso es que lo ideal es no dejar que pasen esos dos meses, solucionarlo antes. Pero una vez que el tiempo ha pasado, creo que no se puede dictaminar qué es lo que tiene que hacer esa mujer. Se puede comentar, ilustrar, intentar hacerle ver una serie de elementos. Pero yo me solidarizaría con ella, siendo consciente de que su embarazo no es fruto del amor, no es fruto de su libertad, y que esa maternidad es contraria a la voluntad de Dios. Eso no hay quien lo acepte, porque no ha sido un acto natural ni libre.
Ante casos así, creo que es la mujer la que tiene que decidir en conciencia, a partir de su conocimiento, de su cultura y de su situación. Y los demás tenemos que respetar lo que haga la mujer en nombre de su conciencia. Ella tiene que tomar la decisión, y nadie puede usurpársela.

En el caso de una violación es evidente, pero en otro tipo de embarazos, ¿debe tomar la decisión la mujer sola, o también el hombre?

Si la mujer tiene un entorno familiar y social de confianza, no va a decidir por sí sola. Consultará, dialogará, hablará con la gente que le puede aconsejar. Pero en última instancia, la norma última será su propia conciencia. Aun cuando pudiera estar equivocada.
Ante situaciones tan duras como las que existen, se trata de encontrar una solución adecuada, aunque no sea la ideal. Aquí opera ese dicho de que a veces lo ideal es enemigo de lo mejor. Porque hay que buscar una salida lo más razonable posible.
Frecuentemente se dice que los católicos en este tema tenemos una moral propia y específica. Pero eso no es cierto. Respecto a determinar en qué momento comienza la vida humana, el Concilio Vaticano II y los grandes moralistas cristianos dicen que nosotros no tenemos respuesta. No la hay en la Biblia, no aparece en el Magisterio. No lo sabemos, no es posible que lo sepamos. Eso tienen que averiguarlo la ciencia y las disciplinas humanas conjuntamente.
En eso el Concilio Vaticano II es contundente: hay que respetar la autonomía y la metodología propia de las ciencias. Con ellas debe contar la Iglesia y la teología para poder buscar la solución acertada. No queramos imponer una doctrina inventando una moral que no tenemos. Tenemos que atenernos a lo que dicen los científicos, aunque muchas veces no esté claro o esté todavía investigándose. No podemos ir más allá de lo que se sabe.

En el caso de malformaciones, enfermedades genéticas u otros graves problemas de salud que pueda presentar el feto, aunque el proceso de diagnóstico afortunadamente está avanzando, todavía hay muchos casos en los que no se detectan hasta que pasan varias semanas. ¿Qué se puede hacer ante eso?

Bueno, yo confío en que hoy en día lo más probable es que el diagnóstico llegue a tiempo. La mayoría de deformidades se pueden detectar y conocer con anticipación, y así, interrumpir el embarazo antes de los dos meses. Sin embargo, hay legislaciones que alargan los plazos para el supuesto de malformaciones, porque, aunque pasados los dos meses haya ser humano, hay que entender que es una situación peculiar y conflictiva. Y ante algo así tampoco se puede decidir alegremente, sino que hay que estudiar en cada caso qué es lo que conviene dada la situación de la pareja. Siempre dentro de unos plazos que más o menos están establecidos como máximo.

¿No es contradictorio que el Gobierno ponga trabas al aborto cuando ha suspendido todas las ayudas económicas a la dependencia y cuando la situación económica de los posibles padres es en la mayoría de los casos asfixiante?

La matriz cósmica de la vida humana es siempre comunitaria, no individual. Entonces, pensar que la cuestión del aborto es exclusiva de la mujer o de la pareja no responde al concepto auténtico de la realidad humana. Nosotros somos seres sociales, convivimos, dependemos los unos de los otros, nos influimos mutuamente... Y según los cosmólogos que a día de hoy están estudiando estas cosas, no hay acto humano importante que no repercuta en el universo. Al igual que no hay fenómeno cosmológico que no intervenga en el ámbito individual de cada persona. Por eso yo no entiendo la retórica y la demagogia de quienes defienden "la vida". ¿Qué vida defienden? ¿La prenacida? ¿Y qué pasa con las otras vidas ya nacidas, constituidas, que dependen de nuestro entorno social, cultural y político, y que no encuentran las condiciones positivas para un desarrollo humano auténtico, ni sus derechos básicos asegurados (vivienda, alimentación, educación, salud...)? Todo eso repercute en la familia, en la pareja. No es lo mismo que nazca un niño en una chabola a que nazca en una casa donde no le falta de nada para su recreo, para su descanso y para su educación.

Sin embargo, la Iglesia condena el aborto como un pecado y como un crimen, y parece no tener demasiado en cuenta esas condiciones socioeconómicas de las familias, que pueden ser deterioradas por un nacimiento. ¿La institución eclesiástica se ha quedado en la prohibición, sin saber ofrecer acompañamiento?

Antes de decir no al aborto hay que encargarse de crear las condiciones previas que posibilitan el nacimiento, y si se comprueba que no se dan las condiciones necesarias, entonces acompañar a a madre en el aborto, que es un proceso doloroso. Lo demás es retórica e hipocresía. ¿No dice usted que está a favor de la vida? Pues ahí la tiene: hay que asistirla y acompañarla.
La vida humana tiene limitaciones, podemos fallar, todo el mundo se equivoca... y a los que se equivocan hay que atenderlos con misericordia. Con más amor y más cuidado que antes, como lo hace el Papa Francisco.
Es verdad que ésta no ha sido la postura mayoritaria entre la jerarquía, pero hay de todo. El Pueblo de Dios, la gente anónima, trabaja mucho y se entrega en extremo a los más necesitados, también en este aspecto.

¿En el libro entráis a valorar los aspectos clave de la futura ley? ¿Qué te parece el anteproyecto?

Tengo claro que no se puede permitir que quieran rechazar cualquier tipo de solución para el supuesto de malformaciones. La ley anterior, con los plazos, era una posible solución. Podría dialogarse o discutirse científicamente si el plazo es excesivo o no está acomodado de acuerdo a lo que las ciencias nos dicen hoy, pero hay que partir de que todas las acciones que se realizan en el curso de los dos primeros meses no son abortivas, son anticonceptivas.
El hombre y la mujer tienen derecho a regular su fecundidad. No tiene sentido que se nos equipare a los animales, porque somo racionales. Tampoco podemos seguir admitiendo la norma de que la sexualidad humana tiene como finalidad única y exclusiva la procreación. Eso viene de la antigüedad.

Sin embargo, la Iglesia de opone a métodos anticonceptivos y contraceptivos como la píldora del día después o incluso el preservativo...

Según el Derecho Canónico, el matrimonio es un contrato entre un hombre y una mujer que otorga el derecho al uso mutuo de los cuerpos para procrear. Y en los manuales de teología moral que tenían todos los confesores en el año 50 decía que las relaciones sexuales intra-matrimoniales están todas ellas orientadas a la generación de vida.
En cambio, la definición que da el Concilio Vaticano II es que el matrimonio es una comunidad íntima de vida y de amor. ¡Perfecto! Se calcula que hay un 8 o un 10% de matrimonios que son estériles y que no pueden procrear. Según la definición del Derecho Canónico, ¿no tendrían razón de ser como matrimonio? La procreación no es la razón que fundamenta el matrimonio, sino el amor. El matrimonio es un proyecto de amor y de convivencia, en el que normalmente entra la maternidad y la paternidad como una dimensión deseable.
El sentido, el significado profundo de la sexualidad humana no es instintivo, no está predeterminado y no nos somete como si fuéramos esclavos. Está indicado o sugerido por la naturaleza, pero nosotros tenemos el poder de orientarlo responsablemente. Y esto no significa que "todo valga": El bien y el mal son patrimonio de la humanidad.
Esto nos da una visión más positiva, que pone al hombre en un punto de mayor responsabilidad haciéndolo más adulto, más dueño de su propia vida.
Tenemos una sabiduría histórica, heredada, que en muchos casos es formidable pero en otros no, y hay que continuar, hay que perfeccionarla. Tenemos que añadir nuestro propio saber, sacado de los nuevos conocimientos de hoy, de las nuevas aportaciones que nos permiten hacer las cosas con mayor libertad y consciencia.
Por algo decía el cardenal Martini que la Iglesia Católica institucional llevaba 200 años de atraso. Y esto es porque hemos estado siempre a la defensiva, a la contra de todo lo que ha sido la modernidad. La dignidad humana, los derechos humanos, el protagonismo de la persona, la creatividad, la libertad... parecía que todo eso era contrario al mensaje del Evangelio. ¡Qué barbaridad, Dios mío!
Esa postura claramente anti-moderna, esa especie de hostilidad y de oposición de la Iglesia con el mundo moderno, fue contestada por el Concilio Vaticano II, que reconoció que la Iglesia no tiene el depósito de la verdad, ni es competente ante muchos casos, como dice ahora el Papa Francisco.
Pero la Iglesia en aquel entonces no escuchó, no supo admitir que los senderos de la humanidad son los mismo que los suyos. Porque estaba atrincherada en posiciones anteriores y dogmáticas, que nos han hecho mucho daño. La Iglesia ha aparecido como oscurantista, los cristianos como reaccionarios, opuestos a todo lo nuevo, a todo lo moderno y a todo lo que significaba progreso. Esto hay que reconocerlo y hacer un mea culpa. Pero esto ya se ha intentado hace años, porque siempre ha habido en la Iglesia gente abierta y crítica que ha intentado propiciar el diálogo. Porque todo lo que es producto del ser humano (la razón, la ciencia, etc.), es también de Dios.

¿Cree que la gente está empezando a ver ahora a la Iglesia de forma distinta?

Sí, mucha gente. Tenemos que tener en cuenta que ha habido dos pontificados (el de Juan Pablo II y el de Benedicto XVI) que entre los dos suman 40 años, y que no aceptaron el Concilio Vaticano II. Lo digo con todo el respeto pero con toda la claridad: el cardenal Ratzinger hizo un diagnóstico a los 20 años del Concilio, en el que reconoció que esos primeros años de post-Concilio habían sido un desastre absolutamente desfavorable para la Iglesia, para decir después: "Ahora viene una nueva interpretación: la mía". Sin tener en cuenta que tras el Vaticano II había habido toda una serie de movimientos de Iglesia compuestos por gente que habíamos avanzado. Pero eso se paró. Se desactivaron todos los dinamismos reformadores del Vaticano II. Y eso fue un auténtico desastre para la Iglesia.
Y ahora llega Francisco y parece que improvisa, cuando no hay nada improvisado: Este hombre ha recogido todo el espíritu y toda la fuerza contenida del Vaticano II. Una fuerza que estaba ahí y ahora ha explotado, y que Francisco está canalizando con entusiasmo. Por eso se habla de primavera: porque la gente siente que respira aires nuevos, que queda atrás todo ese boato y toda esa ostentación cortesana ridícula, todo ese poder y esa autoridad que hemos mantenido en la Iglesia.
Francisco es directo, sencillo, llano, popular. Y por fin los católicos parecemos seres humanos como todos los demás.
Yo siempre me acuerdo de cuando Pedro, el primer Papa, visitó a Cornelio, que era un capitán de la Legión romana. Cuando llegó a su casa, Cornelio se echó a los pies de Pedro, pero él le dijo: "Levántate, que yo soy un hombre como tú". Éste es el mensaje del Papa: que es humano. Y que además tiene una humanidad formidable, de ternura, de misericordia, de comprensión hacia los más necesitados y los más excluidos.
Los que piensan que este Papa es "ligero", más de gestos que de pensamientos, se equivocan: Francisco tiene un pensamiento muy sólido. Y tiene una gran formación. Pero también tiene claro que él solo no va a resolver todos los problemas, y lo que está diciendo es que tenemos que trabajar juntos todos. Por eso ha querido descentralizar la Iglesia, para que las Conferencias Episcopales, los teólogos, los Sínodos y todo el Pueblo de Dios colabore. Porque si el pueblo no va a su lado, ninguna revolución se va a llevar a cabo.
Sin embargo, hay muchos que quieren que el Papa cambie todo de un día para otro, sin darse cuenta de que a él le ha caído encima una montaña de problemas que nade ha querido resolver. Ya ha comenzado de una manera maravillosa, pero hay que darle tiempo. Y sobre todo hay que hacerle sentir que cuenta con todos nosotros. Los que quieren que lo resuelva él, en el fondo están añorando la figura anterior de un Papa absoluto con poder absoluto.

Para terminar volviendo al tema del libro, ¿cree que es posible alcanzar el consenso en torno a la cuestión del aborto?

Es complicado, sobre todo mientras haya quienes piensan que esas materias no las puede legislar el Parlamento porque son "monopolio exclusivo de la Iglesia Católica". ¿Desde cuándo? Las normas de la moralidad, en una sociedad democrática y en un Estado de Derecho corresponden también a la persona, que en definitiva es la que es moral, sujeto de moral. Y ella es la que delega democráticamente.
Yo creo que se puede alcanzar la solución entre todos, independientemente de que seamos católicos, judíos, mahometanos o ateos. Todos somos seres humanos y todos nos guiamos por algo fundamental, que es la dignidad humana. Los derechos humanos, que nos reconocen la capacidad que todos tenemos de proceder racionalmente. Así que tenemos una base común, una plataforma que nos une y nos identifica para dar solución a los problemas. Practicar la justicia, respetar la verdad, respetar al otro y que el otro te respete, son normas comunes. Y a través de ellas podemos alcanzar el consenso.


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