La teóloga presenta 'Teología en las periferias', una nueva teología para un tiempo descreído y una Iglesia de escasa credibilidad Pepa Torres : "La realidad de los 'cristianos sin iglesia' sigue en aumento"

Pepa Torres
Pepa Torres

"Las personas migrantes, los movimientos sociales y de liberación de las mujeres son un lugar teológico y Lavapiés una periferia en el corazón de la ciudad"

"El Papa interpreta inadecuadamente el análisis de género, como una ideología, cuando lo que es realmente, es una categoría de análisis"

"Pese a la crisis de relevancia, que atraviesan las religiones y la propia iglesia, siempre en cualquier rincón del mundo hay una comunidad católica comprometida con la liberación de los últimos y ultimas"

"Francisco es una lluvia de agua fresca sobre una iglesia dominada por el clericalismo y que frecuentemente anuncia más el derecho canónico que el Evangelio"

"Francisco es una lluvia de agua fresca, pero la conversión de la iglesia requiere cambios estructurales que necesitan un huracán"

"La cuestión del lenguaje es fundamental, no solo porque el lenguaje nunca es neutro: dime como nombras la realidad y te diré cuál es tu lugar en el mundo"

Dialogamos con Pepa Torres Pérez, religiosa, teóloga y educadora social, que acaba de publicar "Teología desde las periferias" editado por San Pablo. "La teología siempre es un acto de desnudez", según su criterio y el motivo de su libro, una perspectiva desde la experiencia, la suya. "Más que dar respuestas, mi teología responde a la fidelidad a una búsqueda", aclara. "Lavapiés es, más que un lugar geográfico, quienes lo habitan. La reflexión sobre el misterio de Amor y Dignidad que llamamos Dios ha de ser siempre contextualizada. Pero, además es un lugar simbólico, representa una de las muchas periferias en el corazón de la ciudad". "La vida en las periferias no es una opción, sino una sino una seducción. No es una cuestión de voluntarismo o imperativo ético, es una cuestión de amor, y de resistencia, Pero requiere también una mística que hay que alimentar cada día", explica.

"El libro en realidad tiene un carácter de síntesis, de recopilación, de muchas reflexiones, cursos o talleres que en estos últimos años he compartido con muchos personas y grupos. La experiencia de Dios es integradora y holística, por eso sin duda es mi identidad creyente, y dentro de ella la vida religiosa como mi forma concreta de intentar ser cristiana, la que cohesiona mi vida. Hoy vivimos en sociedades donde el pluralismo y la increencia son un hecho cotidiano, donde los católicos hemos de insertarnos como levadura en la masa y evangelizar por 'contagio' y 'persuasión' sin quedar reducidos a la sacristía".

'Teología en las periferias' y desde Lavapiés. ¿Este barrio madrileño significa para usted un lugar teológico?

La reflexión sobre el misterio de Amor y Dignidad que llamamos Dios ha de ser siempre contextualizada. En este sentido Lavapiés, más que como un lugar geográfico, quienes lo habitan: las personas migrantes, los movimientos sociales y de liberación de las mujeres son un lugar teológico. Pero Lavapiés es también un lugar simbólico, representa una de las muchas periferias desde donde el Evangelio nos cita a acoger y anunciar las semillas del Verbo. Una periferia, como señalo en el libro, que no está situada en las afueras de la ciudad, como otras en las que llevo viviendo desde que tenía 24 años, sino en su corazón mismo. Lavapiés es un lugar de resistencia y contraculturalidad, aunque actualmente amenazado por la gentrificación y la expulsión de sus vecinos y por los fondos buitres.

- ¿El libro contiene partes de una especie de 'credo que da sentido a su vida’?

Yo creo que la teología es siempre un acto de desnudez. No podemos dar razón del misterio en el que somos, nos movemos y existimos (Act. 17,28) al margen de la propia experiencia y las motivaciones más hondas que nos sostienen. Creo profundamente en el sentido de la teología narrativa y su capacidad de dar cuenta de nuestra esperanza en los contextos de increencia, pero no por eso “exentos de Dios”. El libro en realidad tiene un carácter de síntesis, de recopilación, de muchas reflexiones, cursos o talleres que en estos últimos años he compartido con muchos personas y grupos. Tiene un carácter profundamente dialogal y busca seguir manteniendo “conversaciones en el camino”.

- La definen a usted como "religiosa, teóloga y activista" ¿En qué orden?

No me gusta los compartimentos ni las definiciones cerradas porque la vida está siempre abierta y la experiencia de Dios es integradora y holística. Por eso sin duda es mi identidad creyente, y dentro de ella la vida religiosa como mi forma concreta de intentar ser cristiana, la que cohesiona mi vida. Es esta experiencia creyente la que me hace dar razón de mi esperanza a través de la teología, que entiendo más como intellectus amoris, que como intellectus fidei. Por eso también soy activista, porque es una consecuencia de mi tradición espiritual profundamente ignaciana: ser una contemplativa en la acción, contemplativa en la relación, tener un oído atento al murmullo de los empobrecidos y empobrecidas, como decía, Luz Casanova, la fundadora de la congregación religiosa de la que formo parte y que entre otras muchas pertenencias es mi mayor comunidad de sentido.

- ¿Vivir en las periferias no termina quemando y pasando factura?

La vida en las periferias no es una opción, sino una seducción. No es una cuestión de voluntarismo o imperativo ético, es una cuestión de amor, y de resistencia, de historias de vida de las que formas parte, de vínculos que te sostienen y sostienes y que dan sentido, aun en situaciones terribles como el abandono de las instituciones que estamos viviendo en la actual crisis del covid. Pero requiere también una mística que hay que alimentar cada día y desde ella el cultivo permanente de la gratuidad. Las periferias tampoco se pueden transitar en solitario sino desde una experiencia comunitaria, fuerte, otorgadora de sentido y generadora de creatividad. Sin ello efectivamente es muy fácil quemarse.

Pintada en lavapiés

- ¿Su 'teología desde la escucha' pretende dejar de dar respuestas a preguntas que nadie se hace?

Más que dar respuestas, mi teología responde a la fidelidad a una búsqueda, la del Dios de la encarnación, al que nada de lo humano ni de lo mundano le es ajeno, a un Dios pura gratuidad que no nos arregla nada, pero cuya experiencia honda nos sostiene en todo. Un Dios, como dirían místicas contemporáneas como Doroty Day o Madeleine Delbrel, “cuyo evangelio es ahora, cuya encarnación es hoy”.

- ¿Por qué la Iglesia sigue teniendo mala prensa y escasa credibilidad social?

La iglesia es una realidad poliédrica, como dice el papa Francisco y en ese sentido también es diversa, aunque la diversidad frecuentemente sea minoritaria, pues la tendencia a vivir y entender la comunión como homogeneización es una tendencia muy fuerte. El imaginario social dominante de la iglesia en nuestro país es muy reduccionista, porque la identifica sobre todo con la jerarquía o con los sectores más conservadores dentro de ella y vinculados a la derecha, ignorando que hay otras realidades de iglesia inserta en los barrios populares, comprometida con los movimientos sociales, el cuidado de la casa común, la defensa de los derechos sociales, las migraciones, colectivos de feministas cristianas, etc. Esta realidad se ignora e invisibiliza porque presentarla así le viene bien a los intereses tanto del poder político, como del religioso. Pero yo creo que hay especialmente cuatro aspectos que han deteriorado enormemente la credibilidad de la iglesia:

Su tendencia a adoctrinar más que a escuchar y su resistencia a entrar en dinámica de dialogo hondo ante la complejidad de lo humano.

La cuestión de la pederastia y la violencia sexual al interior de ella misma, el secretismo como se han gestionado y su insensibilidad ante las víctimas.

La discriminación de las mujeres en el acceso a los ministerios y los lugares de toma de decisiones, la demonización de los feminismos.

La defensa de sus propios intereses y la de su mantenimiento, antes que los intereses de los más empobrecidos y empobrecidas desde una perspectiva de la justicia.

Iglesia alejada

- ¿Lo católico ha dejado de influir y de marcar lo social para siempre?

Lo católico es una forma de vivir lo social, al modo de Jesús de Nazaret, buscando el reino de Dios y su justicia y con la confianza que, “lo demás se nos dará por añadidura”, pero en ese compromiso, nos encontramos de hecho, con muchas personas y colectivos que, aunque se declaran agnósticos o ateos viven los valores del Evangelio con mucha más radicalidad, esperanza y alegría que los católicos. Gracias a Dios, la iglesia de cristiandad, aunque la derecha pretende recuperarla, forma parte del pasado y el hecho de que fuera de masas no significa que fuera más evangélica, sino más bien su identificación con el status quo. Hoy vivimos en sociedades donde el pluralismo y la increencia son un hecho cotidiano, donde los católicos hemos de insertarnos como levadura en la masa y evangelizar por “contagio “y persuasión” sin quedar reducidos a la sacristía, sino asumiendo la dimensión publica de la fe, pero tampoco pretendiendo imponer nuestra forma de vida o cosmovisión como si fuera la única. También es cierto que, pese a la crisis de relevancia, que atraviesan las religiones y la propia iglesia, siempre en cualquier rincón del mundo hay una comunidad católica comprometida con la liberación de los últimos y ultimas, viviendo codo a codo el Evangelio con ellos y ellas y asumiendo las contradicciones que conlleva, incluso por parte de la propia institución católica.

- Y sin embargo, tenemos el Papa más popular y profético de los últimos tiempos

Si, el liderazgo del papa Francisco, especialmente en lo que se refiere a lo social, al diálogo con el mundo y los gestos de humanización y de inclusión, son una lluvia de agua fresca sobre una iglesia dominada por el clericalismo y que frecuentemente anuncia más el derecho canónico que el Evangelio; una iglesia que mantiene rito y lenguajes que han dejado de ser inteligibles para nuestros contemporáneos y contemporáneas; una iglesia que mira con sospecha al mundo y frecuentemente con una doble moral en relación a lo que sucede al interior o al exterior de ella misma; una iglesia que se resiste a las reformas y a la vuelta al Evangelio que el propio papa Francisco propone. Francisco es una lluvia de agua fresca, pero la conversión de la iglesia requiere cambios estructurales que necesitan un huracán.

- En su agenda, sin embargo, siguen excluidas las mujeres, ¿no?

Francisco tiene una gran sensibilidad ante las cuestiones sociales, su preocupación por la cuestión de las mujeres conecta en temáticas que tienen que ver con este aspecto, como por ejemplo la trata, pero en lo que se refiere a las cuestiones más antropológicas o culturales, el papa Francisco no ha recogido, por ejemplo, las aportaciones de las teologías feministas e interpreta inadecuadamente el análisis de género, como una ideología, cuando lo que es realmente, es una categoría de análisis. Quizás un buen ejemplo de ello es Tutti Fratelli, una encíclica tan rica y provocadora pero que apenas introduce la realidad de las mujeres, cuando somos las más afectadas por las consecuencias de las políticas neoliberales. Es cierto también que Francisco está introduciendo algunos nombramientos de mujeres en lugares de toma de decisiones. De hecho es el papa que más nombramientos de mujeres ha llevado a cabo, pero esto no deja de ser una anécdota en el seno de una iglesia tan clericalizada y masculina en sus lugares de representación.

- ¿Se extienden los cristianos sin Iglesia?

Creo que, aunque la figura del papa Francisco es percibida por muchos cristianos y cristianas críticos como un Kairós, que está ayudando enormemente a recuperar la esperanza en que los cambios pueden ser posibles en la iglesia; la realidad de los “cristianos sin iglesia” sigue en aumento. En el libro hablo de ello. Con esta expresión me refiero a personas a las que Jesús de Nazaret y el Evangelio tiene centralidad en sus vidas, pero que, en su relación con las estructuras eclesiásticas, la doctrina, los lenguajes y los modos evangelizadores han experimentado orfandad o maltrato eclesial. Sus anhelos, propuestas, y búsquedas no encuentran espacios en ella o son sistemáticamente rechazados o ninguneados. Entre ellos hay cada vez más mujeres. Mucha de estas personas ante el sufrimiento experimentado o el agotamiento de las expectativas de cambio han abandonado las estructuras y mediaciones eclesiásticas por vivirlas en contradicción con el Evangelio. La afirmación de que, las cosas solo se pueden cambiar desde dentro y de que no es posible creer sin pertenecer, como tesis teórica, esta cuestionada hoy por la razón práctica de la existencia de muchos cristianos y cristianas para quienes Jesús de Nazaret y su Evangelio son un referente en sus vidas, pero la iglesia institucional ha perdido toda su credibilidad. Los cristianos y cristianas sin iglesia son también una periferia a la que hemos de aprojimarnos.

Pepa Torres
Pepa Torres

-Una nueva teología como la suya acuña nuevas y bellas expresiones, como "Jesús que se hace barra de pan" o "la cultura de la corrala", con sabor a vida y a autenticidad.

La cuestión del lenguaje es fundamental, no solo porque el lenguaje nunca es neutro: dime como nombras la realidad y te diré cuál es tu lugar en el mundo, tu geografía, tu lugar social y epistemológico, quienes quieren que te entiendan, etc, sino también porque Dios es palabra encarnada, que se nos quiere dar a conocer universalmente, desde los últimos y ultimas. Por eso, uno de los principales desafíos de la iglesia hoy, son los nuevos lenguajes. En esto Jesús fue también un experto a través de su teología narrativa: parábolas, gestos llenos de vida, imágenes inclusivas y universales para que la gente más sencilla pudiera entenderle y experimentara que la Buena Noticia tenía que ver con sus vidas cotidianas de gente normal y corriente. Yo creo que en esto, la teología y la espiritualidad tienen todavía una deuda pendiente.

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